¿Espera de ofertas o miedo al desarme?
La coincidencia de varios factores internos y externos (el debate en la Comisión de Defensa sobre el modelo de Fuerzas Armadas, la crisis del Golfo, las perspectivas de una recesión económica y los resultados de las conversaciones sobre desarme) explican que, por primera vez, los presupuestos del Ministerio de Defensa para el próximo año (858.091 millones de pesetas) disminuyan respecto a los aprobados en el ejercicio precedente, concretamente en un 1,4%.Sí consideramos otros gastos de carácter militar que están encuadrados en otros ministerios (Exteriores, Justicia, Interior) o en organismos autónomos, la cifra global de gastos militares se sitúa en 1.368.676 millones, esto es, 1,3 billones de pesetas, lo que supone un aumento del 3,2% respecto a lo presupuestado en 1990. Esta cantidad supone el 2,5% del producto interior bruto, notablemente inferior al 3% alcanzado en 1986 o al 3,3% de 1983.
En el presupuesto del Ministerio de Defensa (ver cuadros), el capítulo de remuneraciones de personal se incrementa en un 6%, alcanzando la suma de 453.761 millones de pesetas, es decir, más de la mitad del presupuesto del ministerio. Los gastos de bienes corrientes y servicios (gastos de mantenimiento, reparaciones, suministros cotidianos) descienden en un 13,1% y, lo que es más significativo, se rompe la tendencia de incrementar las inversiones para adquirir nuevos armamentos. Para 1991, las inversiones van a descender en casi un 8%, alcanzando la cifra de 272.647 millones de pesetas.
Este descenso de las inversiones hay que interpretarlo, sin embargo, no como el inicio de un proceso de desarme unilateral, sino más bien como un compás de espera que dé tiempo a calibrar el alcance de los acontecimientos antes mencionados. Uno de ellos se refiere a los armamentos que van a quedar disponibles para su venta, en forma de saldo, a partir del acuerdo de Viena sobre armas convencionales (CFE). Algunos países tendrán que destruir parte de su arsenal o transferirlo a países aliados Esta última posibilidad explica que las asignaciones previstas en años anteriores para 1991 se hayan pospuesto para más adelante, en espera de poder adquirir varios armamentos a precios de saldo. De desarme, por tanto, nada; sólo son medidas de ahorro.
A pesar de la rebaja y de que otros países europeos gastan bastante más que España, los presupuestos del Ministerio de Defensa continúan siendo de una dimensión extraordinaria, siendo su importe 11 veces superior al presupuesto de Asuntos Exteriores y 174 veces superior al programa de Protección Civil. Cuando el país tiene ante sí auténticas amenazas ecológicas por resolver, los presupuestos reflejan unas partidas para protección y mejora del medio natural 28 veces menores que para defensa militar; el presupuesto de la Secretaría General del Medio Ambiente es incluso 310 veces inferior al del Ministerio de Defensa.
Escándalo
La perspectiva mundialista de la defensa se diluye al comprobar que la contribución ordinaria a la ONU, 1.710 millones, es más de 500 veces inferior al presupuesto del Ministerio de Defensa y que las contribuciones voluntarias para organismos de desarme no superan los 53 millones de pesetas.
El mayor escándalo en este presupuesto lo constituye, sin embargo, el programa de investigación militar de la Administración pública, que no sólo no disminuye, sino que aumenta en un 9%, mientras que los programas de investigación civil disminuyen en casi un 3%. La investigación en armamentos pasa a convertirse en el programa mejor dotado de la Administración, con 60.326 millones de presupuesto, superior a las dotaciones para investigar en obras públicas, educación, estadística, astronomía y astrofísica, sociología, agricultura, pesca y sanidad, todas juntas. El asunto reviste mayor gravedad cuando se comprueba que de esta cantidad 28.563 millones van a parar a la investigación del avión de combate europeo (EFA), un proyecto polémico desde un punto de vista económico y político, e incongruente con los aires de distensión y superación de la política de bloques.
El Ministerio de Defensa ha hecho bien en frenar los gastos de carácter militar para el próximo año. Pero el incremento de las inversiones ya previstas para los próximos años (180.000 millones para las fragatas F-100, 124.417 millones para la adquisición de los aviones EFA, 115.000 millones más para su investigación, etcétera) no parecen coherentes con el discurso político favorable al desarme, a los planteamientos no ofensivos y a la adopción de niveles mínimos de armamento. Durante décadas, los países han tomado graves riesgos favoreciendo el rearme; va siendo hora de que pierdan el miedo al desarme y lo favorezcan abiertamente y sin contradicciones.
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