Clinton afirma que la propia seguridad de Estados Unidos pasa por la ayuda a Rusia
El presidente estadounidense, Bill Clinton, anunció ayer que acude a su reunión de mañana en Vancouver con su homólogo ruso, Borís Yeltsin, dispuesto a sellar una "alianza estratégica" con el proceso de reformas que se desarrolla en la que, hasta esta cumbre, era la segunda superpotencia mundial. Clinton manifestó que el paquete de ayuda que va a ofrecer a Yeltsin, sobre el que no ofreció cifras, no es un acto de caridad, sino que tiene como fin último la defensa de los intereses de Estados Unidos.
En vísperas de su primera salida al extranjero desde que accedió hace dos meses y medio a la Casa Blanca, Clinton declaró que "es esencial que Estados Unidos actúe prudente, pero urgentemente para hacer todo lo posible para fortalecer una alianza estratégica con las reformas en Rusia".El presidente estadounidense admitió, en un discurso ante la organización de editores de periódicos, que Estados Unidos no puede garantizar el futuro de Rusia, pero añadió: "Tenemos que hacer lo que podamos y tenemos que hacerlo ahora".
El discurso de Clinton, que ayer mismo viajó hacia Portland (Oregón), en escala hacia Vancouver, estuvo esencialmente dirigido a convencer a la opinión pública norteamericana, reacia a ayudar a Rusia en difíciles momentos para la propia economía de este país, de que "el triunfo de las reformas en Rusia es una oportunidad histórica de garantizar la propia seguridad de Estados Unidos". "No podemos dejar de invertir en la paz ahora que la hemos obtenido", añadió.
Bill Clinton explicó que la consolidación de los cambios que se desarrollan en Rusia afirmará el liderazgo de Estados Unidos, tanto en el terreno político como en el económico.
Clinton, que el miércoles recibió el respaldo de los cuatro últimos presidentes republicanos a esta política, no dio detalles específicos sobre el programa de ayuda que presentará a Yeltsin, aunque dijo que estará destinado a fomentar, no sólo la colaboración de Gobierno a Gobierno, sino de pueblo a pueblo y de empresa a empresa. Añadió que la ayuda contribuirá a modernizar el sistema productivo ruso y no se limitará a Moscú, sino que pretende abarcar a la mayor parte de las regiones del país.
Aunque el presidente norteamericano no mencionó cifras en su discurso -el más brillante y articulado de cuantos ha pronunciado hasta ahora sobre política exterior-, funcionarios de la Administración han informado en las últimas horas sobre algunos detalles del plan.
Dos fases
Según esas fuentes, Estados Unidos no aprobará inmediatamente nuevas partidas de dinero destinado a la ayuda a Rusia, aunque está previsto que la Casa Blanca presente, después de la reunión de Vancouver, una solicitud para que el Congreso apruebe 700 millones de dólares para determinados programas de asistencia económica a ese país. Esa cantidad estaría incluida en el presupuesto de 1994, que se aprueba el próximo mes de octubre.
Clinton tiene previsto presentar a Yeltsin un programa de ayuda en dos fases. La primera sería financiada con los 500 millones de dólares que ya fueron aprobados por el Congreso durante la Administración de George Bush y que todavía no han sido utilizados. Esta fase entraría en funcionamiento inmediatamente después de la cumbre y tendría como fin el de financiar programas concretos, urgentes y, en general, relacionados con la iniciativa privada.
La segunda fase de ese programa será decidida una vez que Clinton escuche del propio Yeltsin cuáles son las necesidades de corto y medio plazo de la economía rusa para potenciar la construcción de un sistema de mercado y las reformas políticas promovidas por el presidente ruso.
Terminada la cumbre, Clinton consultará con el Congreso y con los miembros del grupo de los siete países más ricos del mundo para proponer un nuevo presupuesto de ayuda. En esa segunda fase, Estados Unidos tiene previsto actuar con un programa unilateral y, al mismo tiempo, ejercer su influencia para que los demás países occidentales presenten similares proyectos de ayuda.
Lo que hasta ahora han revelado portavoces de la Administración sobre el plan de Clinton para Rusia no supone, en realidad, una gran novedad, ni satisface por completo las angustiosas llamadas de ayuda hechas reiteradamente por Borís Yeltsin. El único aspecto en el que esta Administración quiere sentar una diferencia con la anterior es en el de que la ayuda debe evitar los canales burocráticos, donde se difumina entre la ineficacia y el desorden del sistema ruso actual, y concentrarse en el respaldo a iniciativas concretas e inmediatas.
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