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Entrevista:Ismaíl Kadaré Escritor

"El drama de los refugiados expresa la tragedia que el comunismo ha representado para mi país"

El autor albanés presenta en Madrid su novela "El palacio de los sueños"

Ismaíl Kadaré, a los 55 años de edad, y tras 11 meses de exilio en París, está aprendiendo a ser él mismo: un mediterráneo que dice lo que piensa y que prefiere decirlo de modo jovial. Pero también unas imágenes recientes de refugiados le producen "una tristeza total, una desesperación total". "Esas situaciones expresan la tragedia que el comunismo ha representado para Albania".

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La novela El palacio de los sueños, de Kadaré, se presenta esta tarde en Madrid, junto con La revancha de Dios, de Gilles Kepel, y Monstruos, de Nuria Amat, con la presencia de los tres autores. Las tres títulos pertenecen al nuevo sello editorial Anaya & Mario Muchnik.Ismaíl Kadaré lleva unas gafas de miope en pasta de color violeta, un viejo traje con chaqueta y una cartera aún más vieja repleta de los recortes, invitaciones y pruebas de imprenta que su editor francés acaba de entregarle. Los clientes de la cafetería del hotel Lutetia, damas y caballeros que están haciendo buenos negocios, miran con cierta perplejidad a este hombre que parece haberse escapado de una oficina de la compañía del gas.

Pregunta. He leído que hubo un tiempo en que usted hacía la publicidad de sus propios libros. Me refiero a los textos de las solapas, las contraportadas, las fajas y todo eso.

Respuesta. Oh no, no. Es el editor el que se encarga de eso. Usted habla de otra cosa, de lo que hacía cuando era niño. Yo empecé a escribir muy pronto, a los 11 años, y en aquella época, es verdad, me divertía imitando la publicidad editorial. Antes de comenzar a escribir un poema, un cuento o una novela, llenaba media cuartilla haciéndole de antemano la propaganda. "Pronto aparecerá una novela en tres volumenes de Ismaíl Kadaré. Será muy interesante. Vaya a las librerías antes de que se agote". Era una forma infantil de animarme a mí mismo ante el- hecho siempre doloroso de comenzar una obra.

P. Quiero proponerle un juego: usted vuelve a su infancia y escribe su propia publicidad para la edición española de El palacio de los sueños.

R. (Risas). Bueno, escribí El palacio de los sueños hace 10 años. Es una novela abiertamente en contra de la represión dictatorial en Albania. Una novela muy sombría, que describe cómo la represión intenta llegar al inconsciente humano, cómo la dictadura albanesa aspiraba a fotografiar los sueños y los pensamientos de la gente. La dictadura comprendió, y con razón, que era un libro peligroso para ella y por eso lo suprimio. Ese libro me hizo sufrir mucho. Estuve pagándolo muy caro durante varios años.

P. ¿Sigue prohibido en Albania?

R. No. Fue publicado hace un año. Por segunda vez. Porque de hecho llegó a aparecer en 1981 y sólo fue retirado de la circulación al cabo de unos meses. En Albania no existía la censura previa. Se podía publicar sin permiso de las autoridades, de lo que yo me aproveché para sacar varios libros que fueron prohibidos posteriormente. Al menos durante un tiempo la gente leía esos libros, y una vez prohibidos los leía más. Pero El palacio de los sueños es la novela más sombría que he escrito.

No decir mentiras

P. Y sin embargo, usted era en esa época miembro del Parlamento albanés.

R. Sí, pero ser miembro del Parlamento albanés no quería decir nada. Ser miembro del Parlamento no impidió que las autoridades me expulsaran de Tirana durante varios meses o prohibieran mis libros. El Parlamento albanés era una cosa ridícula. Se reunía un par de veces al año durante tres o Cuatro horas. Nadie decía nada.

P.¿Quién le eligió a usted?

R. El propio Gobierno, para cubrir las apariencias. El Gobierno sacaba una lista de elaboración propia que incluía un porcentaje de obreros, otro de campesinos, otro de militares, otro de científicos, otro de escritores, etcétera. Me metieron en esa lista sin consultarme.

P. Los periodistas occidentales que le vieron en Albania en aquella época dicen que usted era un hombre cerrado, un hombre callado y atormentado.

R. ¿Cómo podía ser un hombre abierto? (Risas). Lo importante para mí es que nunca dije mentiras. Yo no podía decir toda la verdad, pero nunca dije cosas contrarias a la verdad. Nunca se me ocurrió decir que la Albania comunista era un país de sueño. Al contrario, escribía obras sombrías, casi infernales.

P. Como albanés y como hombre de espíritu, ¿cómo se siente viendo esas imágenes de la televisión en las que sus compatriotas intentan huir de su país?

R. Me producen una tristeza total, una desesperación total. Esas situaciones expresan la tragedia que el comunismo ha representado para Albania. El drama de los refugiados es la degradación absoluta de la vida humana; es la desilusión espantosa. Yo no estoy de acuerdo con que Albania se vacíe de su juventud. Comprendo las razones de los fugitivos, sus razones económicas, su desesperación tras todo lo que han sufrido. Pero creo que ese intento de éxodo no es bueno. Nuestro país es muy pequeñilto, y si su juventud lo abandona, ¿qué va a ser de él? No es una solución ir a Occidente para ser humillados.

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