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Daniela Longhi, una brava soprano

"Vivo al límite los personajes que interpreto", afirma la cantante

Lella Cuberli, soprano americana de gusto y sensibilidad exquisitos, rompió a llorar en los comienzos de la escena de la locura de la segunda representación de Ana Bolena que abrió la temporada de ópera en Madrid el pasado enero. Se bajó el telón y la función se suspendió. Daniela Longhi, una soprano italiana de 33 años, sustituyó nada menos que a Cuberli en la tercera de las representaciones de Ana Bolena. Pero ¿quién era Daniela Longhi? Únicamente Rena Garafilaki, soprano griega y esposa del director musical Armando Gatto, daba alguna pista sobre la cantante de Padua instalada en Verona. "Es una brava", decía antes del debú.

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Longhi debutó hace dos años en España como Amelia de Simon Boccanegra en Las Palmas, donde estos días ha vuelto para hacer Liu de Turandot.Procedente de una familia vinculada al canto -"mi padre era bajo y mi madre soprano"-, inició sus estudios musicales-con el piano, del que se sirvió para actuar como acompañante en clases de canto. Ganadora de varios concursos internacionales, debutó en Roma como Violeta de La Traviata en 1984. Después vinieron Lucia de Lammermoor y La bohéme en Turín. "Siempre me han gustado los papeles donde se puedan mostrar técnicamente todas las cualidades de la voz, como La Traviata o Ana Bolena. Mi deseo es vivir al límite los personajes que interpreto, fundirme con ellos". Voz típicamente italiana en color y mordente, Daniela Longhi transforma su habitual dulzura y seriedad de la vida cotidiana en un gran temperamento y coraje cuando pisa un escenario. Rena Garafalaki tenía razón: es una brava.

La primera vez que cantó Ana Bolena fue en diciembre de 1990 en Marsella. "Cuando me llamaron. urgentemente de Madrid para, ver si podía sustituir a Cuberli estaba en Lisboa haciendo Il trovatore. Verdi es de una vocalidad diferente a Donizetti. Para cambiar de autor es aconsejable dejar 15 o 20 días por cuestiones de concentración, pero tenía Ana Bolena fresca y acepté el reto". En un día vio el vídeo de las funciones anteriores y mantuvo un cambio de impresiones con el director musical -"la versión era bastante diferente a la que yo había cantado en Francia"- y con el regista -"para ver los movimientos fundamentales, aunque traté de llevar la concepción del personaje a mi personalidad y a mi voz"- No había tiempo para más. Preocupada por la responsabilidad y crecida ante las dificultades, siente el éxito obtenido como "algo milagroso", y como una recompensa a su tenacidad.

Casada con el maestro de coros de la Arena de Verona, Longhi lleva siempre que puede a su hija de 10 años con ella.

Ana Bolena es una ópera maldita para la protagonista. El primer día de la representación en Madrid, Lella Cuberli había llegado al final escasa de fuerzas, pero resistió. En la segunda representación, por razones físicas y psicológicas (su madre acababa de ser operada a vida o muerte), no pudo continuar.

La sombra de las interpretaciones de María Callas se proyecta obsesiva sobre las cantantes que osan llevarla a su repertorio. Se ha resistido a grandes especialistas en Donizetti como Montserrat Caballé. A Cecilia Gasdia, que sustiyó con éxito a la soprano catalana en las polémicas últimas representaciones de la Seala, nombrarle ahora a Ana Bolena es como citar al diablo: no quiere cantarla por nada,.

La propia Callas, cuyas históricas prestaciones de 1957 en la Scala sirvieron para recuperar esta ópera casi olvidada, tuvo en, el año 58 un accidentado retorno al teatro milanés con esta obra. Bien es verdad que el ambiente estaba caldeado por una incomparecencia después del primer acto de Norma en Roma a primeros de enero del 58 con el presidente de la República Italiana en la sala. "Vete a Milán", la gritaron.

Pero en Milán tampoco andaban muy en sintonía con la soprano griega a causa de una cancelación reciente de La sonámbula. Ello originó que las primeras arias de Ana Bolena fúeran acogidas con algún siseo y, en cualquier caso, tuviesen una respuesta en aplausos menos cálida que la de sus compañeros de reparto.

Callas aprovechó la frase final del primer acto "jueces a Ana" emitida con pasión y desaflo al público asistente para dar la vuelta a la situación. La frialdad se convirtió en pasión y entrega desaforada. El público, ya se sabe, siempre es frágil y sensible a estas cosas.

Las funciones de sustituir y ser sustituido son intercambiables. La misma Cuberli había reemplazado en la inauguración de la temporada, anterior madrileña a Enedina Lloris en Il turco in Italia, indispuesta en los ensayos, por problemas de tiroides, en una ópera hecha a su medida. En la última función, la soprano se sustituyó a sí misma, pero no cantó como esperaba. También lloró. Es más, no tenía consuelo. Fue su última representación operística hasta la fecha. Ahora se debate entre médicos sobre si es conveniente o no para sus cuerdas vocales asumir el riesgo de una operación médica.

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