Sonidos de un pueblo
Lo que llamó, lo que aún se llama, poesía negra (y que Nicolás Guillén llamó siempre poesía mulata) está muy lejos del indigenismo paternalista, del gusto europeo por lo exótico. De ambas cosas (paternalismo y exotismo) podemos encontrar ejemplos (sin hablar, obviamente, del elemento folclórico) en la tradición de los dos continentes. Pero, en el siglo XX, el surgimiento de "lo negro" responde a unas claves algo más complicadas. Por un lado, las vanguardias, en su búsqueda de una nueva lectura de la realidad, en su obsesión por el hombre, acuden al arte negro en busca del elemento primordial, de la expresión más auténtica de lo simbólico; por otro, el negrismo encarna de hecho los valores del individuo no establecido en (no asimilado por) la cultura impuesta, es, por tanto, en sí mismo perturbador. Huelga decir que lo que en Europa se afronta desde el punto de vista del artista e investigador o del erudito (desde Picasso o Frobenius), en América -en las dos- se expresa como un fenómeno natural, emergente, producto del choque de culturas. Pienso en la música de jazz y pienso, claro está, en Nicolás Guillén. Después de todo nacían el mismo año, 1902, aunque la primera lo hiciera en Nueva Orleans de la mano de Jelly Roll Morton (si hemos de creerle) y el segundo lo hiciese en Camagüey, en una Cuba que aún lloraba la reciente muerte de José Martí y cuyas autoridades acaban de reconocer la intervención norteamericana como garantía de su independencia.Desde luego que en Hispanoamérica (y especialmente en el Caribe) lo negro constituyó siempre una parte esencial del mundo. Pero el paso de lo anecdótico a lo transcendente se da sólo cuando el punto de vista del poeta cambia de lugar. Nicolás Guillén vio el mundo con ojos negros, y lo que su canto nos devolvía era una construcción nueva, terriblemente crítica en su aparente ingenuidad.
La asunción de una voz sin rémoras pasa por una integración de la oralidad que, aún hoy, es uno de los retos de la poesía en lengua castellana. También logró Guillén esa síntesis entre la propia cultura y el elemento más natural que hoy es de nuevo aspiración moderna. Para él era sencillo, porque tras esa síntesis veía una Intención (hoy perdida) que rebasaba lo poético. Desde este sentimiento fueron apareciendo sus libros: Motivos de son (1930), Sóngoro Cosongo (1931), West Indies Ltd. (1934), Cantos para soldados y sones para turistas (1937), Elson entero (1947), La paloma de vuelo popular (1958), ¿Puedes? (1959), Tengo (1964), El gran zoo ( 1968), El diario que a diario (1972)...
Leo en Sóngoro Cosongo y otros poemas, una antología que el propio autor preparó en 1980 para Alianza Editorial: "Literatura, en realidad,/nimia de toda nimiedad". No veo aquí más que la manifestación de un sentimiento que todavía Imagino ligado a las van guardias, el de la literatura no es nada sitio es también una forma de vida (el poema al que pertenece es de La rueda dentada, de 1972). Guillén luchó en la guerra civil española en las filas republicanas , se comprometió con el hombre y fue un declarado comunista. Quizá en algún momento su obra se resiente de cierta demagogia, se desea asimismo consigna, pero la honestidad indiscutida de su autor, su sinceridad a toda prueba, lo situarán siempre por encima de cualquier acusación de poeta y "programado". Como es lógico, el declinar de la poesía social en nuestro país desinteresó un poco a los lectores de este gran poeta de vuelo popular, pero, así y todo, algunos de sus poemas musicados por Amadeo Roldán, Alejandro García Caturla o Silvestre Revueltas e interpretados tantas veces en distintas versiones forman ya par te distinguible de nuestra alma colectiva.
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