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Acuerdo en la 'cumbre' centroamericana para democratizar Nicaragua y desmantelar la 'contra'

Antonio Caño

Centroamérica dio ayer un paso gigantesco hacia la paz. Nicaragua se comprometió a realizar elecciones presidenciales y municipales antes del 25 de febrero de 1990, con una nueva legislación en materia de libertades, y, a cambio, los presidentes centroamericanos se comprometieron a encontrar en un plazo de 90 días los mecanismos para acabar con la contra. El único punto estancado sigue siendo la crisis en El Salvador.

En dos días de trabajos en la localidad de Costa del Sol, en el Pacífico salvadoreño, los cinco presidentes de Centroamérica elaboraron un programa preciso para la democratización de Nicaragua y la eliminación de la fuerza insurgente creada por Estados Unidos en 1981 y cuyas acciones han costado la vida a 30.000 nicaragüenses.El presidente de El Salvador, José Napoleón Duarte, anunció en la tarde de ayer (madrugada de hoy en España) el acuerdo con voz sorprendentemente firme. Tanto él como sus colegas parecían orgullosos y satisfechos del paso dado. Por la vía del diálogo y la negociación, comentaban observadores, han conseguido dos objetivos que parecían imposibles hace pocos meses: sacar a Nicaragua de la senda hacia el totalitarismo y poner fin a un proyecto en el que los norteamericanos invirtieron dinero y buena parte de su prestigio internacional.

El primer paso para la democratización de Nicaragua es la aplicación de reformas de la legislación electoral y de las leyes de expresión e información. Cuatro meses después de las reformas deberán estar creadas las condiciones para la organización de todos los partidos políticos.

Seis meses después de ese plazo deberá ya estar garantizado el libre funcionamiento de los partidos. Una vez comprobado eso se celebrarán elecciones presidenciales, municipales y para el Parlamento Centroamericano, que no pueden ser convocadas para después del 25 de febrero del año próximo, a menos que el Gobierno y los partidos políticos, por particular acuerdo, decidan lo contrario.

Como parte de las garantías de ese proceso electoral, el Gobierno sandinista se compromete a que los partidos estén representados en el Consejo Supremo Electoral y pide a los partidos de oposición nicaragüense que acepten la participación en ese consejo, así como en todo el proceso democratizador que se inicie. Los comicios estarán vigilados por observadores internacionales, entre ellos representantes de los secretarios general de las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos.

Las autoridades nicaragüenses prometen, asimismo, el acceso de los partidos políticos a la radio y la televisión en igualdad de oportunidades, y para ello anuncian la modificación de la ley de Medios de Comunicación.

El acuerdo es más impreciso en lo que se refiere a los presos en las cárceles nicaragüenses, aunque sí incluye un compromiso de Nicaragua de poner en libertad a aquellos reos que estén considerados como prisioneros de guerra.

Por su parte, los cinco presidentes de Centroamérica asumen el reto de encontrar en un plazo de tres meses los medio para poner fin a la contra mediante "la desmovilización, la reubicación y la repatriación". Para todos aquellos miembros de la contra que quieran volver a Nicaragua, el Gobierno sandinista se compromete a facilitarles la documentación y los medios necesarios. De los demás se encargarán los otros cuatro países.

La guerra de El Salvador

Esta medida supone, obviamente, el desmantelamiento de los campamentos de la contra en el sur de Honduras. El presidente hondureño, José Azcona, es firmante de este acuerdo alcanzado.La cumbre de Costa del Sol no ha podido ser tan eficaz en lo que se refiere a la guerra de El Salvador por la clara oposición expresada por el Ejército salvadoreño. Sin comentar específicamente las propuestas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de participar en las elecciones, los cinco presidentes animaron "a todos los sectores salvadoreños a participar en las elecciones".

La primera reacción de la contra, representada en El Salvador por Enrique Bermúdez, ha sido contraria al acuerdo. La contra, que deambula penosamente por los alrededores del hotel donde se celebró la cumbre, quiere tomar parte en el diálogo por la democratización en Nicaragua, pero parece llegar tarde.

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