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Caldera: "Basta de apoyos retóricos a América Latina"

"Basta de apoyos retóricos de los países desarrollados a América Latina", advirtió el democristiano Rafael Caldera, ex presidente de Venezuela, en una entrevista concedida a EL PAÍS en su casa de Caracas.Según Caldera, los Gobiernos de los países desarrollados, que llamaron al presidente Carlos Andrés Pérez para ofrecerle su apoyo con motivo de la intentona golpista, deben darse cuenta de que "las democracias de América Latina no necesitan solamente un apoyo político y retórico, sino un apoyo económico que sea de verdad, no de cuentagotas, de un regalito aquí y una iniciativa allá, sino un enfoque a fondo de la grave situación creada por la deuda externa alegremente concedida, alocadamente contraída y en gran parte incorrectamente administrada".

A sus 76 años, Caldera se siente con ganas de pelear de nuevo por la presidencia en 1995, aunque todavía no ha tomado una decisión definitiva. Para Caldera, la situación de Venezuela es muy crítica: "La dirigencia política ha perdido capacidad de convocatoria ante el país, ha perdido credibilidad y la confianza. El clientelismo y la corrupción han dañado. El empresariado ha vuelto a posiciones anacrónicas, cerradas ante cualquier iniciativa de mejora social. Ha aparecido un síntoma preocupante de descomposición en las Fuerzas Armadas. Lo más alarmante es que en el pueblo ha disminuido, hasta ser casi inexistente, el sentido de sacrificarse y de inmolarse por la dernocracia".

Considera Caldera que "la dirigencia política ha contado con la complicidad de los sectores económicos de la comunidad", pero "lo grave es que, años atrás, ante cualquier tipo de alarma, salía caudalosamente el pueblo a defender su libertad. Ese fenómeno, en el presente caso, no se dio, lo que obliga seriamente a reflexionar sobre la situación del país".

Cambio de rumbo

Cree que es indispensable un cambio de rumbo en la política de Venezuela, "el presidente tiene que revisar la política económica que le ha impuesto el Fondo Monetario Internacional (FMI). Por lo menos algún tipo de reajuste tendrá que tomarse, para aliviar esta angustia en que está viviendo el venezolano, cuyos ingresos no le alcanzan para lo esencial. El salario mínimo en Venezuela en este momento es de 6.000 bolívares mensuales, unas 10.000 pesetas, y ahora se está discutiendo si se puede elevar a 8.000 bolívares al mes, que son unas 15.000 pesetas. Mientras tanto, todos los costes de la subsistencia crecen brutalmente. Un litro de leche pasteurizada, antes de empezar este proceso, se adquiría por dos bolívares con 50 céntimos (tres pesetas). Ahora está en 38, y los precios suben y suben".Sin perder el tono mesurado, Caldera arremete con dureza contra la política económica vigente en Venezuela: "Con el dogma de la economía neoliberal, de la liberación completa que nos quieren imponer los organismos internacionales, llegamos al caso de que los monopolios y los oligopolios están llenándose de dinero, están especulando horriblemente y llevando las cosas mucho más allá de lo que la propia situación inflacionaria permitiría".

Asegura Caldera que no ha evolucionado hacia la izquierda: "Estoy en mi misma posición de siempre, pero como las izquierdas han desaparecido con la perestroika y lo que aconteció en el este de Europa, las extremas izquierdas, que me veían como de extrema derecha, ahora se han pasado muchas de ellas a la extrema derecha y me miran como si estuviera a la izquierda".

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Critica Caldera los frecuentes viajes al exterior del presidente Pérez, "la preocupación internacional del presidente de la república ha llegado a un punto tal que la opinión del país considera que él no le atribuye ninguna importancia a los problemas prioritarios".

No cree Caldera que sus posicíones le alejen de su partido democristiano (Copei), sino que "los que están desviados son ellos", y añade: "Sostengo que la crisis del socialismo real en la Unión Soviética y en la Europa del centro y del Este obliga a la democracia cristiana a ocupar un espacio político que le corresponde, que es el de la defensa de los pobres, de los trabajadores, del bien común, la negativa de la idolatría del mercado a que se refería el papa Juan Pablo II".

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