Garbanzos
Aconsejan comer garbanzos. Decían del garbanzo que le caía fatal al cuerpo y embotaba la inteligencia. El garbanzo era símbolo del subdesarrollo. Algo inevitable, si no había más papeo, y el cocido hubo de ser azotes y galeras en todos los empobrecidos hogares de la posguerra.El garbanzo acoge en su mantecosa redondez el gusto de cuanto le cueza junto, y muchos le eran adictos por eso, aun a riesgo de volverse tontos. Millones de españoles le deben al garbanzo la felicidad y la vida. Sin embargo, lo de la inteligencia acomplejaba. Para las madres de la posguerra suponía un sufrimiento diario poner el puchero con gabrieles y hueso mondo, pues temían que se les embruteciera la familia.
El desarrollismo despreció el garbanzo e impuso la dietética europea, que los españoles asumieron alborozados. La aurora de la modernidad triunfaba sobre la larga noche garbancera. Ahora, en cambio, bromatólogos aseguran que el garbanzo es proteínico, vitamínico, nutritivo. Algo así se sospechaba: los chicarrones de hoy, tan altos y fuertes, han sido engendrados por padres bajitos que embaularon garbanzos cantidad. El problema es que hay una generación sin agarbanzar, la del desarrollismo, y veremos qué futuro depara.
La humanidad es víctima de siniestros personajes que dictan pautas de comportamiento, y en sólo 40 años le han hecho creer, alternativamente, que son benéficos o nocivos bienes tan dispares como sol, aceite de oliva, aceite de semillas, pescado azul, carne, papillas, fibras. Esos siniestros personajes lo mismo le cambian a la humanidad el menú que la ideología, según convenga a poderes aún más siniestros, amos del negocio universal.
Por lo demás, uno al garbanzo siempre le tuvo ley, mejor a la catalana o en cocido, y trasnoche, ropa vieja; al aceite de oliva; a bonitos, caballas y sardinas; a la caramesa en general; al puro coracero. Y tras mucho darles fiesta, ha podido comprobar que lo verdaderamente perjudicial para la salud son los disgustos.
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