_
_
_
_

El brujo de la tribu

No quedan muchas sonrisas tan francas como la de Randy Weston. Oírle reír es escuchar la voz de la nobleza forjada en años de aprendizaje y amor a la tierra que, según él, es el origen de todos: África, continente madre no sólo de africanos, sino de japoneses, australianos y americanos. Cada idea, cada religión, cada música, ha salido de allí, y allí terminará por volver tarde o temprano. Cuando se escucha a Weston hablar con tanta convicción de esta teoría no queda más remedio que creerle a pies juntillas por si acaso en su anterior reencarnación fue brujo de tribu.

Más información
Música curativa

Weston visitó África por primera vez en 1961, cuando contaba 35 años de edad, aconsejado por su padre. "Me aseguró que si así lo hacía no sólo llegaría a entenderle mejor a él y a mí mismo, sino también a mis abuelos y a los abuelos de mis abuelos". Aquel continente, más que sorprenderle, le abrumó, y aunque inmediatamente tuvo la desconcertante sensación de llevar sobre su suelo toda la vida, confiesa que le costó dos años alcanzar la identificación total con su fascinante pero a menudo brutal realidad. "África, como primera civilización, es, cuando se conoce bien, profundamente espiritual; todas sus gentes sienten gran respeto por sus semejantes, y ahora, por primera vez, se empieza a prestar atención a su historia para poder explicar los hechos que están sucediendo en el mundo y atajar sus consecuencias".La influencia de este continente es, según sus propias palabras, la que ha determinado la posición característica de manos de los pianistas negros. "En la música europea se toca el piano con los dedos flexionados de esta forma", dice mientras extiende dos manazas que cubren la mitad de la mesa para ilustrar la postura y, prosigue, "en cambio, los pianistas africanos extendemos los dedos casi totalmente, como lo hacen los percusionistas cuando tocan sus tambores. Puede que no sea una posición académica, pero con ella Erroll Garner, Thelonius Monk y tantos otros han escrito páginas bellísimas de la música de nuestro siglo".

El influjo africano ha marcado con tanta fuerza la trayectoria artística de Weston, que éste incluso posterga el término americano jazz en beneficio del más genérico de música africana. "No es nada nuevo. Duke Ellington hacía ya en los años veinte lo que él llamaba estilo de la jungla y si yo le dijera ahora a mi contrabajista que vamos a tocar jazz, pensaría que me he vuelto loco".

Clásicos

Sin embargo, para oídos habituados al Jazz, su música resulta familiar porque remite a la misma esencia de los pianistas clásicos del género de los años veinte y treinta, a los que reconoce escuchar con mucha frecuencia. Eubie Blake, James P. Johnson, Nat King Cole y otros, son recitados de carrerilla por Weston con expresión solemne que se transforma en cara de póquer, cuando se le pide opinión acerca de Keith Jarrett o de los jóvenes pianistas actuales. Llega a nombrar a duras penas a James Williams y Mulgrew Miller entre sus favoritos, pero admite que no tiene tiempo para oír cosas nuevas.

Weston siente predilección por todo lo ancestral. "En África hay sociedades en las que no existe la palabra música o músicos, porque todo el mundo sabe lo que son sin necesidad de ponerles nombre. La música es una fuerza espiritual tan grande que sirve para cantar leyendas y para aprender, jugando con ella, a decir palabras importantes como papá y mamá. La historia de África está escrita en música, y por eso no necesita de estudiosos que escriban gruesos volúmenes sobre su pasado. En la cultura de África si un niño tiene cinco años, no cumple los seis hasta que no aprende las canciones de los niños de seis. Es así de sencillo, cada edad tiene sus canciones; No somos más que objetos musicales en manos de Dios, y ningún lugar mejor que África para enseñar quién es Dios".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_