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La Comision Europea sufrirá en 1993 una de las reformas más profundas de su historia

Lluís Bassets

La hora de las reformas ha llegado a la Comisión Europea. Las piden los Estados miembros de la Comunidad Europea (CE), que quisieran aligerar la burocracia de Bruselas, y las exigen las nuevas tareas que deberá enfrentar la CE a partir del 1 de enero de 1993. El fregado afectará a todos, empezando por los 17 comisarios. Además, si el presidente de la Comisión, Jacques Delors, no se da prisa, las reformas pueden quedar obsoletas por la crisis comunitaria y por la acción de sus numerosos enemigos, británicos principalmente, que desearían su desaparición política y su sustitución por alguien menos combativa mente europeísta.

La Comisión Europea se halla enfrentada, a partir del 1 de enero de 1993, a un catálogo impresionante de nuevas tareas: el funcionamiento del mercado único, la posibilidad de una ampliación sin precedentes a los países del centro de Europa y de Escandinavia, la ayuda y cooperación con todos los nuevos países ex comunistas, sus nuevas responsabilidades políticas, comerciales e incluso de defensa, derivadas del desarrollo del Tratado de la Unión Europea, y entre ellas, o en su centro, la unión económica y monetaria.Ciertamente, hay un problema de adecuación a los nuevos tiempos. Pero ante todo es una cuestión de simple racionalización. Bastarán algunos ejemplos: las cuestiones medioambientales se hallan dispersas en 10 direcciones generales, dos institutos y una fundación, según ha señalado recientemente el Tribunal de Cuentas de la CE. Según otro estudio, el derecho alimentarlo se halla repartido entre tres direcciones generales; el sector audiovisual, entre cuatro, y las competencias del Tratado CECA (carbón y acero), entre ocho.

Dispersión irracional

Las oficinas de la Comisión se hallan irracionalmente dispersas en 49 locales en distintos puntos de Bruselas. Los 17 comisarios cuentan con un reparto de tareas acomodado a los equilibrios entre Estados, partidos en la oposición y en el Gobierno y apetencias y cualidades personales, pero con numerosos solapamientos y desequilibrios.

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Delors percibió claramente que debía acometer la reforma a. fondo de la Comisión cuando recibió el encargo de coordinar la ayuda a la antigua Unión Soviética y advirtió la escasez de medios. Encargó a un grupo de trabajo la realización de un estudio, significativamente llamado Screening (Criba, en español), que ha observado al detalle todos los solapamientos y disfunciones. A pesar de todo, la criba propone aumentar en 1.800 puestos los efectivos humanos de la Comisión, 400 de los cuales pueden obtenerse mediante reconversiones. La Comisión cuenta ahora con casi 16.000 funcionarios.

Del estudio se deduce también que hay que disminuir el número de direcciones generales, actualmente 23. También sugiere, por ejemplo, que los fondos estructurales sean gestionados por una oficina unificada. Una vieja idea, reducir el número de comisarios a 12, podría aplicarse ya. Alternativamente, se está pensando en crear un núcleo de comisarios seniors, con tareas políticas, y otro de comisarios dedicados a tareas administrativas y de gestión. Dos encargos de primerísima fila están ya dibujados, a la espera de que todo el mundo se muestre de acuerdo: un comisario de Relaciones Exteriores, encargado de la nueva Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), y otro encargado de una cartera similar al MITI japonés (Industria y Comercio Exterior).

Los debates más recientes sobre la necesidad de transparencia, democracia y subsidiariedad están también aportando multitud de sugerencias. Por ejemplo, que un comisario se encargue de las relaciones con los parlamentos nacionales, o que los comisarios deban presentarse ante los parlamentos de los Doce a defender las directrices marco cuando deban ser desarrolladas como le gislación nacional.

La Comisión verá prorrogado su mandato por dos años si se ratifica el tratado, y por cuatro años mientras no sea ratificado, de manera que el 1 de enero pueda seguir trabajando pase lo que pase.

En principio, Jacques Delors deseaba que todos los comisarios prorrogaran también su mandato estos dos años puente establecidos por Maastricht. Pero un número importante de ellos ya. ha comunicado su intención de irse o no han sido confirmados por sus Gobiernos. La crisis de la construcción europea no es ajena a la súbita desgana que ha prendido entre algunos comisarios en Bruselas.

El 6 de enero, pocos días después de la cumbre de Edimburgo, deberá formarse la nueva Comisión Europea. En las pocas semanas que faltan se moverán todos los resortes. El clima político no favorece el surgimiento de grandes nombres para sustituir a los comisarios que quieren irse. Vista además la crisis que atraviesa la CE no faltará quien pida la propia cabeza de Delors. Desde el otro lado del canal de La Mancha, en realidad, no se está haciendo otra cosa desde hace un tiempo.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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