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PRUEBA DE FUERZA EN EL CARIBEEMBARGO AL RÉGIMEN GOLPISTA

Haití, bajo la ley del terror

Nueve buques de guerra de EEUU y Canadá vigilan el embargo contra el régimen golpista

Haití vivía ayer bajo la ley del terror, tras una noche de tiroteos esporádicos en la capital, Puerto Príncipe, y un día de acaparamiento de alimentos y huida masiva por temor a un baño de sangre o a una intervención norteamericana.

El embargo decretado por la ONU tras la negativa del general golpista Raoul Cédras a entregar el poder al presidente electo, Jean-Bertrand Aristide, entró en vigor la pasada madrugada. Una flotilla de navíos norteamericanos y canadienses vigilará que se cumpla.

El jefe de la minoría republicana en el Senado de EEUU, Robert Dole, presentó ayer una propuesta para evitar que Clinton decida a solas la intervención.

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Viene de la primera páginaMiles de residentes de Puerto Príncipe, capital de Haití, abandonaron ayer la ciudad presa del pánico ante el bloqueo naval del país decretado por la ONU, que entró en vigor esta madrugada. Autobuses repletos de gente enfilaban rumbo a las provincias del interior en busca de provisiones, que en la capital prometían agotarse en cuestión de horas. Las calles de Puerto Príncipe están bajo control de matones neoduvalieristas vinculados a la policía.

Nueve buques de EE UU y Canadá navegan a lo largo de las costas haitianas para vigilar el embargo destinado a obligar a los militares al cumplimiento del acuerdo de julio pasado sobre el regreso al país, el 30 de octubre, del presidente derrocado Jean Bertrand Aristide. Argentina, con una corbeta lanzamisiles, y Francia, con una fragata, participarán también en el bloqueo naval.

Seis semanas se calcula en Puerto Príncipe que podrán soportar los ciudadanos de Haití el bloqueo naval, por lo que ayer fue un día de aprovisionamiento e incluso acaparamiento general para una población que vive presa del pánico y temerosa de que, tarde o temprano, esta crisis provoque un desembarco armado en la isla. Durante la noche continuaron los disparos espóradicos de armas ligeras.

Acopio de provisiones

Muy inconsciente tenía que ser la persona que se lanzara ayer a las calles de Puerto Príncipe para hacer una vida normal de trabajo. Tal vez algún despistado o algún hambriento- que necesitaba llevarse un trozo de pan a la boca.

La gente aprovechó las primeras horas de la mañana para acudir a los supermercados y las tiendas para hacerse con provisiones. Generalmente eran personas pudientes, en su mayoría habitantes de la zona rica de Pétionville, porque las clases populares de este país, el más pobre del hemisferio occidental, no podían permitirse este lujo.

Las tiendas y comercios sólo abrieron hasta mediodía. Fueron unas horas donde más o menos la vida del país parecía organizada, pero pronto llegó el desorden y el caos. Haití, un país con un profundo desequilibrio social, está irreconciliablemente enfrentado entre una población mayoritariamente pobre y seguidora del presidente Aristide y un sector pudiente y minoritario del país, alineado por sus intereses estratégicos con el Ejército y la policía. Esta minoría, de gente de piel clara y blancos de origen árabe, ha sido la que ha impuesto este régimen de terror para que el país no se le escape de las manos.

El día amaneció confuso. Aristide había convocado desde Washington el primero de tres. días de luto por el asesinato del ministro de Justicia, Guy Malary, perpetrado el jueves pasado. Aristide, cuya hipotética vuelta prevista para el 30 de octubre próximo aprueba el 90% de la población, tiene poder de convocatoria, pero carece de cuadros que agiten directamente a sus seguidores, ya que su otrora importante organización Lavalas (Avalancha) ha sido prácticamente desmantelada en todo el país. Sin embargo, su llamada llena las iglesias y centros evangélicos y también reúne en tomo a un transistor a la gente humilde de las chabolas.

Nadie puede precisar en número quiénes secundaron esta llamada al luto nacional. Pero lo que se sabe es que, a su manera, la mayoría de los haltianos tuvieron ayer un recuerdo hacia el mi nistro asesinado, un hombre próximo a Aristide. Lo que sin embargo fracasó fue la convocatoria de huelga general hecha también para ayer por el Frente para el Avance y el Progreso de Haití (FRAPH), una organización de reciente constitución que aglutina a todo el neoduvalierismo pistolero que se ha ido larvando en el país durante los dos años de régimen golpista.

El neoduvalierismo, que ha llenado de matones armados las calles de Puerto Príncipe y las comunidades rurales del país, sólo necesitaba ayer de números para justificar hacia el exterior que la política de terror que se ejerce últimamente desde la cúpula policial del país tenga cierto respaldo popular. Es cierto que el neoduvalierismo en Haití tiene seguidores, pero forman parte de ese 10% de una población de siete millones de habitantes que odia y rechaza al antiguo salesiano Aristide.

Constituyen un sector del país generalmente con recursos propios y con armas escondidas en sus domicilios, pero que ayer no tuvo que forzar el cierre de comercios ni la paralización de la pequeña actividad industrial del país porque ésta ya de por sí es inexistente.

Terror policial

Estos dos años de golpe le han devuelto a Haití su vieja estructura de terror policial, responsable desde otoño de 1991 de los 3.000 asesinatos perpetrados en el país contra seguidores de Aristide y también de las muertes a pleno sol el mes pasado del empresario Antoine Izmery y el jueves último del ministro Malary.

Reorganizar este terror ha sido un trabajo meticuloso y bien organizado por un poder policial que sabe tejer perfectamente sus redes porque jamás, pese al tiempo en que gobernó Aristide, desapareció como estructura fáctica del país.

Mientras un sector influyente del Parlamento y la burguesía corrupta de Haití enredaban en estos dos últimos años a la Organización de Estados Americanos (OEA) con maniobras dilatorias acerca de si era oportuno o no el regreso de Aristide, sus cómplices del Ejército y la policía, que en este país caribeño funcionan como una misma unidad operativa, se encargaron de recuperar las viejas estructuras de la dictadura duvalierista.

Fue muy fácil: sólo había que llamar a los viejos tonton macoutes, creados por el dictador François Duvalier, Papá Doc, que aún quedaban esparcidos por el país, armarlos y ponerlos a funcionar sin mediar paga alguna.

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