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La lluvia alivia la sed en el Campo del Retorno

La tempestad que se abatió ayer sobre el escuálido campamento que alberga a más de 400 palestinos desterrados por Israel a tierra de nadie en el sur del Líbano fue una maldición a medias. Empeoró las condiciones de la pequeña ciudad de carpas, pero trajo alivio porque las reservas de agua se habían acabado al sexto día. Los palestinos saciaron la sed con el agua de la lluvia acumulada en cubos de plástico, pero la situación alimentaria se torna dramática.El Ejército libanés continuó ayer bloqueando el acceso a los camiones de las Naciones Unidas con ayuda humanitaria para los deportados. Esta decisión está en línea con las palabras del presidente, Elías Haraui. En su mensaje navideño, el mandatario reiteró que el Gobierno de Beirut no es responsable ni de la seguridad ni del bienestar de los palestinos. Haraui también exigió sanciones de la comunidad internacional contra Israel, "similares a las que se aplican en otros casos de agresión en la región y el resto del mundo".

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Yasir Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina, trasladó ayer la responsabilidad sobre la suerte de los deportados al Consejo de Seguridad de la ONU en una entrevista concedida a la cadena de televisión estadounidense CNN. "La responsabilidad es del Consejo de Seguridad, no de los libaneses, ni de los palestinos, ni de los árabes", declaró Arafat.

Un portavoz del organismo de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos describió la situación de los deportados como "insostenible". "Se les ha agotado el agua potable y sólo tienen comida para un día mas", afirmó Zuheir Abdalah.

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Dos palestinos enfermos -uno aquejado por una aguda afección renal y el otro por esquizofrenia- fueron evacuados en vehículos de la prensa hasta el hospital de una aldea cercana. Los palestinos habían pedido el -martes alimentos, medicinas y una ambulancia para casos de emergencia, pero la negativa del Gobierno libanés a verse involucrado en lo que considera un problema de estricta responsabilidad israelí continúa bloqueando toda ayuda humanitaria.

Los deportados dicen que están dispuestos a morir en tierra de nadie antes que aceptar su traslado a otro lugar que no sean sus hogares. El doctor Abdul Azis al-Rantisi, prominente figura de Hamas en la ocupada franja de Gaza, dijo que los deportados no aceptarán ninguna invitación de países árabes.

Indiferente a la presión diplomática y al sufrimiento de los deportados, el Gobierno de Israel reafirmó ayer que su decisión es irrevocable. "Nuestra misión es impedir que regresen o entren a la zona de seguridad", dijo el general israelí, Gabi Ashkenazi, refiriéndose a la franja de 900 kilómetros cuadrados que el Ejército israelí ocupa en el sur del Líbano a pesar de la resolución 425 de las Naciones Unidas aprobada en 1978. "La decisión del Gobierno es clara y definitiva: no volverán", añadió.

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