España asume la presidencia de la CE
El relevo de griegos por españoles en la presidencia de la Comunidad Europea, que nuestro país ejercerá los próximos seis meses, se produce mañana. Nada, sin embargo, empezará realmente a moverse hasta que finalicen las fiestas navideñas y de Año Nuevo, pero dentro de unos días, un nuevo responsable estará al frente de los destinos comunitarios, un país neófito en las lides de la diplomacia de equilibrios entre los 12 Estados miembros. Mil ochocientos funcionarios han sido preparados para dirigir los más de 40 Consejos de Ministros que se celebrarán en estos seis meses.
La presidencia española nace cuando despunta el conflicto comercial con EE UU, que España debe intentar resolver antes de abril. Se trata de la guerra de represalias anunciada por Washington por la prohibición comunitaria de importar carne tratada con hormonas y por la falta de acuerdo en el GAAT por las subvenciones agrarias.Durante el semestre español se producirá el desarme arancelario total de los países de la CE y de la EFTA para productos industriales de nuestro país. Los aranceles españoles continuarán el calendario de rebaja previsto en el tratado de adhesión, aunque no se descarta alguna aceleración si la inflación supera los límites previstos. Según el secretario de Estado de Comercio, Apolonio Ruiz Ligero, "en 1989 se conseguirá estabilizar el déficit comercial con los socios comunitarios".
La dimensión social comunitaria amenaza con convertirse en un regalo envenenado, especialmente tras las declaraciones de algunos Gobiernos y de la patronal europea, que se niegan a que Bruselas dicte normas en este campo. La fuerza de los sindicatos, que argumentan que el mercado único no puede construirse' a espaldas de los trabajadores, deberá equilibrarse con el señuelo de que una plataforma de poder a escala europea les es más necesaria que nunca.
En política exterior, la presidencia española parece tenerlo más fácil. España está decidida a impulsar la cooperación con Latinoamérica y reequilibrar un tanto el actual peso de los países africanos en la política de cooperación de la CE. Asimismo se pretende profundizar en las relaciones con el Este y contribuir a la paz en Oriente Próximo, aspecto en el que la CE perdió una gran oportunidad recientemente, lo que ahora le obliga a seguir la pauta dictada por EE UU.
La presidencia española sigue a la griega, que ha sido duramente criticada como inoperante tanto en medios del Parlamento Europeo como en su propio país. Grecia se vio tal vez desbordada por su predecesora, la República Federal de Alemania, que llevó a cabo la reforma presupuestaria, logró el acuerdo para el movimiento de capitales e impulsó otras directivas decisivas para el gran mercado único que se prepara a partir de 1992.
A España, sin embargo, le puede suceder algo diferente, que en los ambientes comunitarios ha empezado a calificarse como el beso de la muerte. El hecho de que se produzca antes de la de Francia, país con el que la colaboración es cada vez más estrecha, podría llevar a la conclusión de que sean los franceses quienes cosechen lo mejor de los esfuerzos españoles.
El Gobierno parece decidido a volcarse con Europa, olvidando un tanto el frente interior. Así explicará antes los objetivos de su presidencia ante el Parlamento Europeo que en las Cortes, donde no está prevista ninguna comparecencia gubernamental para estos fines.
El secretario de Estado para la CE, Pedro Solbes, asegura que en estos seis meses "se aprenderá. a sacar más beneficio de la CE" y cree que "más que los triunfos concretos, España será juzgada por cómo se hayan hecho las cosas".
Páginas 4 a 8 y 33
Editorial en la página 10
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