Bayrou y el Gobierno de Francia respiran tras superar dos mociones de censura
El primer ministro sale airoso de la votación contra el presupuesto gracias a la abstención de los socialistas y del ultraderechista Reagrupamiento Nacional
Francia respiró el miércoles por la tarde. O al menos esa Francia que vivía pegada a un desfibrilador día y noche desde que el presidente de la República, Emmanuel Macron, decidió disolver la Asamblea Nacional el pasado 9 junio y convocar unas elecciones legislativas que configuraron el Parlamento más fragmentado de la historia reciente. Tras aquellos comicios, el nombramiento y la caída de Michel Barnier como primer ministro, y las vicisitudes atravesadas hasta ahora por François Bayrou, el nuevo jefe del Gobierno superó el miércoles por la tarde dos mociones de censura. Un hito que despeja el camino para la aprobación definitiva del presupuesto y aplaza temporalmente la amenaza que pesa sobre una posible caída del Ejecutivo. “Es un presupuesto imperfecto. Pero si cumplimos los objetivos, este presupuesto no será el mismo el año que viene. Es una etapa de urgencia. Y es así porque nuestro país no puede vivir sin presupuesto”, reconoció Bayrou, visiblemente satisfecho.
Las dos mociones de censura, presentadas por La Francia Insumisa (LFI), fueron claramente rechazadas. Solo 128 diputados votaron a favor de la primera y 122, de la segunda, muy lejos de la mayoría, fijada en 289. Las principales novedades respecto al mismo escenario que terminó con Barnier, sin embargo, son el desmarque de los socialistas del Nuevo Frente Popular (la alianza de izquierdas que ganó las pasadas elecciones) y la negativa del Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen a votar a favor de la iniciativa, pese a que el presupuesto que se aprobará en los próximos días es extremadamente parecido al que tumbaron hace un mes y medio. El resultado, visto el desolador aspecto de las bancadas del Palacio Bourbon, incluso cuando hablaba el primer ministro, se daba por descontado. Ambos partidos había anunciado sus intenciones. Pero la sesión del miércoles ha sido una nítida foto de una nueva realidad parlamentaria.
La primera novedad es el perfil propio que comienza marcar el Partido Socialista (PS). La aventura en el NFP junto al Partido Comunista, ecologistas y La Francia Insumisa llega a su fin, pese a que seis diputados del PS se resistieran y votasen a favor de la moción. A dos años de las elecciones presidenciales, el partido que lidera Olivier Faure ―hasta el próximo congreso― intenta mostrar algo de personalidad. La relación entre LFI y el PS siempre ha sido muy tensa. La beligerancia y radicalidad de Jean-Luc Mélenchon, líder de LFI, nunca gustó a los socialistas, que esperaban desde hacía meses el momento adecuado para desmarcarse de él. La noticia es inmejorable para el Gobierno y el bloque central del Parlamento, que observa en silencio cómo podrá comenzar a contar con los 66 diputados del PS para sacar adelante otras iniciativas.
Los socialistas, por boca de Faure, tuvieron que defenderse de los ataques recibidos por Mélenchon. “Él no es el jefe del Nuevo Frente Popular. Dice que tomamos una decisión sin consultarlos, y es cierto. Pero ellos cuando dicen que han excluido al Partido Socialista del NFP, ¿han consultado a los ecologistas y los comunistas? En absoluto”. Pocos minutos después de los resultados de la votación de la primera moción de censura, La Francia Insumisa comunicó que “propondrá una reunión a cada partido del Nuevo Frente Popular que votó [a favor] de la censura, para hacer un balance y continuar sobre la base de una coalición leal y claramente opuesta al macronismo”, dando a entender que no llamará a los socialistas y confirmando la ruptura.
El otro elemento significativo es el paso atrás que da el ultraderechista RN evitando una nueva crisis de gobierno. Muchos diputados pedían que no fuera así. Pero en su carrera por presentarse como un partido fiable, sólido y cercano también a las élites económicas, Marine Le Pen ha dado la orden de permitir que el Ejecutivo siga adelante. Especialmente teniendo en cuenta que en menos de dos meses deberá afrontar un juicio que podría condenarla a una inhabilitación inmediata para la política. Además, la ruptura de los socialistas con el NFP resta poder al RN como grupo bisagra en la Asamblea.
Bayrou, en todo caso, sale reforzado de esta primera votación. Discutido en las últimas semanas por sus múltiples errores y por la sensación de provisionalidad que genera el hecho de que no haya renunciado a ser alcalde de Pau, podrá exhibir el triunfo ante la opinión pública y en el seno del propio Ejecutivo. Bayrou desempolva así el manual clásico de la vieja democracia cristiana, de la que es heredero directo: hacer concesiones a unos y a otros hasta diluir el discurso, ceder cuando es necesario, pensar en la supervivencia. El retorno de la vieja política que prometió liquidar Macron a su llegada en 2017. Pero si su propia supervivencia da un respiro al país, su victoria del miércoles es todavía frágil. Primero, porque la amenaza de la censura volverá inevitablemente cuando sea necesario abordar la espinosa cuestión de la reforma de las pensiones, actualmente en proceso de revisión por parte de los agentes sociales, y posteriormente, del Tribunal de Cuentas. O cuando el ministro del Interior intente aprobar medidas severas contra la inmigración. Pero si supera esos trámites y no hay una disolución de la Asamblea el próximo verano, cuando se cumple el plazo legal para hacerlo después de que la última tuviera lugar el pasado junio, tendrá que volver a afrontar la elaboración de un presupuesto el próximo octubre. Llegar hasta ahí, tal y como pintaba su mandato hace algunas semanas, ya sería un éxito.
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