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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pecados letales

Haciendo honor a este tiempo de desguace de sueños, con su obscena liquidación de máscaras y la atolondrada pretensión de abolir el azar con dados cargados, vivimos también, como es sabido, una fulgurante moda de corte y confección de pecados de nuevo cuño. Los sucesores del padre Astete escalan así a velocidad de vértigo -dorada miseria- las más altas cimas del hit parade.Quienes digieren aún mal tanta náusea encontrarán sin duda un antídoto eficaz en las inefables maneras del gran William Burroughs. Sujeto que sabe -y mucho- de sueños y desguaces, de máscaras, impudicia y trampas tendidas al azar, Burroughs se ha metido ahora a acuñar, a su lúcido aire, el rostro verdadero de los siete pecados capitales.

William S

BurroughsGalería Sephira. General Oraa,19. Madrid. Hasta el 31 de enero.

Así, la exposición centra sus mejores disparos, y nunca mejor dicho, en una espectacular edición que enfrenta, en siete dípticos, imagen y texto de cada uno de estos novísimos, y únicos genuinos, pecados mortales. Letales, nos advierte Burroughs, porque todos ellos degradan un instinto natural y, mutilando la esencia del deseo, nos revelan en la condición de subhumanos.

Como héroe ejemplar de la vanguardia más radical del siglo, Burroughs es también un moralista. A nadie sorprenda esta afirmación. En la vida o la escritura como en cualquier acto creativo de otro orden, y en todo ello como una única e indivisible entidad, su despiadada exploración de límites es en última instancia, como en los iluminados un desgarrado anhelo de pureza.

En el relato, que enhebran aquí, con igual intensidad, los grabados y el texto, vuelve a sorprendernos la exhuberante y vital invención que Burroughs sigue desplegando, ya casi en el umbral de los ochenta años, con insultante impudicia. El torrente de la palabra encuentra, su, doble especular en la eléctrica y suntuosa energía de las imágenes. Y ambas tiran, por igual, "con bala", pues no en vano las texturas de fondo son, en uno y otro caso, huella de maderas perforadas por disparos de carabina.

Junto a la edición de los pecados, la muestra se completa con una pequeña serie de pinturas sobre papel que incluye, a su vez, algún ejemplo, memorable de su poderosa tensión caligráfica. Entre estos, destacaré un mórbido guiño a la Gertrude Stein de a rose is a rose is a rose, ese mítico aiku en el que la columna sin fin se hace palabra, inaugurando una estirpe de libertad en la que se inserta de modo ejemplar la voz del propio Burroughs. Y como en ella, ignoramos también ahora si es este el catecismo que salvará al mundo, mas sabemos con certeza que lo hace, secreta y terriblemente, habitable.

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