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Ñoñerias de burócratas ñaños

Hay que darles caña, no queda más remedio. Parece una broma que a alguien con un mínimo de responsabilidad se le ocurra en estos momentos eso de suprimir la letra eñe en los teclados de los ordenadores fabricados en España para no estorbar la venta de los construidos en el resto de Europa. Ahora, en estos días, cuando la informática (y la electrónica) están en crisis, que es mundial pero más seria en los países de la CE. Cierto que IBM anuncia 14.000 despidos, pero para Philips son 40.000 puestos de trabajo que se pierden, y en el caso de Olivetti, 7.000; Bull-Thomson, 12.000; y Siemens-Nixdorf declaran pérdidas económicas importantes, que no dicen nada bueno para sus traba adores. Es dudoso que la pérdida de mercados que reflejan los números anteriores sea debida, incluso en una parte infinitesimal, a tener los teclados que usan los que utilizan el castellano una letra más: la eñe.Como todo el mundo sabe, los teclados de las máquinas de escribir son diferentes según la lengua del utilizador. Para los ingleses, norteamericanos y españoles, es el llamado qwerty, por ser ésas las seis primeras letras del teclado; los franceses, belgas y suizos emplean el azerty, llamado así por las mismas razones, y en cada caso y en cada país hay variantes. La verdad es que la gran variedad de teclados producidos por los fabricantes japoneses de ordenadores no les ha conducido a la ruina, que bien boyantes que están.

La crisis de las industrias europeas de la informática se viene incubando desde hace años; el que una de las medidas propuestas por la burocracia de la CE sea esa niñería de suprimir la letra eñe en los teclados de los ordenadores españoles parece síntoma de un mal que se traduce en ñaques de cuasi leyes. Se diría que hay como un deslizamiento del interés de los eurócratas de la realidad a los problemas jurídico-administrativos de la construcción de las estructuras de la CE. Es comprensible que, dada la importancia de la tarea, los funcionarios y los representantes políticos de y en la CE tengan tendencia a sobrevalorar los aspectos burocráticos de los asuntos de los que se ocupan. Es comprensible, pero inquietante, esa pérdida del sentido de la importancia relativa de los problemas abordados, y es grave.

Un ejemplo. En diciembre de 1989 fue adoptado el programa de investigación y desarrollo de la CE, cuyo periodo de aplicación iba de 1990 a 1994. Cuenta con fondos de 5.700 millones de ecus (unos 800.000 millones de pesetas). El programa está bloqueado desde marzo de 1991, debido a una diferencia entre el Consejo Europeo de Ministros y el Parlamento Europeo. Esta situación puede durar como mínimo hasta 1992, de tal manera que los fondos no se pondrán a disposición de los investigadores e industriales hasta esa fecha.

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De los 15 programas específicos que fueron votados por unanimidad por los Doce, en la Asamblea de Estrasburgo los cinco primeros fueron corregidos. El Consejo no admitió las correcciones, lo que condujo a un choque entre administraciones. Para salir del conflicto, la Comisión retiró las proposiciones correctoras, pero como los otros 10 programas aún no habían sido examinados, el proceso tenía que recomenzar desde cero. En el mejor de los casos, y si todo sale bien, el Consejo de Ministros podría adoptarlos en junio; en otoño se podrían presentar las primeras ofertas, y el dinero, liberado en 1992.

El motivo de la discusión parece ser un problema de forma, del orden presupuestario, de quién tiene autoridad para fijar el presupuesto. Tema burocrático importante. Pero el que un problema de procedencia administrativa paralice los programas de investigación y desarrollo de la Europa comunitaria durante un año indica que algo marcha mal en el sistema europeo. Dar más importancia a saber quién tiene el poder que a la innovación tecnológica del continente es algo que se paga.. No hay que olvidar que las nuevas tecnologías están conformando el mundo y que Europa se encuentra ante ellas en una situación poco confortable. Las nuevas tecnologías se caracterizan por utilizar a fondo los conocimientos que se tienen del funcionamiento del mundo. Existe una relación estrecha entre la investigación científica fundamental y la investigación técnica avanzada. La innovación nace de la fusión de ambas. Pero el éxito de la innovación, una vez realizada ésta al nivel de prototipo, depende de dos factores más: de la rapidez de la realización de la producción comercializable de la celeridad con que se comercializa el producto.

En los tres pasos: del laboratorio científico al técnico, del técnico al taller de producción y de éste al comercio, el factor crucial es el tiempo de transferencia. En este mundo de competencia dura, todo retraso en cada una de las etapas conduce a anular el proceso de innovación entero.

En Europa., la investigación científica fundamental es de alto nivel; la investigación técnica es de lo mejor; los fondos de ayuda a la investigación son importantes, y, a pesar de ello, en los terrenos de punta casi siempre es vencida por japoneses y norteamericanos. Las grandes industrias europeas ocupaban y ocupan posiciones de monopolio; de hecho, en sus países, mientras existían fronteras, el problema del tiempo no era decisivo. Con la apertura a Europa y la de Europa al mundo, en este caso Japón EE UU, la lentitud es vicio mortal.

Es como si la Administración de la CE hubiese heredado el vicio y su centralización centralizante lo agravase. Los funcionarios y políticos de la CE tienen como tarea, y está bien, hacer Europa; no las empresas, que las hacen los ciudadanos de a pie cada día. Hoy la existencia de las estructuras comunitanas permite reunir recursos importantes para la innovación y favorece los contactos entre los países, lo que aumenta el potencial de cada uno y de todos, pero, al tiempo, efecto permiso: alarga plazos. Lo último atenúa los aspectos positivos de lo primero.

Hay como un doble movimiento en Europa. Por un lado, una centralización vía Bruselas; por otro, una descentralización lenta pero segura: los lánder de Alemania, en Francia la débil estructura llamada regiones, las comunidades en España. Las dos tendencias se conjugan para alejar más aún a los de Bruselas de lo que sucede en la realidad. Si el asunto de los créditos para la investigación nos dice dónde está el interés real de los eurócratas, la niñada de la eñe indica el nivel de los conocimientos culturales y lingüísticos de una parte de los hombres y mujeres que preparan nuestro futuro.

Inquietos ante este europeísmo ñiquiñaque, y temiendo el exterminio de una letra de nuestro alfabeto, propongo que todos nos declaremos eñes, y nuestro grito será (lo diremos en europeo vulgar para que nos entiendan allí): "¡God save the Ñ!'.

es doctor en Ciencias Físicas.

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