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La galerista norteamericana obligada a devolver unos mosaicos bizantinos a Chipre recurrirá la sentencia

Las piezas proceden de la bóveda de una iglesia del siglo V situada al norte de la isla

Peg L. Goldberg, la coleccionista norteamericana de arte que compró los mosaicos bizantinos que un juez de Indiana ha ordenado retornar a Chipre, prevé una avalancha de litigios en Estados Unidos. Según la marchante, Mentro de muy poco veremos decenas de casos similares, presentados por países deseosos de recuperar piezas de arte desaparecidas, que actualmente se exhiben en Norteamérica". Goldberg se declaró "muy triste y contrariada por la sentencia", y anunció desde su galería de Indianápolis su firme decisión de "recurrir la resolución judicial" y luchar en los tribuna les "para conservar los mosaicos".

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La coleccionista, que compró esas piezas bizantinas del siglo VI hace un año, opina que el Gobierno de Chipre y la Iglesia ortodoxa griega de aquel país "debieron informar a las autoridades policiales internacionales de la desaparición de los mosaicos, y no reclamarlos sólo cuando se enteraron de que existían". Goldberg contactó con la Unesco y con los servicios aduaneros de la República Federal de Alemania, Suiza, Turquía y Estados Unidos para confirmar que las piezas no habían sido robadas. Los mosaicos habían desaparecido durante la invasión turca a Chipre, en 1974. Las piezas se hallaban en la bóveda de una pequeña iglesia, construida en el siglo V y denominada Panagia Karialcaria, situada en la localidad de Lythrankoni, al norte de Chipre.

En 1988, Golclberg vio los mosaicos en unas fotografías que le fueron mostradas por el galerista holandes Michael van Rijn; "y me enarnoré de ellos", según explicó la coleccionista el lunes a EL PAÍS. Aquel amor a primera vista le costó muy caro, porque meses después pagó por ellos algo más de un millón de dólares (más de 119 millones de pesetas) a Aydin Dikmen, un galerista turco aFincado en Múnich. Dikinen, que decidió desprenderse de los mosaicos por encontrarse seriamente enfermo, ha declarado que encontró los mosaicos entre los escombros de una iglesia chipriota, y que los exporté, a la RFA de forma legal.

Golclberg pidió un crédito a un banco de Incliana y formalizó la compra en el aeropuerto de Ginebra el pasado verano. Desde allí, las piezas volaron hasta los talleres de la coleccionista en Indiariápolis, sede de la galería de antigüedades Goldberg & Feldman Fine Arts Incorporated.

La galería gastó otro millón de dólares en la restauración de las piezas; y cuando el trabajo quedó listo, apareció un mosaico increíble en el que miles de pequeñas piezas de color componían los rostros y los cuerpos de Jesús y los apóstoles Santiago y Mateo. Goldberg calificó ayer las piezas como "únicas" y de "extraordinaria belleza".

Reclamación

En cuanto trascendió que Goldberg tenía esos mosaicos y que el museo Getty de Malibú (California) ofrecía por ellos 20 millones de dólares (unos 2.400 millones de pesetas), el Gobierno de Chipre y la Iglesia ortodoxa griega de ese país reclamaron las piezas judicialmente. "La compra fue absolutamente legal, pero he de reconocer que no existe ningún documento en el que aparezcan los nombres de los propietarios le gítimos de las piezas", comentó Goldberg. La galerista opina que ella es la verdadera propietaria de los mosaicos, y así me lo han reconocido decenas de colegas de todo el mundo, que me han llamado para apo yarme".

Según la galerista, "toda pieza sobre la que no existe ningún tipo de protección legal en su país de origen y sobre la que no hay ninguna orden policial que indique que ha sido robada es susceptible de ser comprada legalmente, como yo hice con esas obras bizantinas".

Goldberg reconoce que la sentencia de Indiana crea una peligrosa jurisprudencia. Cual quier país que desee reclamar una pieza podrá sustentar su petición con la resolución del juez James E. Nolan, "cuya decisión fue un error tremendo", comenta la galerista, quien opina que innumerables piezas de arte español, italiano y griego se exhiben en EE UU con la misma documentación aportada por ella en el juicio.

"Estos mosaicos estaban circulando por un circuito comercial legal", comentó la marchante. El juez Nolan no lo entendió así. Además existían datos procedentes de Francia en los que el intermediario holandés Van Rijn había estado mezclado en la venta de falsificaciones de Marc Chagall. Ese hecho contribuyó a que el juez creyera que Goldberg no fue lo suficientemente diligente a la hora de comprar los mosaicos, y de ahí que decidiera su retorno a Chipre. Existía además otro dato: el precio que la galerista pagó por esas piezas. Un millón de dólares era una ganga sospechosa, porque el museo Getty las valoró en 20 millones.

La desesperación de Goldberg contrastó con la alegría de Michael E. Sherifis, embajador chipriota en Washington, los responsables del museo Getty y Gary K. Vikan, un especialista en arte bizantino de la galería de arte de Baltimore. Marion True, la conservadora de antigüedades del Getty, testificó en el juicio en favor de Chipre, al igual que Vikan.

La galerista de Indianápolis cree que el interés de algunas personas e instituciones han sido determinantes a lo largo del litigio por los mosaicos. "El museo Getty nos hizo una oferta por las piezas y las valoró en 20 millones de dólares, y ahora se alegra de que éstas regresen a Chipre".

"No entiendo nada", explica Peg Goldberg; pero ha decidido luchar por los mosaicos. Mientras dure el proceso de apelación, nadie podrá admirar la belleza de estas piezas bizantinas, que se hallan depositadas en la oscura caja fuerte de un banco de Indianápolis.

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