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El líder de la OLP tiene ahora que vencer a los irreductibles

El pacto con Israel suscita más preguntas que respuestas entre los palestinos

Nunca Arafat había sido entrevistado por un reportero de la televisión pública israelí. Ese muro también ha caído. Los telespectadores israelíes contemplaron el pasado fin de semana la insólita escena del apretón de manos entre su compatriota Yoni Ben-Menahem y el líder palestino. Y es que Arafat tiene ahora más problemas con su propia gente que con sus enemigos históricos. Condenado a muerte por el extremista prosirio Ahmed Jibril y desautorizado por los izquierdistas Georges Habash y Nayef Hawatmeh, Arafat va a tener que pelear duro para conseguir que el conjunto de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) apruebe su apuesta por la paz. Arafat ya se las vio y se las deseó para lograr el apoyo de su propio grupo, Fatah, al proyecto Gaza-Jericó primero. Le fueron necesarias tres largas y tormentosas sesiones de discusiones en Túnez, y aún así cuatro de los doce miembros del comité central se reservaron su oposición al proyecto. Ahora, Abu Amar, el nombre que le otorgan sus partidarios, tiene que obtener la luz verde del comité ejecutivo de la OLP, en el que Fatah es mayoritario, pero en el que también están representados los grupos de Habash y Hawatmeh, que ya han declarado que piensan seguir con sus acciones contra Israel."Este no es un acuerdo entre Israel y la OLP, sino entre Israel y Arafat, y además es un acuerdo que no traerá paz al pueblo palestino", afirmó Hawatmeh el pasado sábado. "Seguiremos luchando contra el enemigo sionista desde los países árabes vecinos", declaró Habash ese mismo día. El comité ejecutivo de la OLP se reunirá el próximo jueves. Un tercio de sus 18 miembros combatirá con saña el acuerdo.

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Los colaboradores de Arafat aseguran que la luz verde del comité ejecutivo será suficiente para poder dar los pasos que quedan hasta la ceremonia de firma de la paz en Washington. Israel no está tan convencido. Para el Estado hebreo, el actual proceso no puede materializarse si la OLP no elimina de su Carta Magna el artículo que afirma: "El reparto de Palestina en 1947 y el establecimiento del Estado de Israel son completamente ilegales". - Pero Arafat, que ya hace años que declaró "caduco" ese artículo, no puede satisfacer ese deseo israelí sin el apoyo del Consejo Nacional Palestino, el parlamento de la OLP. Reunir ese organismo, compuesto por 600 personas, no es tan fácil, y, además, una vez constituido puede ser el escenario ideal para que Habash, Hawatmeh y los suyos organicen todo un escándalo.

Mientras los representantes de Arafat y del Gobierno laborista de Israel buscan la fórmula que permita superar ese escollo, los especialistas en Oriente Próximo se interrogan sobre el futuro de la OLP. ¿Puede seguir sobreviviendo esa organización a la actual aceleración del proceso de paz? ¿Cómo puede reconvertirla Arafat en una administración casi estatal con competencias sobre la franja de Gaza y el oasis de Jericó? ¿Cómo fundir las personalidades e intereses del veterano movimiento de resistencia con los de los notables palestinos de los territorios ocupados?

La cuestión de la futura policía de los territorios autónomos resume todas estas contradicciones. ¿Serán los agentes de la autoridad palestina habitantes de Gaza y Jericó o fedayin traídos desde los campamentos de Líbano, Yemen y Sudán? ¿Cómo podrán reconvertirse los viejos lobos de tantas guerras en educados guardias de tráfico? ¿Procederán exclusivamente los fedayin repatriados de las filas de Fatah o habrá gente de los grupos de Habash y Hawatmeh? Como es habitual en este atormentado rincón del mundo, las preguntas se multiplican antes de que comience a haber respuestas.

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Colaboración israelí

Lo único casi seguro es que el chivo expiatorio del proceso de paz será el movimiento integrista Hamás, el competidor que en los últimos años le ha salido a la OLP en los territorios ocupados, en particular en la miserable franja de Gaza. Fuentes de los servicios secretos israelíes confirman que éstos estan dispuestos a entregar a la futura policía palestina toda la información posible sobre Hamás. Para Israel, el acuerdo Gaza-Jericó primero es una manera radical de dejar a Arafat y a los suyos la tarea de reprimir a los integristas. Gaza y Cisjordania pueden ser el escenario de una guerra civil larvada como la que enfrenta desde hace dos años al Ejército argelino y al Frente Islámico de Salvación.

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