El último esperpento
La película Tirano Banderas es el último esperpento que ha regalado Valle-Inclán a sus seguidores. El filme, el único español que Participa en el Festival de Cine de Valladolid, fue rodado íntegramente en La Habana y el pueblo de Trinidad, pero nadie, por mucho que haya paseado por las calles coloniales de estas dos ciudades, podrá reconocer un solo palacio, plaza o edificio de Cuba. Tampoco podrá hallar similitudes ideológicas entre la situación que describe la novela de Valle-Inclán y el escenario que sirve de soporte a las imágenes, aunque siempre se podrán encontrar ciertas complicidades.
El promotor de esta encantadora locura se llama José Luis García Sánchez. Garía Sánchez llegó a Cuba un día de febrero y enseguida empezó a trabajar. Su objetivo era hacer realidad las últimas horas de un tirano de tierras calientes que está a punto de ser derrocado por una revolución. Para ello, lo primero que hizo fue regalar el guión que debía dirigir su trabajo, y a partir (te ese momento, comenzó a utilizar su cerebro como cuaderno (le apuntes en el que anotó con tinta roja cada nueva corrección.
Un día, rodando en la plaza (te la Catedral una escena en la que una multitud de hambrientos se manifestaban contra el Gobierno, tuvo que gritar como en las películas: corten. Había explicado a los extras que debían pasar bajo el balcón del dictador Santos Banderas, y decir: "Abajo el tirano", "Viva don Roque Cepeda" y "Muera la tiranía". Todo iba perfectamente, pero cuando ya estaba a punto de terminar la escena, uno de los extras gritó por encima de los demás: "Viva la revolución".
Tiranía y revolución
El director de fotografía, Fernando Arribas; el montador, Pablo del Amo; el director artístico, Félix Murcia, y García Sánchez se miraron fijamente, y fue entonces cuando éste, asumiendo su papel gritó: corten. García Sánchez se dirigió a los extras y les explicó que en el guión no estaba la frase "Viva la revolución", así que, que por favor se abstuviesen.
Nuevamente, la masa de indios protestó y, de pronto, un nuevo figurante exclamó: "Viva la revolución". Al ver el caos que había. provocado, el extra se disculpó: "Perdonen, pero es que a mí eso de "Muera la tiranía" no me sale, lo que me sale es "Viva la revolución".
Otro momento de tensión fue el rodaje de los fusilamientos. Se habían construido unos muñecos de madera que llevaban uniforme de charro. Los muñecos, que debían ser arrojados al mar después de haberse filmado los primeros planos, estaban atados a una cuerda para poder recuperarlos tras cada escena. Sin embargo, en su primera caída las cuerdas se rompieron y aquellos muñecones cubanos, con la camisa ensangrentada, empezaron a derivar hacia el norte en dirección a Miami.
A Gian Maria Volonté no le importaban los fusilados. Él fue, durante toda la película, Santos Banderas, el verdadero tirano que logró llevar la obra adelante y de asustar a propios y extraños con la magistral actuación que se podrá ver en pantalla. Volonté aprendió a reírse como un sátrapa, a actuar sin piedad, y sin duda fue el responsable de que todo el equipo de filmación se creyese lo que estaba haciendo.
Cuba, además de las localizaciones y alguna asistencia técnica, dio todas las facilidades. No hubo una sola palabra censurada y, por el contrario, el trabajo fue relativamente fluido dadas las dificultades que atraviesa la isla, y también el Instituto Nacional de Industria y Arte Cinematográfico (ICAIC). De los 400 millones de pesetas que costó el filme, la isla se llevó 100.
Ana Belén, Juan Diego, Fernando Guillén, Javier Gurruchaga, Patricio Contreras, Francis Lorenzo, Quique San Francisco y otros más lucharon por conseguir con sus actuaciones que Valle-Inclán reviviese en La Habana para regalar el esperpento loco que es la última película de García Sánchez.
Babelia
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