Como todos los grandes
De igual modo que se cerraron las aguas tras el paso de Moisés y su pueblo, nuestro señor el tiempo, como suele, ha acabado suturando la brecha de la tan dolorosamente escindida, a causa de la última y ya brumosa guerra civil, generación poética de 1936. Hoy ya, si no falla mi nómina, sólo queda vivo Juan Gil-Albert, cuyas fuerzas parecen menos que medianas.A Luis Rosales, que ahora se marcha, lo traté poco. Lo he leído, por contra, con asiduidad. Lo continúo y continuaré leyendo.
De los cultivadores de la lírica pertenecientes a su antiguo bando, que acabarían, unos antes, otros después, todos bajo la aceptada capitanía, el ejemplo y la bravura de Dionisio Ridruejo, mandando a paseo aquel desatino de la "literatura de misión", "imperial" o lo que diablos fuese, puro cartón piedra asonetado, acaso sea él el poeta de más largo aliento, sin discusión el de mayor y más sostenida temperatura cordial, el de gracia más honda y secreta, por sosegada, severa y de andadura musical más resonante.
A mí, Dionisio, provisto de un aura personal que impresionaba, me gusta más, sobre todo, en sus guías castellanas y en la prosa de tallo esbelto, sensitiva y algo rilkeana del Diario de una tregua; Leopoldo Panero, sólo en su etapa surrealista de preguerra; Vivanco es grande en su ensayo sobre Moratín, en el dramático y excelente Diario que publicó Taurus, corriendo el 83, sin eco alguno. Valverde es un poeta a caballo de ésta y de la promoción del cincuenta, y por hoy, junto con Aranguren y algún otro maduro, un ejemplo de decoro y ética vigilante, tanto literaria como cívicamente hablando.
Inquina contra el 36
Ha existido una actitud de persistente inquina contra estos hombres del 36 por parte de grandes escritores españoles de hoy: Marsé, Umbral o Vázquez Montalbán, que no les pueden perdonar, tensos, enfurruñados con jerséis de borra y resentidos en su mirada de niños con demasiados ayunos y no pocos familiares fusilados, heridos, apaleados o en la trena. Morirán ellos también sin vaciar del todo el cargador: esa mirada de furia tan comprensible es como penosa. Los falangistas leídos del 36 se apearon del burro públicamente, sin alharacas y con limpieza.
El tiempo, señor impávido,. acabará dejando flotar o no ciertas vidas, algunos libros, tal poema. De entre la excelente poesía, la inteligente, docta y levantada prosa ensayística, las solventes y necesarias antologías de Luis Rosales, mucho quedará a salvo de aquellas cenagosas ninfas, y, al lado de los más altos de la lengua, se mecerán dos libros impares de poesía: La casa encendida y El contenido del corazón. Es lo que, como todos los grandes, discreta, generosa, elegantemente nos deja en concepto de parte mayor de su herencia el maestro granadino cuando se va confundido con la hojarasca de este frío otoño.
Antonio Martínez Sarrión es poeta.
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