'Turandot', en Las Palmas
Veinticuatro ediciones tiene ya a sus espaldas, con la que Turandot inauguró el pasado jueves, el Festival de ópera de Las Palmas. Con 160 millones de pesetas de presupuesto se extiende hasta el 20 de abril con cinco títulos.Inaugurar un ciclo con un título tan complejo como el de la última e inacabada ópera de Puccini es casi una osadía. Osadía que, vaya por delante, tuvo unos resultados de gran dignidad. Lo primero que sorprende al foráneo es el nivel del conjunto foso-escena-voces. Se tiende a pensar que los festivales españoles alejados de las grandes capitales contratan a uno o dos divos y el resto gira de una forma muy secundaria alrededor de ellos. No es este el caso de Las Palmas, afortunadamente.
Turandot
De Puccini. Con Ghena Dimitrova, Daniela Longhi y Corneliu Murgu. Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. Director musical: Jorge Rubio. Director de escena: Giampaolo Zennaro. Escenografía: Ángel Colomina. Teatro Pérez Galdós. Las Palmas de Gran Canaria. Días 14 y 1.6 de febrero.
Una escenografia de colorido intenso y contrastado del arquitecto ovetense Ángel Colomina (el escenógrafo de la casa) dio un tono de cuento a la historia de la "princesa de hielo". Sobre ella G. Zennaro movió al extenso reparto de una forma convencional, pero atendiendo a acciones paralelas con oportunidad y buen criterio.No es un secreto la identificación que Jorge Rubio tiene con Puccini. Así, el planteamiento orquestal fue natural, lírico, cuidado en la cuerda, cálido, sin estridencias ni golpes de efecto, bien entendido por una más que notable Orquesta Filarmónica de Gran Canaria.
Había curiosidad por escuchar al coro, reforzado en esta ocasión por 30 miembros de la ópera de Bucarest. El italiano Fausto Regis, su nuevo titular, ha trabajado en firme, y ello se nota en el empaste, fuerza y cohesión. Probablemente en sucesivas prestaciones mejorará en depuración sonora, pero los comienzos no han podido ser más prometedores.
Claro, todo lo anterior, que está muy bien, no habría sido suficiente sin un elenco vocal apropiado. La soprano dramática Ghena Dimitrova es la Turandot de nuestros días. Además, con el paso del tiempo, ha interiorizado más el personaje, proyectando sobre él una profunda intención vocal y expresiva, rica en matices. Daniela Longhi volvió a mostrar, como en Madrid, su instinto operístico, su capacidad de perfilar los personajes desde la escena, su utilización teatral de la voz, su talento dramático.
Al lado de ellas, un tenor tan afamado como Corneliu Murgu desentonaba. Potente pero plano, arbitrario en los tiempos y tosco en la emisión y técnica vocal, fue el lunar de una noche equilibrada en que los coprimarios rayaron también a buen nivel, en especial el trío de máscaras (Valls, Perdigón y Torrent).
Babelia
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