La ayuda a Nicaragua
EXISTE EN parte de la opinión pública de España una curiosa actitud con respecto a la ayuda que nuestro país puede prestar a naciones empobrecidas o en graves dificultades. Quiere este sector de opinión que el Gobierno se concentre en destinar los fondos que compromete para ayuda exterior a aliviar los problemas internos de nuestra economía. En casi todos los casos, aquellos a quienes debe negarse la asistencia son países con los que España ha tenido tradicionalmente unas relaciones especiales de amistad. Por ejemplo, Nicaragua.El argumento de que las inversiones en el extranjero son recursos que se detraen del interior es tan poco serio que ni siquiera merece respuesta. Tanto más cuando se recibe a Violeta Chamorro, presidenta de Nicaragua, en visita oficial a España, con la acusación de que su "imagen mendicante" proyecta "una mediocre" impresión personal. Nicaragua se recupera con dificultad de una guerra civil de 10 años que ha costado miles de muertos y que ha desplomado el PNB, situándolo en un 30% por debajo de los niveles de la dictadura de Somoza. Sus habitantes tienen la deuda exterior per cápita más alta de todo el continente (3.000 dólares, aproximadamente, 400.000 pesetas), una tasa de natalidad que ha disparado el crecimiento demográfico en un 60% en la última década y serias dificultades producidas por las privatizaciones y las rencillas políticas. Todo ello ha dificultado la labor de Violeta Chamorro
Es normal que en un país en el que 48 millones de dólares (la ayuda comprometida por Estados Unidos, pero retenida hasta que se resuelva el futuro de los sandinistas en el Ejército) separan la miseria de la supervivencia la presidenta pida la ayuda de sus amigos. Lo ha hecho con España. Es normal que Felipe González atienda su petición. Lo ha hecho con la misma aproximación prudente con la que la comunidad internacional se enfrentó al tema de El Salvador: proponiendo la constitución de un "grupo de países amigos de Nicaragua" integrado por los principales donantes de ayuda a esta nación (Canadá, Alemania, Suecia, Noruega, España y México), a quienes no parece estorbar la actitud demandadora de una desgarrada nación con la que se sienten solidarios.
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