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Los últimos días de circulación del marco oriental

Lluís Bassets

Esta es la última semana de socialismo en la República Democrática Alemana. A partir del 1 de julio, el marco oriental dejará de circular. Miles de toneladas de papel moneda serán incineradas y algunos billetes pasarán a engrosar los cuadernos de los coleccionistas. Toda la economía socialista, que permitía el pleno empleo, la educación desde la guardería y la sanidad públicas y gratuitas, alquileres bajísimos y alimentos de primera necesidad con precios subvencionados, quedará paralizada. Toda la actividad económica empezará a girar alrededor del DM, el deutsche mark. Quien no haya ingresado su papel moneda en los bancos deberá comérselo.De ahí la salvaje especulación desatada en las últimas semanas en torno a la vieja moneda. Las estaciones del Zoológico y de Friedrichstrasse, en Berlín Occidental, y la Alexanderplatz, en el Oriental, se han convertido en un zoco enloquecido donde turcos, rumanos, rusos o húngaros cambian y vuelven a cambiar unas monedas por otras ante la estupefacción de los alemanes de uno y otro lado, nada habituados a este tipo de espectáculos. La moneda oriental se amontona en grandes pilas ante los ojos de la policía. Los cambistas compran marcos orientales a razón de dos por uno occidental y venden éstos por tres. Mientras tanto, en las cajas de ahorro, los ciudadanos van formando colas cada vez más largas para ingresar el papel tan pronto inútil.

También hay colas ante los tenderetes de frutas, tiradas de precio si se empieza a echar cuentas en marcos occidentales. Pero las colas forman parte de la cultura comercial socialista, una cultura que entrará en quiebra la semana próxima. "Por segunda vez en su vida", dice esta semana el semanario Der Spiegel, "se hallan los ciudadanos de la RDA ante un gran experimento. El primero fue el socialismo realmente existente, y ya sabemos de sus resultados. El segundo se llama unidad monetaria, y sus resultados son todavía una incógnita".

En estos días conviven así el viejo sistema, que todavía se refleja en numerosos detalles de la vida cotidiana, y el nuevo, que empieza a asomar la cabeza. Bild Zeitung, el diario sensacionalista, amante de escándalos, sangre y sexo, está ya en todas partes e imprime un millón de ejemplares en cinco plantas de la RDA en sus ediciones regionales. Es uno de los principales y más lamentables símbolos de la cultura popular de la RFA y ahora ya de Alemania a secas.

Las ventas a plazos funcionan a pleno rendimiento. E incluso una nueva economía subterránea, instalada sobre el socialista mercado negro, intentará sobrevivir al 1 de julio. En Berlín, por ejemplo, más de una decena de bares ilegales ofrecen bebidas, música e incluso espectáculos a los sorprendidos visitantes. Existe una red de compraventa de ropa militar soviética y alemana oriental, que tiene luego muy buena salida en los tenderetes turísticos de Berlín Occidental. Algunas gorras llegan nuevas, con el precio etiquetado, a los chiringuitos instalados al lado del Reichstag y de la puerta de Brandeburgo, que regentan inmigrantes turcos y obtienen un gran éxito entre los turistas.

No todo es fruto de la libre iniciativa alemana. Muchos extranjeros participan en estos insólitos y efímeros circuitos comerciales, principalmente jóvenes. del este europeo, que consiguen ganar en unas pocas semanas de fiebre comercial lo que tardarían un año en ganar en sus país, es respectivos.

Y luego están los productos. Por ejemplo, los Toyota japoneses, que también han aparecido. En la plaza mayor de Meiningen, una ciudad de Turingia, el vendedor ocupa la mitad de las aceras con sus modelos, que exhibe con el capó abierto. Los curiosos se agolpan y se atropellan para observar las maravillas de la mecánica capitalista. Algún ciudadano con puesto de trabajo asegurado empieza a comprometerse con las primeras ventas a plazos. Gran inconveniente para los flamantes poseedores de coches occidentales, en su mayoría de segunda mano: deben proveerse de gasolina sin plomo, que sólo se vende en unas pocas decenas de surtidores, principalmente en las autopistas de tránsito internacional, y que se adquiere a cambio de marcos occidentales.

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La otra cara de la moneda: en una pared de Dresde se puede leer un pequeño anuncio con un teléfono de contacto. Se vende un trabi por 300 marcos, que significan al cambio unas 8.000 pesetas. El Trabant, apodado trabi, funciona con un motor de dos tiempos, a base de una mezcla de gasolina y aceite; alcanza como mucho los 100 kilómetros, despide unos humos insoportables y se fabrica desde hace ya 25 años, sin ninguna modificación sustancial. Es un símbolo redondo del arcaísmo industrial y de la inmovilidad de la RDA durante el último cuarto de siglo. Muchos de los que poseen un trabi no volverán a tener coche nunca más, principalmente si se trata de jubilados con escasas expectativas de recomponer su situación económica a partir del 1 de julio.

Y no sólo los que poseen trabi, sino los que poseen coche a secas. Helmut Grimm, por ejemplo, un jubilado de 65 años que ha trabajado toda su vida como contable en la misma empresa, un kombinat agroalimentarlo, posee un Mosvik, conseguido hace 13 años. El cochecito ha circulado apenas 80.000 kilómetros, una cantidad lógica si se tienen en cuenta las escasas posibilidades de viaje con que contaba su dueño. Para Grimm no hay duda de que nunca tendrá dinero suficiente como para comprar otro coche.

A la RDA han llegado una primera oleada de vendedores, que anuncia la marca de consumismo preparada para invadir el país a partir del 1 de julio. Se instalan en las plazas de los pueblos y montan tenderetes, con música enlatada o en vivo si hace falta. Venden desde frutas hasta electrodomésticos. Algunos sólo admiten el pago en marcos occidentales. Otros venden con dos precios, uno para el marco viejo y otro para el occidental. Otros vendedores más serios, los representantes de casas comerciales de la República Federal, atraviesan también el país en sus pequeños utilitarios con el nombre de la marca visiblemente anunciado sobre el automóvil.

Las escasas fondas y hoteles de turismo están llenos de estos personajes, pioneros del marco fuerte que realizan la primera siembra. A ellos se deben los primeros anuncios de productos occidentales que empiezan a lucir en fachadas y puertas de negocios: la cerveza occidental, el tabaco americano, los yogures, que han sustituido totalmente a sus equivalentes orientales en los hábitos de muchos consumidores. Acá y acullá han aparecido de la noche a la mañana improvisados merenderos donde se vende cerveza y bocadillos bajo parasoles coloreados con los logotipos de marcas norteamericanas.

En algunos de los mejores edificios del centro de las ciudades aparecen los rótulos de los grandes bancos alemanes, preparados para abrir en los próximos días. En una carretera en las afueras de Dresde, British Petroleum anuncia la apertura de una gasolinera para fechas próximas.

Todavía en Meiningen, un joven occidental emprendedor ha instalado la primera disco bajo una carpa. Un conjunto atruena los oídos de la gente, que paga dos marcos por entrar y otro marco por beber una cerveza. Si hay que conducir, coca-cola también al mismo precio. La RDA no admite ni una gota de alcohol en sangre cuando hay que llevar el coche.

Los ciudadanos orientales esperan que con la unidad no desaparezca la prohibición. Los accidentes de tráfico han aumentado ostensiblemente desde la caída del muro y la invasión de wessis (de West, oeste) o bundis (de Bundes Republik, República Federal). Éstos llegan principalmente los fines de semana y suscitan una mezcla de admiración y rechazo ante la ostentación de riqueza por parte de los ossis (de Ost, este) o zonis (de Zone o zona de ocupación soviética).

Las librerías reflejan también el incipiente cambio económico. Los libros desaparecen que es un contento, pues son muchas las personas que quieren aprovechar sus bajos precios, incluso si se cuenta al cambio oficial. En la librería de la Casa de Bertolt Brecht, en Berlín, los turistas se llevan montones de discos y libros. Los himnos y cantos revolucionarios, o las propias canciones de Brecht, se han agotado. Las estanterías con las obras completas de Marx y Engels, la famosa MEGA (Marx und Engels Gesamt Ausgabe; es decir, obra completa de Marx y Engels), editada por el Instituto de Marxismo-Leninismo, permanecen impávidas, sin requerimientos de compradores. No ocurre lo mismo con una nueva clase de libros que ha Irrumpido con éxito brutal en las librerías, principalmente desde la RFA: ¿Cómo dirigir una empresa?, Manual de ventas, Las relaciones públicas en la empresa de hoy, etcétera. El precio de los libros, como las butacas de teatro o de los conciertos, como todo en definitiva, se sospecha que subirá a partir del 1 de julio.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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