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Barcelona no se hunde

No, señoras y señores, Barcelona no se hunde como se hundió el Titanic, esta ciudad jamás fue un trasatlántico de lujo, pero sí un airoso y elegante buque mixto, de carga y pasajeros de primera, de segunda y de tercera, que flota más que bien y velozmente, ya pueden verlo, y aquí se ha iniciado el veloz resurgir de la hermosísima lengua catalana, hablada cada día por más gente, oficial por supuesto, como es lógico y justo, y también en la calle y en familia; pero tan poderoso renacer no ha desplazado al castellano, como temían ciertos pusilánimes, y tampoco ha acabado con las editoriales catalanas que, además de en vernácula, imprimen un número tremendo en tiraje y en títulos de libros en idioma castellano, como siempre ha ocurrido desde el siglo pasado hasta hoy en día, y en esto no desplazó Madrid a Barcelona; y aunque los novelistas del llamado boom latinoamericano ya no vivan en Barcelona y anden peleándose entre ellos por ahí afuera, aquí queda la mejor agente literaria del mundo, Carmen Balcells, que a tantos ha hecho ricos y se ha hecho rica ella en su esfuerzo, y editoriales como Salvat, Planeta, Espasa-Calpe, Plaza y Janés, Lumen, Tusquets, Anagrama y otras muchas, y Juan Marsé, Ana María Matute, Luis Romero, Juan y Luis Goytisolo, Manuel Vázquez Montalbán, Félix de Azúa y muchos que me dejo, catalanes de pro, siguen empleando, al escribir, el castellano, y no les dicen nada que no sea elogioso y los aplauden e incluso a alguno le han condecorado con la Creu de Sant Jordi, así que esta ciudad y su área, más aunque el resto del país, es bilingüe -no bífida, como cuentan algunos cabroncetes- y los municipios que la rodean (Badalona, Hospitalet, Cornellá, Sant Just, Sant Felíu, Molins de Rey, El Prat, Gavá, Castelldefas, Sant Boi, Sant Joan Despí, Santa Coloma de Gramenet, y muy cerca también, Mataró, Terrassa y Sabadell) son feudo desde siempre de la izquierda catalana, no de la de Madrid, por caridad, no digan tonterías; no, no, Barcelona no se hunde, se hundirán los que no quieren verla tal y como es: la metrópoli más hermosa y terrible a orillas de este mar Mediterráneo; y para el forastero y para muchos barceloneses que, cuando pueden, salen de sus barrios a pasear por otras zonas de la ciudad, Barcelona ya no es un pequeño conjunto de lugares tópicos como las Ramblas, la Bodega Bohemia, la Sagrada Familia de Gaudí, la plaza Real, el Molino, el Barrio Gótico, el Tibidabo, el Meublée Pedralbes, los restaurantes de la Barceloneta, que en paz descansen, el Zoo o el Museo Picasso o el parque de Montjuïc y sus equipamientos culturales; la ciudad es mucho más, y está cambiando, limpiando sus fachadas, poniéndose bonita, y brotan plazas nuevas y también parques públicos, se sanean y amplían las playas y también se remozan las zonas periféricas -ya no se ven barracas de hojalata y madera-; se ha iniciado y se trabaja a buen ritmo en crear el paseo Marítimo, que llegará desde El Morrot hasta la Villa Olímpica pasando por Colón y el Moll de la Fusta; hay bailes populares a porrillo en los barrios, y también locales de un lujo casi norteamericano, de feos como son; las putas han envejecido mucho; el sida dio un frenazo a la promiscuidad y conviene saber con quién te acuestas; y si vas de tonto por la noche pueden alzarte el reloj y la cartera a punta de navaja para darse un buen picotazo de caballo, pero esto pasa en todas las grandes metrópolis del mundo; no hace falta que vayas a Londres a abortar, pues aquí nadie preña, y si quieres fardar es absurdo que vueles a París o a Milán a mercar ropa buena, aquí la hay de Sabadell y Terrassa que da alegría verla y que se exporta a Milán y a París precisamente.Aquí se vive muy bien y bien y regular y mal y vuelva usted en septiembre, pero se luce mucho y se diseña a manta, desde un liguero porno hasta un chalé adosado para la gente que quiere ser fina, y los escaparates son libidinosos -puede mirar de balde o comprar si tiene usted con qué-, y así se ve todo muy lindo y el contraste entre el fulgor y la miseria es muy emocionante y ayuda a muchos a hacer la digestión; pero en el otro lado está la cruz: los cientos de viejas y de viejos que viven solos en cuchitriles y pisos altos y sin ascensor en las casas ruinosas de la ciudad vieja, y que llenan los bancos de las plazas si el sol es compasivo y a los que el municipio les da comida y mantas y les envía asistentes sociales; y los numerosísimos mendigos que duermen en la calle y de la calle viven, como en París, pidiendo cinco duros y removiendo papeleras y contenedores de basura; y los parados que de mandan piedad y misericordia para dar de comer a su esposa y seis hijos; pero ya dije antes que estas cosas reconfortan a más de un nuevo rico, hijo de su mamá o de lo que sea, que piensa que ya sólo nos chafan los de Nueva York, y que te dicen que corno pronto llegarán las Olimpiadas y todo va a subir, que compres lo que puedas, y luego a especular, que el que no corre, maricón el último, y que hay que ir sin más al loro porque la vida es un tango y son dos días, y te dejan con ganas de arreglarles la cara, o a veces se la arreglas; pero ya llevo escrito, para los que no nos conocen o hace tiempo que no se acercan por aquí, que vengan a vernos; somos hospitalarios; ya Miguel de Cervantes, en la segunda parte de El Quijote, llamó a esta ciudad, entre otras lindezas, "archivo de la cortesía" y aún lo es; y además, y lo dije, en la ciudad no manda la derecha, y se nota: los que tienen trabajo, trabajan duro y bien, pronto los estudiantes pegarán carteles para las elecciones municipales, y volarán y vuelan con sus chicas en toda clase de motocicletas; Pavarotti llenó el nuevo Palau de Sant Jordi, una joya arquitectónica pagada íntegramente -más de 8.000 millones de pesetas- por la Diputació Provincial, que, como el Ajuntament, que se gasta lo que puede y aún más, no es de derechas; sí, vengan y serán bien acogidos: Barcelona ni es como el Titanic ni se hunde; se lo dice un catalán que no es catalanista, sino tan sólo -lo escribí y lo repito- un catalán, como el que más, a secas, y barcelonés desde que le nacieron, y que ama esta ciudad y su transparencia; ¿que hay que variar el rumbo de esta nave?: en eso estamos; pasen ustedes ya, entren y vean: es nuestro milenario, más o menos, aunque no hayamos descubierto América.

J. A. Goytisolo es escritor y Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Cataluña.

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