Un recorrido ordenado e intenso
Dividida conceptualmente por su comisario, que ha sido un especialista en la cultura contemporánea alemana tan notable como Simón Marchán, en cinco apartados que responden sucesivamente a los sugestivos enunciados de 'En los umbrales de lo moderno', 'Entre la naturaleza y la seducción de la metrópoli', 'Un dadaísmo politizado', 'Berlín, nudo ferroviario del constructivismo' y 'Del expresionismo radical a la nueva objetividad', la exposición Berlín, punto de encuentro conjuga brillantemente el dispositivo crítico del planteamiento teórico con la ordenación práctica del recorrido cronológico y el montaje, que hay que calificar de virtuosístico por lo bien que sortea el dificilísimo diálogo entre obras no sólo pertenecientes a estéticas vanguardistas tan contradictorias entre sí o la lógica desigualdad cualitativa que se produce cuando se adopta un punto de vista histórico, sino porque todas ellas reflejan de alguna manera esa tensión exclusivista de un mundo hirviente, a punto de estallar.Siguiendo esquemáticamente el recorrido de la misma, que está articulada en varias salas diferentes, respetando básicamente el orden cronológico de grupos y tendencias, aparte del célebre cuarto dadá, se comienza con la visión de los viejos maestros secesionistas -Libermann y Corinth-, cuyo sensual cromatismo violento queda enfrentado al fuego áspero de Edvard Munch, para pasar inmediatamente al universo de los primeros expresionistas, ordenados en una sucesión que enlaza a Kirchner, Nolde, Heckel, Schmidt-Rottluff, Müller o el menos conocido Tappert, entre cuyos espacios se van intercalando esculturas de Kolbe o Wilhem Lehmbruck, hasta llegar, primero, al mundo de Grosz, Dix, Beckmann, Schlicter o C. Schaad y, posteriormente, al de los constructivistas.
Es un recorrido intenso, cargado de fuertes impactos, que logra crear el clímax de ansiedad preciso, roto tan sólo por algún desmayo erudito.