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Entrevista:

"Ni un paso más allá de Maastricht, pero todo Maastricht"

Lluís Bassets

"No iremos más lejos que Maastricht, pero aplicaremos todo Maastricht". Éste podría ser el lema de la presidencia belga del Consejo de Ministros de la CE, que empieza el 1 de julio, tras un año entero dominado por el euroesceptícismo de las presidencias británica y danesa. Jean-Luc Dehane, el primer ministro que se ocupará de este dificil relevo, asegura que trabajará con dos prioridades: aplicar el tratado, con la entrada en la segunda fase de la Unión Económica y Monetaria el 1 de enero próximo, y el desempleo.

Jean-Luc Dehaene llegó al despacho de primer ministro en marzo de 1992, con 49 años, en sustitución de un personaje eterno, Wilfried Maertens, que venía formando Gobiernos desde 1979. El nuevo Ejecutivo -como siempre, de coalición en este pequeño, pero complicado país- reunía esta vez a socialcristianos y socialistas. Dehaene ha conseguido superar en 16 meses las numerosas crisis latentes en un Gabinete donde conviven flamencos y valones, socialistas y socialcristianos, a costa de unas buenas dosis de impopularidad que es característica de los políticos belgas cuando están en el poder, y ha culminado también la reforma constitucional, iniciada hace más de veinte años, que ha convertido a Bélgica en un Estado federal.

Pregunta. ¿Comparte usted la decepción del Parlamento Europeo (PE) por los escasos resultados del Consejo Europeo de Copenhague?

Respuesta. No. La presidencia danesa ha trabajado en condiciones difíciles, con un cambio de Gobierno nada más empezar. Ha rendido un gran servicio a Europa al aprobar el Tratado de Maastricht en referéndum. La cumbre ha pedido un Libro Blanco sobre el paro a Jacques Delors que sentará las bases para nuestro trabajo. No se puede decir que no han conseguido nada.

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P. Pero la presidencia belga no podía empezar en peores condiciones.

R. Es exacto desde el punto de vista de recesión económica, pero tenemos la suerte de que el Tratado de Maastricht ha sido ya ratificado. Ahora podemos poner en marcha Europa. Es una de las prioridades de nuestra presidencia. El tratado debe ser aplicado. Pondremos en marcha la PESC (Política Exterior y de Seguridad Común), la política policial y judicial, la ciudadanía europea, el mediador europeo y el reforzamiento del Parlamento, el Comité de Regiones y ante todo la segunda fase de la Unión Económica y Monetaria el 1 de enero de 1994. Estoy muy tentado por la idea de una cumbre especial que reactive a Europa con Maastricht ya ratificado y designe la sede del Instituto Monetario Europeo (IME).

P. ¿No existe el peligro de un aplazamiento de la segunda fase de la unión económica y monetaria precisamente por falta de tiempo para poner en marcha el IME?

R. Éste es el desafío de nuestra presidencia: necesitamos tener el presidente y la sede del instituto para evitar que el 1 de enero demos la impresión de que no sabemos adónde vamos, con el consiguiente problema que puede plantear en los mercados monetarios.

P. ¿Es usted partidario de abrir el debate sobre los criterios de convergencia en su presidencia?

R. No. Sería un error desencadenar una discusión sobre los criterios ahora. Hay que hacerlo en 1996, y no sabemos cuáles serán las condiciones económicas entonces. Sería casi como invitar a los Doce a la dejadez presupuestaria. El control del déficit es imprescindible.

P. Cierta prensa anglosajona le acusa de querer regresar al superestado europeo y al federalismo.

R. Sí, nos describen como fundamentalistas europeos. Es verdad que Bélgica, fundadora de la Comunidad Europea, cree en Europa, y tenemos una visión que supera la zona de libre cambio o la cooperación intergubernamental. Nuestra ambición es que el Tratado de Maastricht, que es fruto de un compromiso, sea plenamente operacional. No iremos más lejos que Maastricht, pero aplicaremos todo Maastricht.

P. ¿Renuncian entonces al federalismo?

R. No. Tenemos una idea clara de lo que debe ser Europa. Pero no significa que demos ni un solo paso más allá del tratado. Maastricht no es nuestro objetivo final, sino que es un tratado dinámico, que contiene también una perspectiva de lo que debe suceder después.

P. ¿Qué otraspreferencias guiarán su presidencia?

R. La reactivación económica y el empleo. Estamos muy contentos con el presidente Delors y su idea de una reactivación europea. Ha hecho un buen diagnóstico sobre la reactivación y ha recibido el encargo de estudiar los obstáculos estructurales de la economía europea en un Libro Blanco para el Consejo Europeo de diciembre. Éste es el mejor comienzo que podíamos tener para nuestra presidencia.

P. ¿Están ustedes, los socialcristianos, dispuestos a seguir la retirada que empezó a su izquierda hasta abandonar sus ideas sobre la economía social de mercado?

R. Al contrario. La economía social de mercado es una característica europea. Tiene algunos obstáculos que ahora se trata de superar: poca flexibilidad en el mercado de trabajo, cargas excesivas sobre los costes del trabajo... La protección social tal como está organizada es un freno para el empleo. Debemos tener la valentía de tomar decisiones difíciles, pero manteniendo las características de la sociedad europea.

P. ¿Va a defender en su presidencia la fecha del 1 de enero de 1995 para la adhesión de los cuatro candidatos (Austria, Finlandia, Suecia y Noruega)?

R. Es la fecha decidida en Copenhague. Tiene la ventajaciación y nos dice que avanzamos. En cualquier caso, los países candidatos deben participar como socios en la conferencia intergubernamental convocada para 1996, en la que se debe revisar el Tratado de Maastricht.

P. La presidencia danesa ha evitado comprometerse en el conflicto de los Balcanes. ¿Seguirá usted la misma línea?

R. Se habla con prisa excesiva de los fracasos de la CE en Bosnia. Lo que sucede en la ex Yugoslavia es repugnante, pero sucede porque hay líderes que no aceptan ninguna regla de comportamiento internacional. La CE está haciendo un gran esfuerzo humanitario y de mantenimiento de la paz para evitar un desastre mayor. Hemos hecho un trabajo enorme para llegar a un acuerdo negociado mediante la presión y las sanciones. Debemos seguir este camino.

P. Si no se aplica la resolución de Naciones Unidas, ¿está usted de acuerdo con que se levante el embargo sobre los musulmanes de Bosnia?

R. Si no somos capaces de aplicar la resolución y no mandamos los soldados suficientes para asegurar ciertas zonas, habrá que extraer las consecuencias. Es lo que le hemos dicho al canciller Helmut Kohl en Copenhague. Su petición de levantamiento del embargo no es compatible con la presencia de las tropas de Unprofor. Hay que medir las consecuencias de lo que sucedería si estas tropas se retiran.

P. Usted es un federalista europeo, pero también belga. ¿Cómo vincula ambos federalismos?

R. Son complementarios e indisociables. En toda Europa se constata una tendencia de las regiones y comunidades hacia la autonomía. Hay que dar mayor margen de maniobra a las entidades más próximas al ciudadano. Pero hay que evitar que estas autonomías sean sublimadas y se conviertan en un fin en sí mismas. Yugoslavia nos enseña que la historia se repite con mayor facilidad de lo que se cree. Si hay una señal a tener en cuenta del no danés a Maastricht en 1992 es que Europa no se realizará si no hay margen para la diversidad. Europa no debe impedir que cada uno sea él mismo.

P. Pero la reforma constitucional belga dirigida por usted ha sido percibida por muchos como un paso hacia la secesión.

R. En absoluto. Lo que hemos hecho es la transformación de un Estado unitario en un Estado federal. Ahora debe haber un respiro, pero eso no significa el fin de toda evolución en el futuro

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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