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Entrevista:

"No creo en el llamado carácter nacional"

Jaan Kross tiene 71 años. Ocupa un ático de dos habitaciones en un edificio sin ascensor para escritores, como en la época soviética. Cuando suena el timbre, Kross grita que baja a abrir. Y en segundos, allí está, erguido y ceremonioso, alardeando de su estado físico. Le conoce todo el mundo, pese a su ostracismo Político y de su aislamiento social. Tan conocido como en su propio país lo es en Finlandia, donde ha sido propuesto tres veces para el Premio Nobel y donde este mismo mes de octubre el Teatro Nacional estrenará en Helsinki una obra suya.Pregunta. ¿Prefiere escribir sujeto a la realidad?

Respuesta. Existe una zona en todo escritor que necesita la realidad y la documentación. Luego existe un margen muy amplio en ese mismo escritor para desatar la fantasía.

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P. ¿No le tienta crear por completo la realidad? ¿No se siente capacitado para ello?

R. Supongo que sí. Supongo que estoy capacitado para inventar desde cero. Pero me interesa mucho más jugar con datos. Me divierte ese juego. Siempre puede entrar o salir de él.

P. ¿No le inspiran ahora las, turbulencias políticas de su pueblo recién independizado?

R. Estos acontecimientos me afectan como ciudadano. Pero no me mueven a escribir inmediatamente sobre esa realidad. No empujan a escribir ficción basada en eso. Me atrae, y lo hago, escribir artículos para revistas o periódicos. Nada más. Una novela, incluso un relato, exige perspectiva, una distancia. Hace falta que pase tiempo. De lo contrario, no se ve, sólo se siente.

P. ¿Qué escritores han sido los más influyentes y los más grandes para usted?

R. Los clásicos rusos me gustan. Algunos. Todos no. Y me gustan muy pocos de los modernos. Ni siquiera los poetas. Me he decantado más por los escritores occidentales. Los franceses, sobre todo.

P. ¿Lee mucho?

R. No. Cada día leo menos. No tengo tiempo. Y cuando leo lo hago como escritor más que como lector. Es decir, leo para averiguar cómo lo hacen otros escritores. Para estudiar su técnica, para medir su estilo.

P. Recientemente, el poeta ruso Brodsky me dijo que todos los rusos deberían leer la novela de Robert Musil El hombre sin atributos, al considerar que el libro es una revelación necesaria para ese pueblo. ¿Está de acuerdo?

R. Si yo elijo un libro y lo coloco por encima de todos los libros, lo que hago es un acto de exageración. Entre otras cosas porque al simplificar así se olvida que, en mi caso, por ejemplo, mis simpatías y preferencias cambian con una enorme rapidez. Lo que antes me parecía supremo ya no me lo parece hoy tanto. No hay nada definitivo. No hay biblias, ni siquiera la Biblia entra en esa categoría.

Independencia

P. La independencia de Estonia no parece que haya provocado un entusiasmo en el pueblo. Es como si en la misma calle sólo hubieran cambiado el sentido de la circulación. ¿Está de acuerdo?R. Los estonios ocultamos nuestros sentimientos. No creo en eso que llaman el carácter nacional. Pero si existiera ese carácter diría que lo define el escepticismo. Aquí odiamos los signos de exclamación. Yo mismo, cuando oí que se declaraba la independencia de estas repúblicas bálticas, me levanté. Di unos pasos por esta habitación. Me dije: "Es increíble". Y volví a sentarme pensando que entre nosotros todas las soluciones se inclinan siempre del lado peor. Somos escépticos, que no es lo mismo que pesimistas.

P. ¿Y a qué atribuye este rasgo?

R. Quizá es el resultado de las condiciones de vida durante estos últimos 50 años de ocupación soviética. Y no sólo a estos años sino a otros largos periodos de nuestra historia. Tenemos siempre el temor de ver el lado oscuro de la existencia. Nos falta en cierto modo la esperanza. No es que sintamos desesperación. Al contrario. Hacemos esfuerzos por cumplir con nuestro deber, aun no sabiendo cuál es exactamente.

P. Eso tiene resonancias calvinistas. ¿Es usted creyente?

R. En cierto sentido, sí.

P. ¿En qué sentido?

R. Ojalá yo mismo lo supiera.

P. Pero usted está esperanzado en el futuro de su país, por fin un país libre. ¿Me equivoco?

R. Yo tengo esperanza porque creo que hay que tener esperanza. Y le digo una cosa: tengo esperanza desde la semana pasada. Quizá sigamos teniendo esperanza una semana más...

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