El abuelo entrañable

La penúltima jornada de Leyendas de la Guitarra marcó el punto más bajo del festival, con poco público y frialdad ambiental. La megalomanía de Roger Waters dio la puntilla.El ex bajista de Pink Floyd se autoerigió en estrella de la noche. En las entrevistas, Waters no admite preguntas sobre su antiguo grupo -le debe molestar-, pero en las actuaciones bien que aprovecha las canciones más famosas de la banda británica. En The wall, por ejemplo, calcó hasta las guitarras que en su día hizo David Gilmour y que contribuyeron a su éxito. Astutamente y con la mayor desfachatez, Waters intercaló éxitos de Pink Floyd, como Dark side on the moon, con canciones de su último disco, que trata de los problemas de un chimpancé que ve la televisión.

Sobre esta memez montó un espectáculo fuera de lugar, con superproducción, sonidos pregrabados y estética futurista. Waters parecía que anunciaba el IV Reich con unas canciones vulgares, tan pretenciosas corno sus aspavientos. Si el porvenir de la música pasa por Roger Waters, apaga y vámonos.

Afortunadarnente, antes habían actuado Roger MeGuinn, Richard Thompson, Robbie Robertson y Les Paul. Con sencillez y sin aspavientos, McGuinn recordó su época de los Byrds en canciones como ¡Turn, turn, turn! y Eight miles high, y estuvo en su papel de defensor de sonidos antiguos que merecen ser recordados.

Richard Thompson es uno de los músicos fundamentales del folk-rock británico, un excelente guitarrista y un cantante como la copa de un pino. Ofreció uno de los mejores momentos del festival, porque sus canciones mantienen la esencia popular de un folclore que se mantiene vivo y emociona. Tanto en acústico como en eléctrico, Thompson enseñó que lo más elegante es lo más sencillo y que, cuando la música tiene valor por sí misma, todo lo demás sobra.

Les Paul, de 76 años, es el abuelo en activo de la guitarra eléctrica, y su presencia tuvo carácter de homenaje. Su importancia como inventor del modelo que lleva su nombre es muy superior a su labor como instrumentista, que ha aportado poco a la música desde que comenzó a grabar, en 1936. Interpretó clásicos como Caravan y Over the rainbow,, su presencia fue emotiva y dio paso a Robbie Robertson. el triunfador de la noche.

El antiguo guitarrista de Bob Dylan y líder de The Band se acompañó de una de las bases rítmicas más importantes de la música actual: Tony Levin (bajo) y Manu Katché (batería). Con la solidez que da trabajar sobre un ritmo perfecto, Robertson ofrecío una actuacíón excelente, con fuerza y buen sonido, ecos de Peter Gabriel y composiciones que ofrecen originalidad dentro del clasicismo que ampara al canadiense. Con McGuinn y Thompson salvó la noche dedicada a un abuelo entrañable.