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Los sucesores de Alberto Sánchez tratan de remediar la dispersión de la obra del escultor

Proponen una antológica de su producción y participan en una exposición homenaje en El Escorial

El escultor Alberto Sánchez (Toledo, 1895-Moscú, 1962) será objeto de un homenaje dentro de los cursos de verano de la universidad Complutense de Madrid que se celebran en El Escorial. Su obra -parcialmente destruida en la guerra civil- se encuentra dispersa en colecciones particulares, Museo Pushkin de Moscú, Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, Ministerio de Cultura, Toledo y en propiedad familiar. Tampoco existe un catálogo científico de la misma. En opinión de Alcaén Sánchez, hijo del artista, "es difícil pensar en un Museo Alberto, pero el Centro Reina Sofía podría poner remedio a esta dispersión".

Alberto inició su obra de forma autodidacta en la adolescencia, compaginándola con el trabajo como panadero en una tahona de Madrid. Artista inmerso en el espíritu de las vanguardias históricas desde la perspectiva de un surrealismo ibérico, preñado de sorprendentes intuiciones y adelantos a las realizaciones de su tiempo, vivió el azar de la guerra y el exilio con perjuicio irreparable para la conservación de su obra. "Ésta es la primera tragedia para la obra de mi padre, reconocer que sus grandes realizaciones del período que él denominaba abstracto se han perdido irreparablemente".Son aquellas obras que en 1937 quedaron bajo los escombros de su casa de la calle de Joaquín María López de Madrid, batida por la artillería y reducida a escombros.

La época inmediatamente anterior, denominada por el artista como de aprendizaje, de la que la familia y el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid conservan obras notables (El ciego de la bandurria, Obrero vasco, Maternidad, Buey, Carretero, etcétera), significó para Alberto "la confirmación de que su vida estaría plenamente dedicada al arte. La gran exposición de Artistas Ibéricos de 1925 significó su consagración. Todo debido a Barradas, el escultor uruguayo que le cedió parte del espacio que él tenía asignado para exponer", afirma Clara Sancha.

En este tiempo funda con Benjamín Palencia la Escuela de Vallecas renunciando al "camino de París" emprendido por gran parte de los artistas españoles. El propio Alberto en su libro Palabras de un escultor afirma: "Palencia y yo nos quedamos en Madrid con el deliberado propósito de poner en pie el nuevo arte nacional que compitiera con el de París... siempre he considerado este arte un arte revolucionario que busca la vida".

Vida en MoscúDe entonces son sus obras Volumen qué, vuela en el silencio de la noche y que nunca pude ver, Pájaro de mi invención hecho con las piedras que vuelan en una explosión de barreno, o Animal espantado de su soledad, títulos de gran resonancia lírica que se corresponden con la sensibilidad de un momento de la historia en el que también surgían Federico García Lorca, Rafael Alberti y Pablo Neruda.

Cuando salió de España en 1938, la obra de Alberto -"la gran obra", en palabras de su hijo Alcaen- quedaba destruida o dispersa en casas de amigos y compradores. No es probable que fuera de España y la Unión Soviética existan grandes cosas. "Únicamente en Chile y México algunos figurines y cuadros, en concreto, regalos realizados por él a Pablo Neruda y Juan Rejano".

La etapa moscovita de Alberto, refugiado con su familia en una habitación del hotel Lux, antigua sede de la Koinintern, se caracteriza por la dedicación al trabajo escenográfico en un mundo artístico dominado por el realismo socialista y las consignas artísticas. Abocado al abandono de su estilo escultórico, se refugia en el trabajo escenográfico y la amistad con los españoles Sánchez Arrás, Luis Lacasa y Arconada. Realiza en este período obras muy notables, como los escenarios de la película Don Quijote, de Kosintsev, decorados y figurines para obras de Goldoni, Tolstoi, Lope de Vega o García Lorca.

En un mundo que consideraba "degenerado arte burgués todo el producido desde Monet en adelante, mi padre no pudo contactar con la vanguardia rusa, condenada a la mudez o el exilio; contó con la amistad del gran pintor Plotr Konchalovsky y su hijo Mijail, familiares de Surikov, el gran artista del siglo XIX ruso".

En 1955 la Unión Soviética conoció la breve perestroika de Jruschov, que animó a Alberto a reiniciar su labor, produciendo desde 1956 hasta 1962 un total de 39 esculturas, algunas de ellas remembranza de las que se habían destruido en España. Como paso previo para autorizar la salida de la obra de Alberto con destino a España, el Museo Pushkin adquiere 4 esculturas y 20 cuadros "al precio simbólico, visto desde Occidente, de 200 y 300 rublos".

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