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Las tropas de EE UU escoltan el primer convoy de ayuda humanitaria en Somalia

Nada parece haber cambiado en Mogadiscio después de que los principales señores de la guerra, Mohamed Farah Aidid y Mohamed Alí Mahdi, firmarán el viernes un acuerdo de paz. La noche estuvo salpicada de tiroteos y la línea verde que divide la ciudad sigue cerrada. Las tropas estadounidenses, que ayer por primera vez escoltaron un convoy de alimentos a la parte norte de Mogadiscio, han endurecido los controles.

La reunión que debían haber mantenido ayer Malidi y Aidid se ha aplazado hasta la próxima semana. "No sabemos lo que va a pasar. Mahdi no tiene pretensiones políticas, es un gran hombre de negocios. Aidid, en cambio, es ambicioso y no podemos confiar en su palabra ni en la de sus hombres", decía AbdeIrashid en Mogadiscio norte. "Estamos contentos con el acuerdo, pero no nos podemos fiar de la gente de Mahdi. Son nómadas, sólo saben matar gente", comentaba Ahmed en Mogadiscio sur.Las reacciones de los jóvenes seguidores de uno y otro jefe militar no hacen prever que el pacto de Aidid y Mahdi constituya un primer paso demasiado firme para la pacificación del país. "El acuerdo no significa nada. Mahdi y Aidid no controlan a su gente".

"En sus bandos hay milicia y hay gánsteres, que son los más poderosos. Más que señores de la guerra, parecen presidentes de esos comités tontos para recaudar fondos", comenta Rick Grant, portavoz de la organización humanitaria CARE.

La tripulación de un helicóptero de combate estadounidense abrió fuego contra varios vehículos somalíes equipados con armas pesadas, en las proximidades de la embajada de EE UU, en Mogadiscio. El incidente provocó varias víctimas, según informó un oficial de los marines, que no especificó si se trataba de muertos o heridos.

A las diez de la mañana, Paul Mitchel, del Programa Mundial de Alimentación, se paseaba nervioso en el puerto de Mogadiscio durante los preparativos del convoy que debía ser escoltado por los marines hasta el territorio de Malidi. Veinte toneladas de arroz y judías repartidas en tres camiones y 60 marines distribuidos en tanquetas se pusieron en marcha al mediodía. "Nunca he estado en el norte desde que empezó la guerra. Nadie del sur se atreve. Nos matarían", decía Rashid, uno de los conductores del convoy.

El estado del norte de la capital, que engloba el casco histórico, es desolador. Los palacetes almenados, los edificios blancos con sus celosías y los minaretes se erigen sombríos y agujereados, como fantasmas del pasado. No queda nada en pie. Decenas de mujeres y niños se agolpaban al paso del convoy cantando y dando palmadas.

Las 20 toneladas fueron descargadas en la sede de una organización de cooperación italiana mientras algunos jóvenes se paseaban con los Kaláshnikov en las manos. La caravana regresó sin incidentes, salvo por varios choques entre vehículos de periodistas, que habían confundido el convoy con el Rally París Dakar.

Controles

A pesar de las palabras del portavoz de las fuerzas estadounidenses el jueves, que aseguró que no se buscarían armas específicamente, todos los vehículos son vaciados y registrados en algunos controles de los marines. La actuación de las tropas norteamericanas ha levantado agudas críticas de las organizaciones humanitarias, quienes les acusan de no cumplir con su cometido: proteger el reparto de la ayuda alimentaria. La tardanza de los norteamericanos en llegar hasta la región de Baidoa, donde 200.000 personas pasan hambre y dondelos cooperantes han sufrido ataques en los últimos días, ha acabado con la paciencia de las organizaciones de ayuda. "Nos han dicho que llegarán dentro de siete días. Tardar dos días más es ya tardar demasiado", brama Rick Gare. En Baidoa, Kasnayu o Bardera, los asaltos a las sedes de las organizaciones no gubernamentales se han convertido en parte de la rutina diaria. Los portavoces estadounidenses insisten en no decir nada.

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