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Que no se fatigue la solidaridad

En pocos meses, la cifra global de refugiados ha ascendido de 16 a 17 millones de personas. Sobre las serias consecuencias de este grave fenómeno escribe el representante en España del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), organismo recientemente galardonado con el Premio Príncipe de Asturias para la Cooperación Internacional. El autor aboga para que el nuevo orden internacional se instaure al margen de conceptos tales como "fortaleza europea" y "fatiga de la compasión".

El Premio Príncipe de Asturias para la Cooperación Internacional 1991 acaba de ser otorgado al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Hemos recibido este premio con gran satisfacción y estimo que está destinado a todos aquellos que trabajan en favor de la causa humanitaria de los refugiados. Me parece oportuno recordar que el premio se refiere a la cooperación internacional.En efecto, los miembros del jurado de la Fundación Príncipe de Asturias, al otorgar al ÁCNUR este premio, reconocen tanto la reciente importancia del problema de los refugiados como el contexto en el cual debe ser resuelto.

Son 17 millones los refugiados que existen en el mundo actualmente. Esta cifra, de fuentes gubernamentales, es aproximada e incluye los refugiados iraquíes que se encuentran en los vecinos Irán y Turquía. No están incluidos los desplazados internos ni los inmigrantes ilegales o indocumentados.

Si los incluyésemos, el número de personas que han abandonado sus hogares por causas de persecución, conflictos armados y hambre generalizada, sobrepasaría fácilmente la cifra de 30 millones. Los desheredados por excelencia entre los desheredados de la tierra.

Solidaridad

Naturalmente, en primera instancia incumbe a los Gobiernos formular políticas sobre este tema. Pero igualmente incumbe a las opiniones públicas nacionales, a los partidos políticos, los sindicatos, la Iglesia, los organismos no gubernamentales, en resumen, a la sociedad civil, a cada uno de nosotros, interesarse de manera solidaria sobre la suerte de los refugiados.El refugiado es, ante todo, una víctima de persecución en razón de su raza, religión, nacionalidad u opiniones políticas. El refugiado no es un inmigrante económico ni tampoco alguien que ha cometido un delito. El refugiado debe tener derecho a la protección y asistencia que le permitan empezar una nueva vida en el país que le dio asilo.

Éste es el principal objetivo al que se consagra el ACNUR, el cual, en cooperación con los gobiernos, busca soluciones duraderas al problema: la repatriación voluntaria cuando sea posible, la integración social y económica en el país de asilo o el reasentamiento en un tercer país.

Difícil distinguir

Es cierto, sin embargo, que en la práctica, sobre todo si nos referimos al desplazamiento de poblaciones Este-Oeste y Sur-Norte, nos enfrentamos con una dificultad creciente que es la de distinguir entre un solicitante de asilo y un migrante económico. Los gobiernos de los países desarrollados del Norte están, con razón, preocupados por este problema.

Temen que esta afluencia masiva y desordenada de personas que llegan a sus fronteras pueda desestabilizar sus economías y crear problemas de seguridad en sus Estados. Pero estimamos que, en vez de preocuparse por los efectos del problema migratorio latu sensu, ellos deberían tratar de resolver las causas que lo promueven.

Tengo entendido que el Consejo de Europa y fa Comunidad de los Doce empiezan a orientarse en esta dirección. Así, y solamente así, se podrán lograr soluciones al problema de los desplazamientos masivos de población. En esto, el incremento de la cooperación internacional desempeña un papel crucial.

La ayuda al desarrollo económico de los países que están en el origen de estos flujos migratorios, la promoción activa de los derechos humanos y la solución pacífica de los conflictos en aquellos países que producen refugiados constituyen las únicas soluciones al problema.

Mientras no lo resolvamos, estamos obligados por el derecho internacional a otorgar asilo a los que se sienten perseguidos por las razones enumeradas en el artículo 1 de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Estatuto de los Refugiados, o en su protocolo adicional de 1967. Hasta el momento, 108 países han ratificado estos instrúmentos internacionales.

En su mundo, que cambia con rapidez violencia, las convulsiones sociales y la incertidumbre política siguen existiendo en numerosos países. Así, en Mozambique cerca de un millón de personas se encuentran desplazadas en el interior de su propio país.

Casi un millón y medio ha buscado asilo en los países limítrofes, especialmente en Malawi, En el Cuerno de África (Etiopía, Somalia, Sudán y Djibuti), más de tres millones de personas se encuentran desplazadas. La guerra civil en Liberia ha causado cerca de 600.000 refugiados.

Afganos e indochinos

En Asia, la situación es igualmente desesperada: cinco millones de refugiados afganos aguardan todavía la posibilidad de regresar a su país; decenas de miles de refugiados indochinos siguen atrapados en campos cerrados, en espera de una solución política de los problemas que afligen a la Península.

En América Central, la situación se estabilizó un poco, pero la guerra civil en El Salvador y la tensión política y social en Guatemala siguen produciendo refugiados.

El drama de los refugiados iraquíes -kurdos y chiítas- es quizá lo más impresionante por su actualidad, sin por ello olvidarnos de los palestinos. Se estima que casi dos millones de iraquíes han abandonado sus hogares en busca de asilo, especialmente en Irán y Turquía.

Las Naciones Unidas, especialmente el ACNUR, hacen lo posible para aliviar el enorme sufrimiento de estos refugiados. A pesar de la buena disposición de los Gobiernos y de las contribuciones hechas hasta el momento como consecuencia del llamamiento del secretario general, el 9 de abril pasado, de 400 millones de dólares (ayuda de emergencia por un periodo de tres meses), no se ha logrado todavía recabar la totalidad de los fondos necesarios. Esto nos parece grave.

Por otra parte, es cierto que el número de solicitantes de asilo en los países industrializados ha aumentado considerablemente.

Peticiones de asilo

Se estima que en 1990 cerca de 500.000 personas han solicitado asilo en los países de Europa occidental. Entre ellos, un buen número de inmigrantes económicoss, fascinados por la sociedad de consumo, pero también algunas decenas de miles de perseguidos que merecen la protección internacional.

Hoy se habla mucho, la mayoría de las veces con poca claridad, sobre el nuevo orden internacional. Sea lo que fuere este nuevo orden, lo que parece claro es que los conceptos que circulan en los medios internacienales, como "fortaleza europea" y "fátiga de la compasión", no deberían ser compatibles con él.

es representante del ACNUR en España.

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