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Un negocio de más de 500.000 millones de pesetas

Antonio Caño

Estados Unidos quiere que su producción de entretenimiento sea tratada como negocio porque considera que, al margen de cualquier eufemismo, es un negocio. Y no un negocio cualquiera, sino una de los más importantes fuentes de exportación de este país, tal como demuestran las cifras que se manejan en la negociación de los acuerdos del GATT.Las productoras norteamericanas exportaron el pasado año a los países de la Comunidad Europea programas de entretenimiento y películas por valor de más de 4.600 millones de dólares (552.000 millones de pesetas), lo que supone una parte sustancial de los beneficios de esas empresas en todo el mundo. La industria relativa a los productos de entretenimiento supone, de hecho, la segunda más importante del país en volumen de exportaciones, después de la industria aeroespacial.

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Pero el problema aún tiene más envergadura. Estados Unidos está preocupado por la posibilidad de que las actuales restricciones europeas a los productos de ese sector puedan afectar próximamente al contenido de las futuras autopistas de comunicación, por las que circularán imágenes, sonido y programas informáticos en un solo vehículo.

Competir con ventaja

Las principales empresas norteamericanas están ya desarrollando los sistemas que les permitan competir con ventaja en las comunicaciones del futuro. Pero fuentes de esas empresas se han quejado de que Europa pretende tener sus mercados cerrados hasta que los europeos hayan construido sus propias autopistas.

Responsables de algunos negocios de televisión por cable y satélite han protestado también estos días porque las restricciones europeas a sus productos llegan hasta bloquear la señal de los satélites para impedir, por ejemplo, la visión de dibujos animados.

Varios directores de cine, entre ellos algunos tan famosos como Martin Scorsese -que se ha destacado especialmente en la defensa de los intereses de su profesión-, han lamentado la que consideran restrictiva política europea, y han propuesto que, si los países de la Comunidad Europea quieren evitar la invasión cinematográfica norteamerica, lo mejor sería que produjeran mejores películas.

Particularmente dolorosa ha sido para los cineastas del Viejo Continente la reacción del todopoderoso Steven Spielberg, que el pasado mes de septiembre, durante el Festival de Cine de Venecia, apoyó las reivindicaciones de sus colegas europeos y que, a su regreso a Estados Unidos, se sumó rápidamente a la posición de Scorsese. Directores como Pedro Almódovar, Wim Wenders o Bernardo Bertolucci han respondido esta semana, en una carta abierta, a Scorsese y Spielberg.

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