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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Música curativa

Randy Weston Quartet

Randy Weston (piano), Alex Blake (contrabajo), Idris Muhammad (batería) y Eric Asante (percusión). Precio: 1.500 y 1.600 pesetas (suplemento por actuación). Café Central. Madrid, 10 de diciembre.

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El brujo de la tribu

El bueno de Randy Weston no debe salir de su asombro. Hace escasamente tres años nadie se acordaba de él, todo lo más permanecía en la memoria de algún erudito aquel disco producido por el avispado Creed Taylor llamado Blue moses, que se vendió muy bien a pesar de presentar el producto con una carpeta aterradora y nada acorde con la música colorista que albergaba. Eran otros tiempos y lo africano todavía no había sido tocado por la mano blanca de Paul Simon, así que a Weston se le esfumó en un suspiro el espejismo y pronto volvió a su entrañable' y soleada plaza marroquí de sus tertulias y paseos cotidianos.Ahora la situación ha cambiado radicalmente para él y triunfa allí donde toca. Parece como si al público se le hubieran abierto las entendederas de un tiempo a esta parte, y en el Central, como era de justicia, se le volvió a aplaudir a rabiar como dos años, atrás, una vez comprobado que sigue ocupando un lugar privilegiado en la primera línea de pianistas maduros pero modernos que comparte con los Tommy Flanagan, Hank Jones y un etcétera no demasiado extenso.

La música de Weston siempre ha sido muy descriptiva incluso visualmente, y la vestimenta que lucía su cuarteto ayudaba a dibujar su paisaje. El líder, de negro riguroso, reflejo de su imponente y casi descarnada concepción del piano. Los demás, con luminosos colores rojos, verdes y amarillos, como espejos radiantes de un exotismo agresivo que hubiera resultado salvaje si no hubiera sido porque el jefe llamaba al orden al que pecaba de entusiasta, mención especial para Alex Blake en este apartado, con imperativos toques de atención utilizando los dedos con las teclas como badajos sobre campanas.

Weston sigue siendo el pianista actual con más instinto para colocar la nota errónea en el lugar apropiado según dicta la poesía matemática de Thelonious Monk y para hacer escuchable lo bailable, y lo contrario, siguiendo cánones dictados por Duke Ellington hace muchos años.

En su concierto, Weston no concedió demasiado espacio para el embeleso de Ellington y Monk en su siempre exquisito piano solo, pero a cambio regaló en abundancia enérgicas composiciones propias ideales para curar depresiones y un viejo favorito, Mystery of love, compuesto por el batería Guy Warren, que acentuó aún más el ambiente hipnótico africano del que Weston es un conocedor profundo.

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