Mil días bajo amenaza de muerte
Cancelados en el Reino Unido los actos de apoyo a Salman Rushdie
Ya son más de 1.000 días oculto. El lunes se cumplieron 1.000 días bajo la amenaza de que algún musulmán fanático o algún asesino a sueldo cumpla la condena a muerte emitida el 14 de febrero de 1989 por el ayatolá Jomeini, por las presuntas blasfemias "contra el islam, Mahoma y el Corán" contenidas en la novela Los versículos satánicos. Al escritor Salman Rushdie no se le concede siquiera el derecho al pataleo. El Gobierno británico ha conseguido que se cancelen los actos de protesta convocados para esta semana, argumentando que es mejor "no enfurecer de nuevo" a las autoridades iraníes y al mundo musulmán.
Lo prioritario ahora, según el ministro de Asuntos Exteriores, Douglas Hurd, es conseguir la liberación de Terry Waite, el último rehén británico en manos de las milicias proiraníes libanesas. "El Foreign Office nos sugirió que el Gobierno de Irán podría interpretar cualquier gran manifestación de apoyo a Rushdie como una acción inspirada por el Gobierno británico, lo cual agravaría la situación de Terry Waite", explicó el lunes Melvyn Bragg, novelista y presentador de televisión, uno de los organizadores de los actos en favor del escritor condenado por Jomeini.El acto principal debía ser una concentración de 24 horas, desde el lunes por la mañana hasta el martes por la mañana, junto al Parlamento de Westminster. Pero los organizadores de la protesta -el mencionado Bragg, Alan Yentob (director de la cadena de televisión BBC-2), Harold Pinter (dramaturgo) y Matthew Evans (presidente de la editorial Faber & Faber)- fueron convocados la semana pasada al Foreign Office, donde se les pidió, al parecer en tono conminatorio, que lo suspendieran todo. Rushdie se apresuró a afirmar, desde su escondite, que la claudicante recomendación oficial constituía "un acto de mala fe", además de "una tontería". Pero los organizadores cedieron al fin, en nombre de la seguridad de Terry Waite y de su esperada liberación.
Más o menos íntima
Optaron por celebrar, al menos, una reunión más o menos íntima en la librería Waterstone's de Charing Cross, en el centro de Londres. En el acto, que se desarrolló de forma casi clandestina, Harold Pinter elogió el coraje de Rushdie: "Ha mantenido una claridad intelectual, una fuerza y una dignidad realmente sobrecogedoras". También se leyeron varios telegramas de apoyo, procedentes de personajes como el presidente de la Federación checoslovaca, Václav Hável; la escritora surafricana premiada con el Nobel Nadine Gordimer; el líder del Partido Laborista, Neil Kinnock, y el líder del Partido Liberal-Demócrata, Paddy Ashdown. Ni una palabra del Gobierno ni de ninguno de sus miembros.Durante estos oprobiosos 1.000 días, Rushdie ha hecho todo lo que estaba en su mano para que la sentencia de muerte fuera anulada. Ha pedido disculpas, ha hecho una declaración pública de su fe musulmana y ha retirado la edición en rústica de Los versículos satánicos. El aislamiento y la tensión han podido con su esposa, que pidió el divorcio. Y el propio Jomeini ha muerto. Pero la condena sigue en pie y, según los teólogo shiíes, se mantendrá hasta su ejecución.
Varios líderes de la numerosa comunidad musulmana en el Reino Unido han pedido al Gobierno iraní que prohíba al menos las tentadoras sumas de dinero que -con el beneplácito oficial- varios ciudadanos shiíes han ofrecido a cambio de la cabeza de Rushdie. Pero Teherán no se ha dignado contestar.
Ziauddin Sardar, un intelectual musulmán, recomendaba silencio a Rushdie. "Una mosca atrapada en una telaraña procura no atraer la atención", escribió Sardar en un artículo. La cuestión, cumplidos los 1.000 días, es si la mosca debe quedarse quieta y sumisa para siempre en la telaraña tejida por un fanático iraní.
Babelia
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