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FERIA DE SAN ISIDRO

Corcuera anuncia la disminución del peso de los toros

José Luis Corcuera, Ministro del Interior, anunció el pasado domingo, en el transcurso de un coloquio, la próxima reforma del reglamento taurino, fundamentalmente en lo que atañe a rebajar la exigencia del peso de los toros. El Ministro manifestó, según informa Efe: "Hay que reducir el peso máximo para evitar que salgan toros-elefantes, y en todo caso educar a los aficionados en el tipo zootécnica de cada ganadería, pues es bravura y no kilos lo que debe lidiarse".La disparatada limitación que anuncia Corcuera, guarda semejanza con aquella prescripción que figuró en el vigente reglamento de 1962 acerca de la comprobación de la edad de las reses (posteriormente modificada, por fortuna), que -decía- se haría pos mortem y atendiendo a su dentición. El legislador aceptó cándidamente la sugerencia de los profesionales del toreo, que astutamente introdujeron esa prueba de la dentición, cuando sabían que tenía un desarrollo superior a la edad real de la res, gracias a los avances en la crianza del ganado. Con lo cual consiguieron: primero, que los toros no fueran rechazados en reconocimiento por falta de edad, ya que la comprobación había de hacerse después de muertos; segundo, que se lidiaran erales por novillos y novillos por cuatreños.

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Ahora, ante el desastre en que han convertido la ganadería de bravo, cuyo exponente habitual es el toro inválido y sin embestida, los taurinos hacen campaña en contra del trapío, fundamentándola en un argumento capcioso: pues en ciertas plazas -principalmente, Madrid- sale el toro grande y resulta que se cae y no embiste, queda demostrado que no vale para la lidia y ha de salir chico. Resulta que el toro chico también se cae y tampoco embiste, pero eso lo callan. El fracaso ganadero que, salvo excepciones, ha sido la feria de San Isidro en sus nueve primeros festejos, es su ejemplo predilecto para confirmar que al llamado toro de Madrid es imposible torearlo. Ocultan, sin embargo, que el llamado toro de Sevilla, el que se lidió en la pasada feria y anteriores -terciadito, a gusto de taurinos- tampoco valía para la lidia, y aún menos que el de Madrid, pues en su gran mayoría no soportaba el tercio de varas y rodaba por la arena.

Llevan años los taurinos en su campaña de descalificación del toro de Madrid, sin resultado hasta la presente temporada, porque de ninguna manera podría aceptar sus pretensiones la afición capitalina, pero, al parecer, han conseguido convencer al mismísimo Ministro del Interior. Tras las consultas que ha celebrado el Ministro con diversos componentes de los estamentos de la fiesta, está claro que ha optado por lo que conviene a los intereses del taurinismo profesional.

Será curioso saber cuál es el peso máximo que debe de tener un toro, a juicio del Ministro, puesto que si los de determinadas ganaderías salen terciados, por razón de su característico tipo zootécnico, los de otras salen grandes por el mismo motivo. Y entonces, pretendiendo evitar que ciertos ganaderos hayan de alimentar sus toros para que alcancen el trapío que se exige en Madrid, provocará el mismo efcto, en sentido contrario, ya que otros habrán de tenerlos a ración, matándolos de hambre, para que no alcancen el peso máximo autorizado.

Toros aplomados

La descabellada reforma no solucionaría nada pues el problema del toro inválido y aplomado no es de kilos sino de casta o quizá de fraude. Toros aplomados los hubo toda la vida. Lo que no hubo nunca, hasta la época presente, fue toros aborregados. Cuando el toro íntegro se aplomaba, por agotamiento físico o por mansedumbre, tenía un peligro tremendo y ningún torero podía porfiarle machaconamente junto a los pitones, sin riesgo cierto de cogida. Por el contrario, el toro típico inválido-aplomado actual, grande o chico, no reacciona ante la proximidad del torero, así se le pegue al hocico y le resobe los pitones con la taleguilla. Y no es porque le sobren kilos; es porque no tiene fiereza o porque alguien se la quitó antes de que saltara a la arena.

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