_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Espinosa, exiliado interior

El autor de este artículo celebra que la universidad Complutense rinda homenaje en sus cursos de verano a Miguel Espinosa, intelectual cuya obra fue sepultada por la cultura oficial durante el franquismo, y al que conoció hace 30 años por medio de Enrique Tierno Galván. El autor considera a Espinosa, escritor pesimista e irónico, un "clásico desconocido", cuya obra Escuela de mandarines, destaca por su fina inteligencia y valor ético.

De forma paulatina y discreta van apareciendo manuscritos inéditos y reediciones de uno de los intelectuales crípticos más sutiles y profundos de la cultura de hibernación española que se produjo durante el franquismo. Miguel Espinosa (Murcia, 1926-1982) no es un clásico olvidado, sino un clásico desconocido. Que, en este verano, la Universidad Complutense, en sus cursos escurialenses, le dedique una mesa redonda es de agradecer: un reconocimiento póstumo a una obra debeladora y singular: obra llena de intencionalidades múltiples, de ingenio elitista, esotérico y lúdico, de crítica moralizante y de cierta anticipación posmoderna.Conocí a Espinosa, por medio de Enrique Tierno Galván, en el Madrid de los años cincuenta. Espinosa había publicado ya su primer libro, Las grandes etapas de la historia americana, que era su provinciana tarjeta de visita en la corte y que más tarde se reimprimiría, en 1982. Libro novedoso, en el contexto de un mercado reducido y de clausura, con influencias mágicas y excursus arbitristas y brillantes. Con pocas lecturas, pero sí con largas meditaciones, cuidando siempre la precisión del lenguaje, Espinosa configura la idea del nuevo experimento imperial y sistematiza, desde su distancia helenística y autodidacta, el continuum político de la democracia imperial americana: sin haber leído a Niebhur o a Schlesinger, Espinosa coincide intuitivamente en rasgos y ciclos. Fraga y Marías se sorprenderían o escandalizarían poco después al saber que Espinosa no leía inglés y que, en el fondo, su historia era un divertimiento y un juego: que, conociendo los clásicos griegos y romanos, la historia era una invención fácil de periodificar. Tierno, que le prologa la obra, compartiendo la ironía y el barroquismo espinosista, percibió una hondura de lenguaje, de inventiva, nada común. "Inteligencia muy fina y capacidad poco frecuente", dirá de él Tierno en Cabos sueltos, recordando y dibujando el mundo murciano de principios de los cincuenta.

Antiutopía

Este primer Espinosa, por estos años, había elaborado artesanalmente, con la precisión de un miniaturista oriental, una de las mejores y más densas utopías políticas contemporáneas y, en todo caso, la antiutopía del franquismo medievalizante: la caricatura de una cultura oscurantista, tradicionalista y cínica. Me refiero a su Escuela de mandarines, libro extenso, cuya primera edición saldrá en Barcelona en 1974, pero que, por estos años cincuenta, algunos de sus capítulos -El Cara Pocha, Las Sabidurías de Liberato y Braulio- se publicaron en la revista que editábamos, solapadamente, en la Universidad de Salamanca (en el Boletín Informativo del Seminario de Derecho Político). Al mismo tiempo, Espinosa trabajaba en una exegesis a la exegesis de Tierno a Wittgenstein (Tratactus y Realidad como resultado): evasión neopositivista que, por desgracia, creo que no ha visto la luz, ni se anuncia su publicación. Tal vez sus albaceas, en su baúl murciano-pessoano, encuentren este manuscrito.

Escuela de mandarines es un gran discurso ético -no marxista, más bien libertario- contra el poder institucional, como suceso irremediable, y contra la corrupción política de toda sociedad enclaustrada y antimoderna. Y es más, al mismo tiempo, el alegato más penetrante contra la cultura dominante de aquella época, la cultura de hibernación neobarroca que modelaba y esculpía el sistema político del franquismo intermedio: miedo y mistificación, retórica y mediocridad. Mandarines y becarios, heterodoxos y entusiastas cínicos, inquisidores y exegetas, legos y procónsules, profetas y marmitones, alguaciles y rectores, juglares y gacelas a enamorar, dictadores y enmucetados, excarcelantes y colaboracionistas, escoliastas y mendigos filósofos, constituyen un inmenso y viviente retablo figurativo y simbólico. Como coherente exiliado interior, buscando en el lenguaje su refugio y su instrumento medido de protesta, Espinosa sustituye la frontalidad crítica por un gran montaje críptico, irónico y pesimista. De alguna manera, como otro exiliado interior, también llamado Espinosa (Baruch), en el XVII holandés, nuestro Espinosa va puliendo una gran lente desde la distancia y la ética política contestataria: así, en las culturas ortodoxas y fundamentalistas, judíos y páganos se encierran o los encierran en exilios o guetos interiores.

Testimonio

Para conocer y adentrarse en lo que la vida cultural franquista significó genéricamente y, de modo especial, en el marco de un ambiente provinciano, Escuela de mandarínes quedará, indudablemente, como un testimonio paradigmático y extrapolable a ámbitos globales. Para conocer un modelo de exiliado interior -anticolaboracionista, pero no opositor radical-, que observa desde la clausura, Espinosa expresa, en este orden de ideas, un claro arquetipo literario y político.

Por otra parte, Escuela de mandarines, utopía política, es también una historia compleja de amor: el escéptico moralista y pagano anuncia un sensual juglar enamorado de Azenaia. Pero ya los amores oblicuos, el erotismo dramatizado y trivializado, el estoicismo intemporal, la privatización inevitable, se desarrollará más en el segundo Espinosa, en el Espinosa de las Tribadas (Falsaria y Confusa) y de Sklepios. Leer y releer a Miguel Espinosa, descifrar sus arcanos, puede ser sin duda un lúcido y gratificante ejercicio intelectual en este estío.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_