¿Nueva unión alemana o 'status quo'?
El éxodo de millares de alemanes orientales coloca a la RDA en una situación tal que le resulta casi imposible mantener la situación que pervive desde hace 20 años. Según el autor, ahora la solución a la división de Alemania puede hacerse efectiva
La República Federal de Alemania (RFA) encuentra una creciente dificultad para abandonar un statu quo con el que ha vivido bien durante casi 20 años. Igual ocurre con las relaciones interalemanas que la huida de casi 20.000 personas jóvenes de la República Democrática Alemana (RDA) a través de Hungría y Austria pone en tela de juicio de la noche a la mañana. Lo asombroso de ese asunto no es tanto el número de refugiados, pues tal cosa ya se ha repetido en las relaciones entre ambos Estados alemanes, remontándose unos 40 años, después de la sublevación de los trabajadores el 17 de junio de 1953 en Berlín Este, así como antes de la construcción del Muro en 1961, y por última vez en 1985, cuando la RDA permitió marcharse legalmente a unas 40.000 personas. En este año se espera, en efecto, la llegada de más de 100.000 habitantes de la RDA. Y con ello resulta evidente que el segundo Estado alemán, con una población total de 17 millones de habitantes, no puede permitir ya por más tiempo un éxodo semejante. Ya se oye decir que hay que cerrar departamentos de hospitales o escuelas de párvulos porque grupos enteros de profesionales se han marchado en las últimas semanas a Occidente.
Interrumpir la inmigración
Por consiguiente, la RDA se verá obligada a interrumpir este proceso de emigración incontrolada de sus ciudadanos, si no quiere arriesgarse a una destrucción de su entidad estatal. Sin embargo, ello aumentará de modo considerable la presión interna en la RDA. Y las manifestaciones espontáneas de protesta en la ciudad ferial de Leipzig en fecha reciente no auguran nada bueno. Ya existen declaraciones de políticos alemanes occidentales serios sobre que en los próximos años podría producirse una nueva sublevación contra el régimen comunista.Después de los dramáticos acontecimientos de los últimos días, no se descarta, desgraciadamente, una posibilidad tal, porque el régimen del ahora jubilado parece seguir negándose a aceptar las realidades. La visita del presidente de la Confederación Libre Alemana de Sindicatos (FDGB), Harry Tisch, como la del jefe de los sindicatos de la RDA, que también es miembro del Politburó, a la RFA, ofreció un ejemplo alarmante de ello, hace pocos días.
Pese a todas las peticiones crecientes de reformas, también a través de las Iglesias de la RDA, no parece que el régimen esté dispuesto a ello. Los hombres que suceden a Honecker, entre quienes, curiosamente, no hay pocos que nacieron en Alemania Occidental, por tanto, en el territorio actual de la RFA, han descartado hasta ahora al Partido Socialdemócracia Alemán (SPD) como interlocutor. Los contactos con el régimen comunista alemán se han mantenido porque el mayor partido opositor de la RFA nunca se desconcertó en los últimos años. Ahora, una delegación del SPD se presenta ahí, de un día para otro.
Esto provoca gran inseguridad en Berlín Este.
Dilema múltiple
Sin embargo, de ello surge un dilema múltiple, tanto para el proceso de reformas en Europa oriental como para Occidente, y aquí, sobre todo, para la RFA. Porque, ¿cómo continuar con el proceso de reformas interno soviético, cómo controlar los acontecimientos en Polonia y Hungría si la RDA se ha excluido de ello?¿Y cómo puede dedicarse la RFA con todas sus energías al proceso de la integración europea occidental, al mercado único de 1992, si se ve invadida anualmente por medio millón de refugiados procedentes de la RDA y de evacuados de origen alemán de Europa central? ¿Cómo puede Alemania Occidental, expresado de modo aún más dramático, mirar al Oeste y al Sur cuando al Este, en la RDA, un telón impenetrable se abate sobre 17 millones de personas cuyo sentimiento de unidad con Alemania Occidental perdura después de 40 años de la división alemana? No otra cosa expresan las imágenes televisadas de los jóvenes que llegan a Occidente desde Hungría.
Incluso si los alemanes occidentales apenas se resisten, se ven confrontados de nuevo con la herencia de la II Guerra Mundial de modo inexorable. Sólo parece existir una solución del problema: llevar a cabo una nueva unión de ambos Estados alemanes mediante una confederación. Esto no se puede lograr contra la voluntad declarada de la Unión Soviética. Pero los amigos de Europa occidental deberían trabajar por la reconciliación de ambos Estados alemanes. Después, Alemania seguiría siendo un Estado de Occidente. Y el compromiso europeo de los alemanes seguramente se reforzaría si se alcanzase una situación de normalidad. La división de Alemania es, en cualquier caso, anormal.
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