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La clave del Quijote

Las numerosas citas incorrectas del Quijote por parte de los escritores españoles demuestra, según el autor del artículo, una falta de respeto a nuestra cultura. El autor establece la necesidad de entablar un contacto permanente con el Quijote, que junto con el latín son las grandes claves de nuestra cultura literaria.

-Con la Iglesia hemos topado, Sancho.Ésta podría ser la frase más famosa del Quijote, si no fuera por la desgraciada circunstancia de que no es del Quijote. Nadie sabe quién la inventó, pero mucha gente la repite, acaso para poner en sus palabras un toque de singular erudición.

Y tampoco faltan escritores que, tal vez en busca de esa misma erudición, vayan y topen también con la Iglesia, aunque ya el inolvidable José Bergamín, en un artículo titulado Los dineros del sacristán (EL PAÍS, 18 de diciembre de 1979), señalaba que la frase que realmente se lee en el Quijote (segunda parte, capítulo IX) es:

-Con la Iglesia hemos dado, Sancho.

Y añadía Bergamín: "Dice dado y no topado, como suelen decir los que repiten esta frase, olvidándola de puro no haberla sabido tal vez nunca: de no haberla leído ni releído en su texto original".

(El artículo también nos facilita alguna valiosa información acerca del catolicismo de su autor: tratándose de Karol Wojtyla, que había cumplido ya un año de pontificado, Bergamín era menos papista que el papa).

Pero, cuando sugiere que el Quijote debe ser leído y releído en su texto original, de lo que realmente parece hablar es de la necesidad de entablar con el Quijote un contacto permanente, digamos que de por vida. Y si eso es conveniente para cualquier lector, mucho más lo será para un escritor: sobre todo para un escritor español.

Pero no siempre es así. La frase de que hablamos acaso no sea más que una especie de prototipo de las adulteraciones que sufre la letra del Quijote, y que son muchas, por la sencilla razón de que no debería ser ninguna. Aunque no tantas como las citas latinas inexactas, son también bastante numerosas las citas incorrectas del Quijote. Por ejemplo, algún famoso escritor nos cuenta (hasta sin venir a cuento): "Metafísico estás' (sic), le decía Don Quijote a Sancho y el escudero contestaba: 'Es que no como". Si el escritor famoso se hubiera propuesto buscar ese diálogo entre Don Quijote y Sancho, no lo habría encontrado: quienes así hablan no son Don Quijote y Sancho, sino dos caballos, concretamente Babieca y Rocinante, en el último soneto que precede a la primera parte del libro.

Citas contrahechas

Y escritor hay que se refiere al Clavileño de Don Quijote como a "un clavileño de carne y hueso", olvidando que, ya en el capítulo XL de la segunda parte, Cervantes pone en boca de la barbada condesa que "se llama Clavileño el Alígero cuyo nombre conviene con el ser de leño y con la clavija que trae en la frente...".

Acostumbrados a la técnica de los latinicos, estos escritores también en sus tratos con el Quijote recurren a las citas aventureras, y así salen ellas de contrahechas y de alteradas.

En mis notas anteriores, me he permitido asegurar que no recordaba haber encontrado nunca una cita latina incorrecta en ninguno de los autores extranjeros en cuyos idiomas puedo leer. Análogamente, y a propósito de las citas aventureras del Quijote, señalaré hoy que tampoco he visto nunca que los autores ingleses citen incorrectamente a Shakespeare, ni los italianos al Dante, ni los portugueses a Camoes, ni los franceses a Racine.

Es decir, en esos países a los que nuestros imaginativos políticos se refieren llamándolos siempre "los países de nuestro entorno", el respeto a la cultura es muy superior al que por aquí sentimos y practicamos. Y mal anda la cultura donde el respeto a la cultura escasea tanto.

Casi todos sabemos que una cultura es un cultivo, y que todo cultivo requiere unas atenciones. Y un atención primordial es el respeto que, según creemos dejar demostrado, en España no se presta al latín ni al Quijote, dos mundos en los que se encuentran las grandes claves de nuestra cultura literaria (que no es, ciertamente, más que un a manifestación de nuestra cultura, pero tan importante que casi no tenemos otra).

Desinterés

Y la desatención con que tratamos a estas claves de nuestra condición histórica no puede menos de ir generando un grave desinterés y desconocimiento de nuestra literatura y hasta de nuestro idioma.

Así, podemos encontrarnos, cualquier día, con que uno de nuestros escritores acaso más notables atribuya a Góngora los dos primeros versos de La vida es sueño, o con que otro asigne a Campoamor un verso de Bartolomé Leonardo de Argensola, o con que un tercero convierta un verso de Lope -"porque, como las paga el vulgo, es justo"- en un verso más bien propio -"como lo paga el vulgo, es justo palo"-. Estas transposiciones pueden ir acompañadas de expresiones en que la calidad del castellano (Constitución, 3, 1) es evidente. Por ejemplo, alguien tiene que "autorregularse él mismo", o se nos habla de Grimau, a quien tiraron por un patio interior de Seguridad, "aunque quizá se suicidó él mismo", o se nos comunica que "la humanidad es autosuicida", mientras otro proclama ante no sabemos quién: "Hablo y escribo mejor el castellano que usted el catalán", afirmación que bien puede ser puesta en duda cuando aparece casi al final de un artículo en el que, casi al principio, se nos comunica que "España está hueca por dentro". No. No parece buen castellano. (¿Cómo sería el catalán del otro?). La tal oquedad interior no garantiza un castellano de muy alta calidad, aunque la Real Academia de la Lengua emplee lo de hueco por dentro en su artículo brazal, en su vigésima edición (1984), y que viene ya, por lo menos, de su edición decimonovena (1970).

Ya se sabe que, aliquando, hasta Homero dormitaba. Y la Academia y nosotros también podemos. Que por aquí andamos todos bastante dormitados. Pero algo tendremos que hacer cuando despertemos.

es ensayista y escritor.

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