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JORNADA EUROPEA CONTRA EL PARO

El castillo inaccesible

Desde el paro no se acierta con el perfil que quiere el mercado de trabajo

En el paro se busca la salida y no hay forma de encontrarla. Es como una incómoda estancia -en la que caben tantos habitantes como tiene-Madrid y en la que, por lo visto, aún hay sitio para más gente.Cuando se está en esta situación parece que no hay manera de gustarle al mercado de trabajo. Por h o por b siempre hay un motivo por el que no se localiza la puerta coronada por un letrero que reza exit o salida. Es entonces cuando el mundo laboral se convierte en un castillo inaccesible. Hay parados a quienes no se les contrata por ser jóvenes, otros por no tener experiencia, o por ser viejos de 35, 40 o 54 años, por su acento o, simplemente, porque no hay trabajo.

Es la cruz del desempleo que afecta a 3.047.100 españoles, repartidos casi a partes iguales entre hombres y mujeres, según la última Encuesta de Población Activa (EPA) que elabora el Instituto Nacional de Estadística. De éstos, 2.471.412 estaban inscritos en febrero en las oficinas del Instituto Nacional de Empleo (Inem).

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Tras llevar más de un año sin empleo, Adolfo C. Algora ve el mundo laboral "como un gigantesco castillo con la puerta siempre cerrada". En una de las vueltas que da la vida llegó al paro tras trabajar 20 años. Reconoce que, al principio, se lo tomó como un descanso. El día de su bautismo en la cola del paro se preocupó de lustrarse los zapatos. Pero cuando habían pasado seis meses y mandado 100 currículos, decidió salir de su casa con un maletín cada mañana durante 15 días ante la sospecha "de que los vecinos desean saber si trabajo o no". Ya ha pasado un año, y, cuando se realiza este reportaje está dispuesto a coger lo que le den. "Es la dignidad de poder trabajar lo que realmente importa", escribe a EL PAÍS.

"Cuando estudiaba Derecho, en el banco donde estaba empleado mi padre me dijeron que yo trabajaría con ellos. Hace unos meses le prejubilaron. Yo entraría a cambio de su salida. Y ahora que él está fuera y que yo he acabado la carrera, me dicen que no pueden contratarme". Es el resumen que Belén Sierra, de 26 años, hace de sus perspectivas laborales. En el resto de lugares donde ha pedido trabajo la han rechazado por no tener experiencia. "No me admiten ni de pasante en un despacho sin cobrar ni un duro", se queja. Belén busca trabajo desde septiembre de 1992.

Con las pocas vacas que hay en Madrid, Teresa Vázquez, veterinaria de 26 años y que lleva un año en paro, lo tiene un poco crudo para encontrar trabajo. Ella lo sabe, así que ha abierto al máximo su punto de mira laboral para dejar de ser una de las 905.000 mujeres de entre 25 y 54 años paradas, según los datos de la Encuesta de Población Activa. "Todavía no he llegado a pensar en tirarme por la ventana, pero me agobio. Me acuerdo de las tiempos en que trabajaba porque, a pesar de los inconvenientes, estaba satisfecha con mi independencia económica",- cuenta de un tirón. Ha mandado su currículo a 20 empresas y sólo le ha contestado una, "para agradecerme que les hubiera escrito".

Paro universitario

Tanto Belén como Teresa son universitarias. También a tenor de la información de la Encuesta de Población Activa, el paro entre los universitarios ha aumentado un 29,49% del primer al segundo semestre de 1992, mientras que el desempleo en el resto de la población activa aumentó un 13,4%. Si el pasado mes de junio había 197.000 titulados s paro, en diciembre la cifra ascendió hasta 255. 100.

Una viuda anónima de 54 años, Rafael Lasheras y Francisco Velázquez, ambos de 35 años, tienen en común varias cosas, pero la más llamativa de todas es que los tres son tachados de viejos por el mercado de trabajo. "Yo estoy en el final de mi vida laboral", reconoce esta simpática mujer con dos hijas. Pero le parece "una barbaridad" la cantidad de gente joven que integra las listas del paro. En las oficinas del Inem de toda España hay inscritas 1.200.000 personas entre 18 y 30 años, según el paro registrado (los datos de la EPA reflejan que hay más de un millón de jóvenes entre 16 y 24 años buscando trabajo).

Rafael Lasheras, camarero-octelero de profesión una vez que abandonó su trabajo de dependiente de las zapaterías Guerrilleros, no se toma con tanta calma su situación. "Tengo un, problema muy gordo, soy demasiado mayor con mis 35 años", dice. Lleva desde enero de 1992 "sin currar". Asegura que se vuelve "loco" buscando un bar, pero, nada, que no hay trabajo; excepto alguna empleo veraniego en Ibiza.

Francisco Velázquez, analista programador, se encuentra con el mismo obstáculo: la vejez laboral prematura. Ha trabajado toda su vida en el sector informático y ha estado en dos cortos periodos en el paro. "Pero en esta ocasión hay un factor de incertidumbre en el país" que, a su juicio, entorpece su salida a flote. Está dispuesto a cobrar menos dinero "ntes que estar tocándome las narices", explica. A pesar de que sólo tiene 35 años, considera que está "en una edad límite". Tanto Rafael como Francisco pertenecen al grupo de más de 807.000 varones de entre 25 y 54 años sin trabajo que ha detectado el Instituto Nacional de Estadística, encargado de elaborar la EPA.

Giro de 180 grados

Estos tres parados tienen el problema de la edad para conseguir salir del paro. V.A, licenciado en empresariales, casado y con dos hijas, se ha encontrado que cuando el mercado de trabajo está en sus horas bajas, su acento sudamericano se puede volver en su contra.

Otros, como Fernando Díaz, de 28 años, han decidido aprovechar su situación para dar un giro e intentar ganar en calidad de vida. Uno de los miles de puestos de trabajo de las multinacionales que han desaparecido en los últimos meses era el suyo. La compañía no logró negociar con los sindicatos la regulación de empleo, con lo que la hizo voluntaria. Y él se acogió a una baja incentivada para huir del atasco diario en caravana que tenía que sufrir para llegar cada mañana a tiempo a su empresa. "Porque ya me dirás quién puede comprar un piso en el centro de Madrid", se queja. "Me marcho a Alicante, con mi mujer y nuestro hijo, para montar una pequeña sociedad laboral del sector de servicios, fuera del agobio de Madrid".

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