La libertad de Luwis Awad
Con la muerte el pasado 9 de septiembre de Luwis Awad, pensador y humanista, continuador de una estirpe que alcanzó su madurez en la obra de los grandes T aestros de la "generación de entreguerras", la cultura arabe pierde una de sus figuras principales.
Bastaba conversar unos minutos con Luwis Awad para quedar plenamente convencido de varias cosas: sus amplísimos conocimientos culturales, su gran ambición intelectual, su formidable vocación polémica. Infatigable estudioso de la historia de las ideas, seguidor atentísimo siempre de la manifestación literaria, que sitúa y estudia constantemente en el contexto social que le corresponde. Con su muerte, a los 75 años , Egipto ha perdido posiblemente a su principal y más discutido pensador y humanista, continuador a su manera de una estirpe que alcanzó su madurez en la obra de los grandes maestros de la "generación de entreguerras", y en especial en este terreno del pensamiento y del ensayo, con Taha Husain (1889-1973), a quien Awad distinguió siempre con particular aprecio.Estaba yo leyendo el último de sus libros publicados cuando me ha llegado la noticia de su muerte, el pasado 9 de septiembre, en El Cairo. Ese apretado volumen de más de 600 páginas, dedicado a sus "años de formación" y escrito entre 1982 y 1986, constituye la primera aportación confesional, tan densa como vehemente y minuciosa, de sus proyectadas memonas, que pensaba disponer en varios tomos bajo el título genérico de Hojas de la existencia. El proyecto, trunco, alcanza sólo hasta el año 1936.
Traductor sensible He vuelto también a repasar la lista de sus libros y me he quedado aún más sorprendido de lo que esperaba. En el panorama intelectual árabe contemporáneo resulta dificil encontrar parangón a este mantenido y colosal esfuerzo de una cincuentena de títulos aparecidos a lo largo de 45 años. Dentro de esa extensísima y no menos variada obra se sitúa también la actividad de un traductor sensible tanto a Esquilo y Horacio como a Shakespeare y Shelley, por ejemplo, y que de esa forma, aparte los escritos de divulgación o crítica dedicados a diversos autores contemporáneos, demostraba fehacientemente la amplitud de sus inquietudes literarias y culturales.
Este cristiano copto del alto Egipto, que consiguió ser el primer egipcio catedrático titular de literatura inglesa en la Universidad de El Cairo, tuvo dos pasiones fundamentales: su país y la defensa de la libertad, que prefirió manifestar casi siempre dentro de una tónica de pensamiento radical, directamente, sin alifafes. Estas dos nítidas pasiones, que también en la medida de lo posible él mismo trataba de racionalizar, le depararon abundantes sinsabores personales y profesionales. Si los diversos foros académicos y los diferentes medios de comunicación constituyeron su medio habitual de actividad y discusión, tampoco desconoció la cárcel ni se vio privado de otras variadas experiencias de persecución y de prisión. No era ciertamente Awad una personalidad flexible, y su indudable capacidad dialéctica chocaba en ocasiones con unas parciales limitaciones propias que le resultaba difícil, restringir o superar, pero es evidente que este luchador nato necesitaba, para la realización de su obra, un marco pofitico y social que estaba muy lejos del que han vivido la política y la propia sociedad egipcias -las árabes en su generalidad- durante las cuatro últimas décadas. En cualquier caso lo cierto es que la historia intelectual y literaria de Egipto de los siglos XIX y XX no puede efectuarse correctamente sin tener en cuenta las importantes revisiones que Awad introdujo en numerosos libros que son ya lectura absolutamente imprescindible para el interesado en estas cuestiones. A través de ellos se podrá también comprobar cómo va evolucionando parcialmente este pensador, formado básicamente en las ideas de un marxismo humanista -como señala acertadamente el profesor Ortega Marín, uno de los escasísimos arabistas españoles interesados en su obra- que no renuncia nunca a defender la libertad y la dignidad de la persona.
Aunque su obra propiamente de creación sea bastante más reducida, en Awad había también un notable escritor. No hay que olvidar, por ejemplo, que Awad fue también, con todas las restricciones que se quiera, un pionero de la "tendencia del verso libre" en el panorama lírico, árabe contemporáneo. A base de esas formas más sueltas y dinámicas, tanto en forma como en contenido, que propiciaba el verso libre, Awad acertó a ver una de las más nobles vías de innovación en la renqueante maquinaria poética árabe de las primeras décadas de este siglo. Gracias a su denodado esfuerzo crítico comenzó a consagrarse más de uno de los mayores poetas renovadores árabes de nuestro tiempo.
Encender velasCuando, en una de las últimas entrevistas con él publicadas, afirmó que "su estilo había con sistido en ir encendiendo velas para responder a tanta tiniebla", estaba en lo cierto. Ésa fue, ante todo, su polémica gloria. Y no podía ser de otra manera. Defen dió siempre la vinculación exis tente entre literatura y sociedad. Su propia obra, que en más de una ocasión ha sido calificada de .quijotesca", resulta un claro tes timonio de tal principio.
es arabista.
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