El mono tránsfuga
"La fijeza es siempre momentánea", escribió una vez Octavio Paz (El mono gramático). De él se pueden obtener instantáneas políticas: actitudes momentáneas. Cuándo comunista, cuándo surrealista, cuándo místico, cuádo Embajador, cuándo revolucionario. Cuándo -ahora- militante en una derecha política, en un regreso a la vida original, a la casona rica de Mixocac, a la distinguida carrera diplomática. Cuando comentaba, luego, la frase del principio, decía que era "una taimada transgresión del principio de identidad". Escribía en 1974: ¿piensa lo mismo en 1990, premio Nobel?Quizá su espíritu transgresor de sí mismo sea, en sí, una identidad. La sucesión de fijezas, como los fotogramas de una película, desmintiéndose unos a otros, puede hacer realmente la obra todavía no completa de una vida -no hay por qué pensar que el Nobel endurezca el instante , lo fije como la química hace con la fotografía: al contrario, algunos se trastornan- y hasta yo diría que en las altas calidades de los intelectuales nacidos en éste tiempo -Octavio Paz fue nacido en 1914- es, precisamente, esa identidad del tránsfuga.
Cambios
Cuidado, no quiero cargar todo el peso peyorativo que ha ido adquiriendo esa palabra con el tiempo y con España. Ahora, con el mundo que no cesa, ensalza condiciones de plasticidad, de atención, de movimiento continuo, y se ha hecho meliorativa. Setenta y seis años de vida, en estos tiempos, dan derecho a cambiar. Bertolt Brecht hizo un cuento muy breve: "No ha cambiado usted nada", dijo un hombre a otro. Y el otro palideció.
Quizá algunos de nosotros tengamos la palidez mortal del que sabe que no ha cambiado; Octavio Paz puede tener el rubor -el buen color, la mejilla sonrosada: aunque a su sequedad de escultura de piel y hueso no le va- del hombre que ha cambiado. El que no ha cambiado nada puede todavía elegir del "laureado poeta" -como decían antes las crónicas- su canto de guerra en España, su "¡No pasarán!" de 1936, poesía sin duda de circunstancias escrita sobre la consigna roja de aquella guerra.Seamos sinceros; aquí se copió de otra guerra, de la primera mundial, cuando los franceses decían "Ils ne passeront pas!", y no se de quien la copiaron ellos. Era el año en que nacía Octavio Paz, y quizá le llegó mediante la primera carga que recibió de cultura francesa, que luego le embebería en París -ya perdida España, donde le había iluminado un poco Aleixandre- y le llevaría al culto al surrealismo, con Breton. Los que afirmaron su comunismo con los surrealistas franceses, lo estaban ya perdiendo; y lo perdieron todos, antes de los que llegaron a él por otros caminos. Era su sino de precursores. En su Crónica de libertad -un pequeño ensayo, recogido dentro de Tiempo nublado, título expresivo de 1983- contenía ya un apartado para el socialismo irreal, con el que daba la vuelta a lo que desdichadamente se había nombrado ya, un siglo antes, socialismo científico.Vuelta a insistir: el hombre mutante que cumple ahora 76 años tiene que haber tenido demasiada resistencia, demasiada tozudez, para no haber percibido lo instantáneo- de cada momento, y haberse fotografiado con el traje y la seriedad que correspondían. Paz no ha sido así, y algo de esto premia ahora el Nobel, tan de sus momentos y de sus tiempos, que alguna vez ha roto sus convicciones para premiar al hombre rígido que no cambia como García Márquez, y que tan urgido estaba ahora por ese poeta rescatado -estas dos palabras son el título que Ridruejo puso a su prólogo a las falsas obras completas de Machado; rescatado para Falange, antes de la mutación del propio Ridruejo, tan sensible a las nuevas irisaciones de las conciencias-, que no le ha importado repetir dos años seguidos para la escritura española.Pero hay que convenir que este gran mono gramático, a pesar de sus vicios naturales de imitación, tiene grandes poderes íntimos para cualquier reconocimiento: un poder de palabra, una profundidad de verbo. Un hombre de calidad. Prendido a veces en la Pasionaria, a veces en Breton, a veces en el Kenipis -su traducción es una obra maestra del idioma-, casi grafómano por la cantidad que se suma a la calidad de su obra, pero nunca con lá rigidez del grafómano, sino con esa ductilidad que muchos le reprochan. Pero él mismo ha reprochado a otros, que nunca han sido los mismos, a lo largo de su vida. Tambien forma parte del juego de este tiempo, donde cada uno ha aprendido a vivir con sus propias contradicciones y con las de los demás. Prescindamos de ella: la poesía, la prosa de Octavio Paz, la amplísima crónica del mundo que ha escrito cuando francés, cuando español, cuando indigenista -como en calendario azteca- no ha sido, finalmente, desmentida por los hechos. La historia ha sido tan lábil como él, que ha sido todo lo que ha sido cuando el momento lo re quería. Y en una vieja veleta hay una frase que dice: "No cambio si no cambian". Los vientos.