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LA CUMBRE DE PARÍS

Gorbachov pide al Oeste trato comercial de favor para llenar la 'cesta de la compra'

El presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, ha entregado a algunos países occidentales una lista de productos que la URSS necesita urgentemente para paliar su dramática escasez de alimentos. La delegación soviética en la cumbre de de París dejó claro que no quiere limosnas ni donativos sino comercio, aunque en condiciones muy favorables, según reveló el primer ministro canadiense, Brian Mulroney.

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Caos organizativo

La lista soviética presentada a Canadá se refería a productos cuya necesidad es perentoria, como mantequilla, leche en polvo, carne de cerdo y vaca, harina y aceites vegetales.El ministro de Asuntos Exteriores alemán, Hans Dietrich Genscher, anunció ayer que la Comunidad Europea concederá a Moscú en diciembre un paquete de ayuda financiera de 1.000 millones de dólares para la adquisición de productos alimenticios.

Esta ayuda tiene por objetivo paliar la escasez de alimentos en la URSS en los primeros meses del invierno, que se consideran decisivos para la reforma soviética. Un efecto añadido sería romper con aquellas tendencias de la opinión pública soviética que ven en los éxitos de Gorbachov en el exterior hechos que no les afectan positivamente.

La Comunidad Europea es, sin embargo, consciente de que esta ayuda no será suficiente sino, en todo caso, tan sólo un alivio para el prácticamente desmoronado sistema de suministro alimenticio en la URSS.

Voz de alarma

Los líderes del Este europeo, desde el soviético Mijaíl Gorbachov al búlgaro Jelo Jelev, han dado en París la voz de alarma ante la situación que viven sus países. Varios de ellos han advertido que el entusiasmo paneuropeísta de la CSCE debe dar paso urgentemente a medidas de cooperación y asistencia concreta para evitar graves conflictos que podrían acabar con las recién nacidas democracias.

"Nuestro futuro común puede quedar oscurecido por las siniestras nubes de resurgentes conflictos del pasado si no superamos la división entre la Europa pobre y la rica", advirtió el primer ministro polaco, Tadeusz Mazowiecki.

El hambre, los nacionalismos, la intolerancia, la desesperación y, como resultado de todo ello, grandes movimientos migratorios hacia Occidente, son algunos de los fantasmas que han turbado el ambiente ceremonial de la cumbre de París y la satisfacción por la certeza de que Europa ha dejado atrás una era de tensión, enfrentamientos y dictaduras.

Mientras los líderes europeos cenaban y asistían a un espectáculo de ballet en el palacio de Versalles, en Rumanía y Bulgaria, grandes manifestaciones recorrían las calles pidiendo la caída de los respectivos Gobierno y condiciones que permitan una subsistencia digna.

En Polonia, los mineros se declararon en huelga y, en todo el Este del Viejo Continente, las colas ante los despachos de comida de la beneficencia superan ya a las que se forman ante las tiendas casi vacías.

"No puede haber fronteras que perpetúen la división de la riqueza", declaró el canciller Helmut Kohl, que anunció un envío masivo de alimentos a la Unión Soviética.

Kohl es consciente de que el hundimiento de las economías del Este y la incapacidad de algunos de estos Estados para alimentar a sus ciudadanos están provocando ya una presión migratoria que amenaza con alcanzar dimensiones que solo tendrían precedentes en la Edad Media.

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