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Tribuna:LA CRISIS DEL CINE ESPAÑOL
Tribuna
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Cine y televisión, una alianza indispensable

"No cabe imaginar que las televisiones públicas no conserven como misión esencial la promoción y desarrollo de nuestro sector audiovisual", dice el autor del presente artículo, Enrique Balmalseda, que, desde finales de 1989, es director del Instituto de la Cinematografla y de las Artes Audiovisuales del Ministerio de Cultura. La reflexión del articulista viene a cuento del actual comportamiento de RTVE con el cine español: desde parálisis a inhibición, pasando por calificativos más graves como ruptura de compromiso defacto con el cine español.

A comienzos de la década de los ochenta se producían en nuestro país más de 100 largometrajes al año, y su cuota en el mercado interior de salas se situaba en torno al 25%. A finales de esa misma década, en 1989 para ser más exactos, se produjeron 47 películas, y la cuota del mercado de salas había descendido a un 7%.¿Qué había sucedido? ¿Se trataba de un caso único? Evidentemente no, ya que la crisis había afectado a la práctica totalidad de la cinematografía europea. Las causas, como es lógico, fueron múltiples y complejas, aunque una de ellas destacaba sobre todas las demás: las salas de cine habían sido sustituidas por la televisión en el papel de principal medio de difusión de la cinematografía y, por lo mismo, también las televisiones debieran haber sido una de las principales fuentes de financiación del cine que emitían. Durante años no lo fueron y se produjo el profundo declive financiero del cine europeo.

Directiva europea

Para afrontar la crisis era necesario adoptar medidas que en muchos aspectos sólo podían abordarse con eficacia desde ámbitos supranacionales. Por ello, desde la Comunidad Europea (CE) se aprobó, en 1989 -por cierto, con una destacada participación de la presencia española-, la Directiva sobre Televisión, auténtica piedra angular de la política audiovisual en la Europa comunitaria, que entrará en vigor durante el presente año y que atribuye a los organismos de televisión la función de promover la producción y difusión de las obras audiovisuales europeas y, por lo mismo, de sus respectivos Estados nacionales. A este respecto, se otorga especial importancia al impulso y desarrollo del sector privado de la producción independiente.

Asimismo, la CE declaró al sector audiovisual de interés estratégico prioritario para el presente quinquenio. Razones no faltaban para ello: en la era de la comunicación y la imagen, el cine y las obras de ficción desempeñan un papel decisivo en el desarrollo de la cultura e identidad colectivas, y sus efectos se extienden a los hábitos sociales y comportamientos de consumo. Además, se estima que el mercado audiovisual alcanzará en los próximos años en la CE un volumen anual de 4,5 billones de pesetas.

En aquellas fechas, es decir, en 1989, se producía en España otro hecho de indudable trascendencia: la aparición de las nuevas televisiones privadas y públicas autonómicas, que triplicaban la oferta televisiva existente hasta entonces. (En un año, el número de películas emitidas por las televisiones españolas se ha multiplicado por 10, pasando de 350 a 3.500).

Si se quería evitar que España se convirtiera irremisiblemente en un mero consumidor de imágenes producidas en el exterior y desapareciera como país productor había que actuar con urgencia.

Las ayudas directas del Estado debían aplicarse de forma más coherente con los objetivos perseguidos, incentivando la iniciativa y la inversión privadas; fomentando la responsabilidad de los productores; ajustando la oferta a la demanda, y, por supuesto, evitando cualquier tentación de dirigismo cultural, porque no es el Estado, sino la sociedad y los creadores, quienes deben decidir cuál es el cine que debe realizarse. Era, asimismo, indispensable establecer un esquema de financiación crediticia adecuada a las singularidades del sector, y se formalizó el correspondiente convenio con el Banco de Crédito Industrial. Había que fomentar las coproducciones y la presencia del cine español en lugares estratégicos, y se abrieron las agencias de París, Los Ángeles y Buenos Aires.

Y, sobre todo, era indispensable revisar las relaciones cine-televisión. TVE debía incrementar sus inversiones en cine español, fijando anualmente las cantidades destinadas a esta finalidad, de tal forma que los productores pudieran planificar sus proyectos y se evitaran las drásticas oscilaciones del mercado, condición necesaria para que en cualquier sector se procuzca la inversión privada. Era igualmente necesario que TVE pactara la adquisición de derechos de explotación en términos más equitativos y suprimiera la práctica de precio único para todas las películas, que suponía el más claro desincentivo y perjuicio para las mejores producciones.

De acuerdo con estos principios, se formalizó el primer convenio entre este instituto y RTVE, absolutamente indispensable para el desarrollo del sector, y que bien podría servir de referencia a los órganos competentes de las comunidades autónomas en relación con sus respectivas televisiones.

TVE y el cine español

En 1990 se produjeron los primeros hechos positivos: TVE incrementó sustancialmente sus inversiones en cine español, de acuerdo con criterios más próximos a los que durante años han venido aplicando las principales televisiones europeas; la participación española en coproducciones europeas se incrementó notoriamente -pasando de una en 1989 a 11 en 1990-, y la cuota en el mercado interno de salas subió del 7% al 12%, si bien el volumen de producción se mantuvo en cifras similares (47 largometrajes).

Y también ocurrió algo más importante: aumentaron los proyectos solventes -que incorporaban, por cierto, en gran número a nuevos realizadores-, presentados tanto en este instituto como en TVE por productores que afrontaban los planes de financiación, explotacion y difusión de la película como elementos básicos a tener en consideración, junto con la calidad o valor artístico. Sin duda, muchos de los problemas del cine español seguían pendientes, pero se quebraba la tendencia descendente de los últimos años y aparecían los primeros síntomas de reactivación.

Se trataba de medidas urgentes, de los primeros pasos de una trayectoria de largo alcance que, además, tras una primera fase de incomprensiones, se adoptaron con el consenso mayoritario de los sectores o, cuando menos, de los productores -que, afortunadamente, no eran pocos- que estaban dispuestos a asumir el reto de producir obras en régimen de competencia y ajustadas a las diversas y plurales demandas de nuestra sociedad.

Paralelamente era también necesario diseñar una estrategia para la presente década, y, por ello, una vez aprobado el Plan Media de la CE, presentamos nuestra propuesta de plan de bases para la promoción de los sectores cinematográfico y audiovisual.

Pero no nos engañemos, este plan contiene un conjunto de medidas sistemáticas y complementarias que se vertebran en torno a un eje central de actuación: el incremento de las inversiones en producción cinematográfica del conjunto de las televisiones y, en primer lugar, de las públicas.

Se trata de articular una alianza estratégica permanente y estable entre el cine y la televisión, cuyo primer eslabón lo constituye precisamente el ya aludido convenio entre este instituto y RTVE.

Mucho más que el sistema de subvenciones o que cualquier otra circunstancia, lo que diferencia a los distintos sectores audiovisuales europeos es precisamente la existencia o no de esa alianza estratégica con las televisiones, que marca derinitivamente el grado de desarrollo de las respectivas industrias y culturas audiovisuales nacionales.

Adiós al monopolio

En estos días ha trascendido públicamente que RTVE atraviesa por difíciles momentos en sus disponibilidades presupuestarias, y es razonable asumir que este Ente Público deberá revisar sus campos de actuación una vez desaparecido su monopolio de actuación, tarea enormemente compleja que, sin duda, no podrá resolverse de inmediato. Pero también es sabido que precisamente en los momentos de dificultades es cuando resulta más necesario que nunca mantener con firmeza el rumbo hacia los objetivos prioritarios.

Y desde esta perspectiva, cualesquiera que sean las medidas que se establezcan en relación con la televisión pública -las televisiones públicas sería más exacto decir-, lo que no cabe imaginar es que no conserven como misión esencial la promoción y desarrollo de nuestro sector audiovisual, es decir, de nuestra industria y cultura audiovisual y el cine. El cine, en todos sus géneros y formas de expresión, es, y seguirá siéndolo en el futuro, parte inseparable de la cultura de nuestra época y eje fundamental de la industria audiovisual.

Enrique Balmaseda es director general del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA).

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