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Tribuna:EL ESTE CAMBIAANÁLISIS
Tribuna
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Un sacrificio ya del todo insuficiente

La dimisión del hasta ahora omnipotente líder de la República Democrática Alemana (RDA), Erich Honecker, es ante todo el resultado de la clásica revuelta palaciega de un aparato comunista que recurre al último instrumento a su disposición para intentar sobrevivir a una crisis: el sacrificio del máximo dirigente.La conmoción social y política en que ha sumido a la RDA la dirección del Partido Socialista Unificado (SED) con su inflexibilidad y arrogancia ortodoxa en las últimas semanas requería cambios. El intento de suplir cambios políticos, que obligarían al cese a casi todo el buró político, por tres cambios estelares y más o menos cosméticos es tan evidente como lo es su fracaso a medio plazo.

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El sucesor de Honecker, Egon Krenz, es para la población alemana oriental el prototipo del aparatchik, que debe toda la carrera como funcionario comunista a la sumisión absoluta a su antecesor en la jefatura. Krenz es, a sus 52 años, un hombre físicamente quemado por una cirrosis avanzada. Políticamente está exento de toda credibilidad como hipotético reformador.

Con el relevo de Honecker, Gunther Mittag y Joachim Herrmann, el buró político sacrificó ayer ante el Comité Central a tres miembros para que los 18 restantes puedan llegar al menos al XII Congreso, previsto para mayo. Al parecer, ayer, el Comité Central se dio por satisfecho. Forman parte de éste los secretarios del partido en los distritos, que habían impuesto la semana pasada el fin del hostigamiento a los manifestantes y de la autocomplacencia en los medios oficiales.

Mittag, responsable de economía en el Comité Central, es la cabeza de turco por la grave situación de des abastecimiento en amplias regiones de la república. Herrmann es sacrificado para sugerir cambios en la política informativa, a cuyo cargo demostró ser una reliquia dogmática de tiempos pasados. No obstante, será difícil, si no imposible, a la cúpula del partido convencer a la población de que, al contrario que los tres defenestrados, los restantes van a cambiar una política que hace una semana aún defendían con palizas callejeras, detenciones y amenazas contra todo aquel que la ponía en duda.

Harry Tisch, que ha ocultado y reprimido las protestas de los trabajadores desde la jefatura del sindicato oficial; Willy Stoph, jefe del Gobierno y primer responsable del desastre en el suministro de alimentos; Kurt Hager, máximo represor de artistas que se ha mofado durante tres años de las reformas soviéticas son sólo tres ejemplos de la incapacidad total de este buró político de hacerse con la situación. Hace un año, quizá tres meses, hubiera sido posible. Tras los acontecimientos de las últimas semanas, desde luego que no.

Cae con Honecker el último jefe comunista en Europa oriental forjado en un partido de puro corte estalinista en los años treinta. Como en el caso de Janos Kadar en Hungría hace año y medio, la caída de Honecker es una enorme tragedia personal. Un creyente dogmático en el mensaje de felicidad humana del comunismo, cuya aplicación justificaba todos los medios, incluidas muertes, detenciones y muros, es liquidado políticamente por sus compañeros y por los tiempos que corren, que no dejan sitio ya a los soldados de ideologías redentoras.

"Aquellos que retrasan su adecuación a los tiempos son castigados por la vida misma", decía Mijail Gorbachov hace 10 días en Berlín. A sus 77 años, Honecker se retira teniendo que esforzarse por no creer lo que ve, que la obra a la que dedicó toda su vida se desmorona. Su patético discurso rezumante de autocomplacencia durante los actos del 40º aniversario, todo un canto al aquí no pasa nada, ha sido su última intervención pública en 70 años de vida comunista.

Los medios oficiales anunciaron el cese de Honecker de sus tres cargos, la secretaría general del partido, la jefatura del Estado y la presidencia del Consejo de Defensa, ocho minutos después de comenzar el pleno del Comité Central. El buró político, reunido en la víspera, no quería dejar decidir a este órgano. Quería darle las víctimas servidas. No serán suficientes si no les siguen reformas políticas. Nadie cree en la RDA que Krenz y su buró político tengan intención de aplicarlas.

La base del partido está en pie de guerra contra una dirección a la que hace responsable de crear en el país una situación prerrevolucionaria que será muy difícil de reconducir hacia una normalización en la que el monopolio del poder comunista esté incontestado. Porque, aunque insuficiente, este relevo ha sido impuesto por el pueblo en la calle. En esto reside su especial calidad. Desde ahora el régimen no volverá a gobernar tranquilo.

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