Rushdie, en España
LA PRESENCIA, ayer, de Salman Rushdie en los cursos de verano organizados por la Universidad Complutense en El Escorial, y más concretamente en el seminario dirigido por Mario Vargas Llosa bajo el expresivo título de El novelista y sus demonios, no sólo es una noticia mundial de primera magnitud por lo Infrecuente de sus apariciones tras la condena a muerte qué pesa sobre el escritor desde hace más de tres años; es, también, un cíclico y constante aldabonazo a las conciencias de los seres humanos.Lo terrible del caso es que la condena a muerte, decretada por el régimen iraní a iniciativa del fallecido imam Jomeini, se basa en unas líneas de la obra Versos satánicos, consideradas por ellos mismos como una blasfemia, un atentado cultural al concepto religioso islámico que profesan. Y no hablamos de una condena simbólica: en julio del pasado año fue asesinado el traductor japonés de la obra.
Vivimos tiempos en los que los muros ideológicos, los conceptos redentoristas y hasta los límites geográfico-nacionales han cambiado radicalmente. Lo único que parece inmutable es la intransigencia, el espíritu inquisitorial al que tan proclives son algunos fundamentalismos. El escritor ha decidido aparecer cada vez con mayor frecuencia ante la opinión pública, y, desde la legitimidad de su derecho a la supervivencia, acaba de pedir a España, a su Gobierno y A su Parlamento que intercedan ante sus jueces. No oírle es situarse directamente en el lado oscuro de la vida: el de los potenciales ejecutores.
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