Dahrendorf: "Fascismo y fundamentalismo tiñen el resurgir nacionalista"
HERMANN TERTSCH Sir Ralf Dahrendorf, actual warden del Saint Anthony's College de Oxford, es uno de los más destacados pensadores del liberalismo moderno. Alemán, nacido en Hamburgo hace 60 años, comisario comunitario en Bruselas, director de la London School of Economics, ha compaginado su labor política, administrativa y académica con la publicación de una amplísima bibliografía. Dahrendorf estuvo en Madrid para clausurar un curso de relaciones internacionales de la Fundación Ortega y Gasset
Dahrendorf pronunció una conferencia en la sede madrileña de la fundación en la que analizó la evolución política en Europa, especialmente en el este, y llamó a una intensificación de las ayudas de Occidente a los países socialistas en transición.Según declaró, es imprescindible que, además de las ayudas económicas en tecnología, inversiones y cooperación, se lancen programas para crear en estos países la red de organizaciones e instituciones necesarias para establecer sociedades civiles en estos países. Las instituciones académicas y fundaciones privadas occidentales tienen aquí un gran papel que cumplir, señaló.
Pregunta. Está usted últimamente volcado al estudio de las transformaciones en el Este de Europa. Parece que estos fenómenos cierran un ciclo abierto a principios del siglo. ¿A qué se refiere cuando habla del fin de las ideologías redentoras?
Respuesta. Es cierto que se está cerrando el ciclo. Asistimos en el Segundo y el Tercer Mundo a un dramático abandono del llamado socialismo -y me refiero al socialismo real, sin entrar a discutir el término- Diría que comenzó en el Tercer Mundo, desde Tanzania, tras la retirada de Nyerere, cuando su sucesor enterró el concepto de socialismo africano, hasta Jamaica, cuando Manley regresa diciendo que Norteamérica, [EE UU] es nuestro gran amigo y queremos fomentar la libre empresa. Después, sin duda desencadenadas pero no creadas por Gorbachov, comenzaron las cada vez más profundas dudas en el imperio soviético. El por qué se explica con el gran boom de los años ochenta en el mundo Occidental, que ha dejado descolgados a los países antaño socialistas. Han quedado fuera de juego. Ahí están las causas económicas, aunque existían fuerzas en Hungría y Polonia que buscaban ya cambios políticos.
P. Con el ocaso de esta ideología redentorá, ¿cree que sólo hay un camino de desarrollo en el mundo?
Alternativa al capitalismo
R. Con toda seguridad, no. Está usted hablando de Fukuyama. El camino que él describe no es en absoluto desagradable. Pero, con toda seguridad, no va a ser así. Por muchas razones. La historia continúa y tiene mucha más fantasía que los asesores del Gobierno norteamericano. Por otra parte, incluso hoy se ve que existen alternativas a las diversas formas del, llamémoslo, capitalismo real y están en el fundamentalismo. Considero muchos aspectos del nacionalismo en el Este de Europa y el resurgir del antisemitismo como una nueva mezcla de fundamentalismo y fascismo. Este fundamentalismo goza de atractivo en los países que buscan la libertad, y por eso creo que, por desgracia, hay alternativas y Fukuyama simplifica.
P. Aún existen algunos teóricos y políticos de la izquierda marxista que insisten en que las reformas en el Este no llevan al capitalismo y que al final surgirá un sistema de la convergencia de los dos existentes. ¿No cree que la convergencia ya ha sido hecha en Occidente?
R. Por supuesto. Eagleburger [el subsecretario de Estado norteamericano Lawrence Eagle -burger] decía hace poco algo muy interesante respecto a que hemos pasado por tres fases de convicciones de efecto público. Estamos en la tercera. La primera fue la teoría de la convergencia, de la existencia de un solo modelo de sociedad industrial hacia la que nos dirigíamos todos. Es la teoría de las 18 lecciones de Raimond Aron. Después pasamos a la fase del statu quo, con la teoría de aceptar ambos sistemas como iguales en derecho. Es la teoría del Acta de Helsinki de estabilización de ambos sistemas.
Hoy, y en esto estoy de acuerdo con Fukuyama, hemos llegado a la fase de descubrir que, si se consulta a la gente, ésta quiere vivir como nosotros en Occidente. Para mí no era un secreto. Unos 1.000 millones de seres humanos quieren vivir en Estados Unidos. No he oído de muchos que quieran emígrar a la URSS a toda costa. Y esto se ve hoy diariamente con los refugiados de la República Democrática Alemana (RDA). No quiero hablar de victoria o derrota. Pero la atracción del socialismo real es nula.
Quien hable hoy de convergencia de sistemas intenta desesperadamente aferrarse a cosas que no existen, como tampoco existe ya el statu quo.
P. Los países más, avanzados en las reformas internas en el Este son los que se hallan en la peor crisis económica, ¿Cree posible una involución?
Vías distintas
R. No creo en una involución; pero sí es posible que emprendan vías muy distintas a las esperadas. Pienso sobre todo en dictaduras parecidas a las existentes en estos países en la época de entreguerras. Una de las cuestiones de la discusión actual que me hacen gracia, pero también me sorprende, es cómo muchos observadores occidentales han adoptado el cuadro histórico de los comunistas y hablan de la vuelta al capitalismo. Aquí no hay vuelta que valga, porque estos países jamás tuvieron un capitalismo. Esta falsa presunción emana de una visión de la historia según la cual el socialismo sucede al capitalismo. Hay que reicordar que estos países no han sido nunca ejemplos de liberalidad.
P. ¿No cree que Polonia y Hungría tienen ya, como Checoslovaquia, una sociedad civil que impida el acceso al poder de dictadores del tipo de Horthy y Pilsudski de entreguerras?
R. Ésa es la cuestión clave: En el caso de Hungría, estoy casi seguro que sí, en el de Polonia tengo mis dudas. Solidaridad ha hecho mucho en este camino hacia una sociedad civil. Pero en Hungría hay un partido de los campesinos y en Polonia la Solidaridad Campesina, que son formaciones extrañas.
P. En el caso de la URSS, ¿cree que hay esperanza de lograr una sociedad civil para que pueda emprender el camino de la modernidad en el siglo XXI?
R. Esperanza siempre la hay, pero la URSS es un caso único en la historia. Es un país en vías de desarrollo, con un solo sector de poder desarrollado, el armamentista y espacial, culturalmente sin atractivo, políticamente sin atractivo y económicamente en la postración total. El camino será larguísimo.
P. Hablemos de su impresión sobre el futuro de aquellos que se han negado a reformas, Checoslovaquia, la RDA y Rumanía.
R. En Checoslovaquia todos tenemos la impresión de que los cambios van a empezar muy pronto. Tiene, además, que pasar algo, porque si no, habrá una explosión. Es el país que más se ha hundido bajo el sistema.
Sobre la RDA, no sé lo que, pasa en el interior. La oposición parece dispuesta a aceptar los principios de aquel Estado, y ése no es mi mundo. Sobre Rumanía quiero decir que nada tiene que ver con la evolución del comunismo. Es un país sometido a una política familiar balcánica casi fascista. El camino hacia la modernidad es muy difícil y puede ser cruel; cuanto más tarde se emprenda más lo será.
P. ¿Qué efectos sobre el mundo prevé si se logra el proyecto de crear una Europa que vuelva a tener los mismos valores?
R. Ya está teniendo gran efecto hoy. Recuerde cómo hace 10 años todo lo referente a Europa era negativo. Europesimismo, euroesclerosis, euro-yo-qué-sé. Hoy Europa es la gran esperanza. Pienso que, con la evolución en el Este, el objetivo de 1992 queda corto. Necesitamos un 1992 de nuevo tipo.
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