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Escuelas y hospitales, objetivos del Día Mundial para la Reducción de las Catástrofes Naturales

La construcción de edificios seguros sólo encarece su precio en un 1%, según la OMS

El reciente terremoto ocurrido en la India, que se ha cobrado miles de vidas, o las inundaciones que asolaron este verano a Estados Unidos y ahora a parte de Europa, indican que ninguna región del mundo se libra de las catástrofes naturales. En el Día Internacional para la Reducción de las Catástrofes Naturales, que se celebra hoy, un grupo de organizaciones del sistema de Naciones Unidas se ha puesto de acuerdo para recordar a la opinión pública que se puede, al menos, prevenir y mitigar sus efectos. "Pongamos fin a los desastres en nuestras escuelas y hospitales" es el lema de la jornada.

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Un arquitecto británico, especialista en edificaciones de la Unesco, ha resumido la urgencia de edificar para la supervivencia: "En muchos núcleos rurales de todo el mundo, la escuela es el mayor edificio del municipio. Durante el día alberga a la mayor parte de la nueva generación, de la que depende el resto de la comunidad. Por consiguiente, durante una catástrofe natural, la escuela tiene que resistir, ya que toda una generación puede estar en peligro".Este año, la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la Organización de Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (Unesco) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM), en un esfuerzo coordinado pretenden centrar la atención pública en la seguridad de los colegios y hospitales, "cuya importancia es fundamental para la salud y el desarrollo de la sociedad".

"La educación es la llave del control de muchos riesgos y trampas que nos reserva la vida moderna, y la intervención rápida de los servicios médicos tras una catástrofe natural puede contribuir a salvar muchas vidas humanas", señalan.

La construcción de los edificios que albergan estos centros, que a menudo acogen a cientos e incluso miles de personas, debería estar concebida para resistir a las inundaciones, terremotos y otras adversidades locales. Asimismo, es fundamental formar a la gente para que sepa reaccionar y responder en caso de peligro, aconsejan estas organizaciones.

Con estas recomendaciones, la ONU quiere evitar, sobre todo, una catástrofe parecida a la que provocó el terremoto que asoló la capital de México en 1985, cuando dos hospitales se desplomaron aplastando con sus escombros a más de 800 personas. Unas 6.000 camas quedaron destruidas y se ocasionaron unas pérdidas de más de 640 millones de dólares (unos 780.000 millones de pesetas).

Según la OMS, la construcción de edificios resistentes a los desastres sólo encarece el coste total en un 1%. Con ello se contribuiría, además de salvar el edificio, a preservar lo más valioso del hospital, que es su contenido: quirófanos, abastecimientos médicos, laboratorios, etcétera, que en caso de desastre natural deben funcionar eficazmente.

Pero la protección de estos edificios no sería suficiente sin una planificación anticipada que asegure que la gente sabe lo que tiene que hacer a fin de salvar el mayor número de víctimas posible. En este punto se hace imprescindible la preparación del personal, especialmente en los hospitales, para hacer frente a cualquier eventualidad.

Por ello es fundamental la información, la prevención y sobre todo la capacidad de una respuesta general y rápida en este tipo de situaciones.

Asimismo, es importante mitigar los efectos tanto económicos como sociales y hacer posible que las comunidades y en particular los grupos vulnerables más afectados puedan reanudar sus actividades y recobrar lo antes posible la normalidad.

El aumento de la infraestructura y la preparación para hacer frente a cualquier imprevisto natural han contribuido en los últimos años a reducir el número de víctimas de manera espectacular en los países desarrollados. La realidad económica también tiene su parte en la gravedad de las consecuencias, pues los más afectados siguen siendo los países más pobres y que menos medios tienen para llevar a cabo medidas preventivas.

En el último decenio se calcula que las sequías ocasionaron más de 560.000 muertos, seguidas por más de 120.000 víctimas de terremotos y más de 61.000 personas perecidas en las inundaciones, según un estudio de la Universidad católica de Lovaina de Bruselas. Los ciclones, las tormentas, las erupciones volcánicas o las mareas se cobraron, según las mismas fuentes, unas 110.000 víctimas. Estas cifras son puestas en entredicho por la mayoría de las organizaciones de la ONU, que estiman que el número real de víctimas es mucho mayor. Sólo en 1992 las pérdidas económicas se cifraron en unos 62.000 millones de dólares.

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