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Hospitalidad española para una cita secreta

Un miembro de la embajada en Túnez albergó en su casa el primer encuentro entre la OLP y EE UU

Juan Manuel López Nadal debió de sentirse aquel día un poco protagonista. En aquella tarde soleada de finales de septiembre, el consejero de la Embajada de España en Túnez hospedó en su casa un primer encuentro ultrasecreto entre un diplomático norteamericano y un dirigente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). La operación había recibido el visto bueno de las más altas jerarquías del Ministerio de Exteriores.

Tres meses antes de que el embajador estadounidense en Túnez, Robert H. Pelletreau, diese en el puerto de Cartago, ante las cámaras de televisión y los fotógrafos, el 16 de diciembre, un histórico apretón de manos al responsable palestino Yasir Abdel Rabbo, entablando así públicamente el diálogo entre Washington y la OLP, López Nadal recibió una llamada telefónica del primer secretario de la Embajada de EE UU. Su interlocutor silicitó al diplomático español, que entonces actuaba como encargado de negocios, que le organizase un encuentro con un representante palestino, pero tenía tal obsesión por mantener el secreto que le pidió que la entrevista tuviese lugar en un domicilio particular y que la Embajada de España no fuese puesta al corriente de su celebración.

Confianza de EE UU

Como López Nadal es un funcionario celoso, lo primero que hizo fue advertir a su embajador, Felipe de la Morena y Calvet, que se encontraba casualmente en Madrid, y a partir de entonces la petición del primer secretario recorrió toda la jerarquía del Ministerio de Asuntos Exteriores, donde se le dio, obviamente, el visto bueno. El propio presidente Felipe González fue informado del requerimiento norteamericano."Es curioso" recordaba en aquellos días en voz alta en su despacho del Palacio de Santa Cruz uno de los altos cargos que dio la luz verde, "cómo Washington parece fiarse de Madrid en algunas cuestiones relacionadas con Oriente Próximo". España fue, por ejemplo, durante largos años, el país que representó los intereses norteamericanos en Egipto después de que el rais Gama¡ Abdel Nasser rompiese relaciones diplomáticas con EE UU.

Para entrevistarse con el colaborador de Pelletreau, la OLP designó a Jaled el Fahoum, encargado de Europa en el departamento político (Ministerio de Asuntos Exteriores) de la organización, y ambos se reunieron a la hora del café en la terraza soleada de la casa del consejero español en el suburbio residencial tunecino de Garmat, desde donde se domina el Mediterráneo. "Mi Mediterráneo", suele precisar López Nadal, originario de Mallorca.

El primer secretario pidió a Fahoum aclaraciones sobre los pasos que la OLP pensaba dar en su Consejo Nacional Palestino (CNP), la máxima instancia de la organización, que se desarrolló a mediados de noviembre en Argel y en el que la resistencia acató las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU, que implican un reconocimiento de Israel, y proclamó también un Estado palestino.

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Fahoum se mostró complacido, dijo, de suministrar "información a nuestros amigos o, en este caso, a nuestros futuros amigos", y, al parecer, ambos interlocutores acordaron seguir viéndose, pero sin la presencia de López Nadal, que asistió a la conversación como un convidado de piedra en su propia casa.

Desde septiembre el secretario general de Política Exterior, Fernando Perpiñá, y sus homólogos griego, francés e italiano se esforzaban en cada reunión del comité político comunitario en que los doce mantuviesen conjuntamente contactos con la OLP y su líder, Yasír Arafat, para incitarle justamente a la moderación, pero la propuesta era sistemáticamente objetada por el Reino Unido, Holanda y la RFA.

Retraso de Europa

Incluso a finales de noviembre, en el primer Consejo de Minístros de Exteriores después de la celebración del Consejo Nacional Palestino, estos tres Estados se obstinaron en rechazar el contacto y algún miembro de la delegación española tuvo ganas de gritarles a la cara que una vez más Europa iba a llegar tarde porque EE UU ya lo había establecido con gran sigilo en la capital tunecina.Tuvo que anunciarlo Washington públicamente, el 15 de diciembre, para que a las 24 horas se produjese lo que el presidente de la Corriísión, Jacques Delors, describe con ironía como un milagro: los doce proclamaron en Atenas su intención de celebrar "contactos apropiados con todas las partes implicadas", incluida la OLP.

En vísperas de la asunción por España de la presidencia, el jefe de la diplomacia española, Francisco Fernández Ordófiez, no era, sin embargo, aparentemente partidario de que la Comunidad Europea siguiese la vía trazada por Washington, y llegó a afirmar que la decisión adoptada por el secretario de Estado, George Shultz, de abrir el diálogo con Yasir Arafat "minimizaba el papel" de Europa (EL PAÍS del 16 de diciembre), y empezó a "replantearse" la oportunidad de su gira por Oriente Próximo. El comentario de Fernández Ordóñez contradecía abiertamente a Felipe González, que 72 horas antes insistía en Bruselas en que era necesario dar "una respuesta europea adecuada" al esfuerzo de la OLP y que Europa debía tomar "una iniciativa equilibrada" en esa región.

Ni que decir tiene que el ministro cambió rápidamente de parecer, y cinco días después se presentaba en la capital belga como el más firme partidario de que la presidencia o la troika (Grecia, España y Francia) viajasen a Oriente Próximo, y así lo aprobó el Consejo de Ministros de Exteriores.

Justo después de Navidad, el embajador de España en Bagdad, Juan Ignacio López Chicheri, se reunía con Yasír Arafat para buscar una fecha -finalmente fijada para el 27 de enero- en la que el líder palestino se desplazase a Madrid para entrevistarse conjuntamente con los titulares de Asuntos Exteriores de Grecia, España y Francia y con el comisario Abel Matutes.

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