El timo del rinoceronte rupestre
Las 20 pinturas prehistóricas descubiertas en Álava resultan ser una falsificación
Los presuntos 13.000 años de antigüedad se han venido abajo por un olvido. El autor raspó las paredes, antes de pintar, con una esponja Vileda. Las cuevas de Zubialde, en la localidad alavesa de Zigoitia, cuyas pinturas rupestres fueron calificadas como "Ia Capilla Sixtina de Álava", van a acabar en los, tribunales. Su descubrimiento en abril de 1990 hizo temblar los cimientos de la provincia, y dos años después se han convertido en la mayor falsificación. Era el descubrimiento del siglo. Hasta empezaban a aflorar intereses turísticos para la zona.
Las pinturas, fechadas en el paleolítico superior, mostraban con excelente calidad lo que podía considerarse como un verdadero catálogo de las que se realizaban en aquella época. Había en total 20 figuras de animales, 49 signos y 6 manchas, todos ellos realizados en rojos y negros.La posibilidad de que el experto falsificador hubiera efectuado sus pinturas sobre auténticos restos prehistóricos será investigada por un juzgado de Vitoria.
Especialistas de la Universidad del País Vasco y de otras instituciones académicas dieron el visto bueno en un principio a la autenticidad, a falta de un estudio que ampliase las primeras impresiones.
El descubridor de la cueva, ahora principal sujeto de la investigación, se convirtió en poco menos que un héroe. Serafín Ruiz Selfa, espeleólogo y en aquel entonces estudiante de cuarto curso de Historia, dio con la entrada de la cueva el 4 de abril de 1990, armado sólo con una linterna. Sin embargo, pasaron siete meses hasta que Ruiz Selfa advirtió de su descubrimiento a la Diputación alavesa: concretamente lo hizo en diciembre de 1990. Su hallazgo fue premiado con 10 millones de pesetas.
Pero ahora el juez deberá investigar a Serafín Ruiz, sobre todo porque el informe de los expertos cita textualmente: "El informe cuidadoso de las diapositivas mostradas por el descubridor muestra que en el tiempo que tuvo acceso a la cueva y antes de su conocimiento por la Diputación Foral se estaban realizando o manipulando algunos de los temas que el equipo encargado del estudio de las cuevas ha catalogado".
Casi perfecto
Por lo demás, todo en el aspecto de las pinturas era casi perfecto a primera vista. Los pigmentos utilizados eran naturales, minerales de hierro y manganeso, y no había presencia de carbón, lo que por otra parte hacía imposible la prueba del carbono 14. Todos los elementos fueron mezclados con piedras y depositados con cierta sabiduría sobre los distintos volúmenes de las rocas de la cueva.
Además, el pintor no arriesgó en su trazo y las figuras no tenían, deliberadamente, demasiado detalle, para evitar incorrecciones: tan sólo dos de reciente detección, la errónea colocación de los colmillos de un mamut y el inusual rabo de una cabra.
No obstante, sin un minucioso análisis químico-físico y biológico realizado durante el último año por un gran equipo internacional, en el que han participado expertos del Museo de Louvre y de las universidades del País Vasco, Zaragoza y Deusto, la cueva de Zubialde, de resultar científicamente comprobada su autenticidad, "hubiera obligado a revisar todo el arte ruprestre".
El informe presentado ayer es concluyente. Señala que ha habido manipulación reciente, en un periodo de meses, y que existen además elementos pintados discordantes con sus contemporáneos y asimismo detecta presencia de fibras abrasivas en casi todas la figuras.
Según el informe, se han realizado seis nuevas pinturas en su totalidad, además de añadidos a tres figuras animales y manipulaciones de otros temas. Unicamente queda por saber si, debajo de las falsificaciones, existían verdaderos restos que podrían datar de época paleolítica. El diputado de Cultura de la institución foral alavesa, Pedro Ramos, declaró ayer que, en ese caso se trataría de un atentado contra un bien cultural. Ya he denunciado el hecho a un juzgado para que lo investigue, declaró.
En poco más de un año el estudio de la cueva ha dado un giro de 180 grados y en este momento ofrece una versión totalmente diferente a la que arrojó el informe preliminar, realizado tres meses después de haber sido denunciado el descubrimiento de las cuevas.
En marzo de 1.991, varios expertos de la Universidad del País Vasco decretaron la veracidad, con pocas reservas, de las pinturas, siempre a falta de un informe ampliatorio, y aseguraron que "sólo un experto en la fauna de la época y que hubiera pasado mucho tiempo en ella sin dejar rastros, hubiera podido falsificar las pinturas". Esa conclusión vino a constituir toda una premonición. Los científicos Jesús Altuna, Ignacio Barandiarán y Juan María Apellaniz, todos de reconocido prestigio, se convencieron prácticamente de su autenticidad después de un informe microscópico erróneo realizado por el Departamento de Tecnología Química del laboratorio Inasmet, Centro Tecnológico de Materiales, de San Sebastián, que no detectó la presencia de material sintético en algunas muestras recogidas de las paredes de la cueva. La repetición posterior de este análisis resultó una pieza clave para desentrañar el fraude.
Un fraude tan bien realizado que ha incluso merecido los elogios del presidente de la Federación Internacional de Arte Rupestre Jean Clottes. Hace sólo dos meses, y tras visitar la cueva, aconsejó su conservación porque, a pesar de ser falsas, dijo que se trataba de un verdadero museo de la falsificación.
Babelia
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