_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Garbanzos

Aconsejan comer garbanzos. Decían del garbanzo que le caía fatal al cuerpo y embotaba la inteligencia. El garbanzo era símbolo del subdesarrollo. Algo inevitable, si no había más papeo, y el cocido hubo de ser azotes y galeras en todos los empobrecidos hogares de la posguerra.El garbanzo acoge en su mantecosa redondez el gusto de cuanto le cueza junto, y muchos le eran adictos por eso, aun a riesgo de volverse tontos. Millones de españoles le deben al garbanzo la felicidad y la vida. Sin embargo, lo de la inteligencia acomplejaba. Para las madres de la posguerra suponía un sufrimiento diario poner el puchero con gabrieles y hueso mondo, pues temían que se les embruteciera la familia.

El desarrollismo despreció el garbanzo e impuso la dietética europea, que los españoles asumieron alborozados. La aurora de la modernidad triunfaba sobre la larga noche garbancera. Ahora, en cambio, bromatólogos aseguran que el garbanzo es proteínico, vitamínico, nutritivo. Algo así se sospechaba: los chicarrones de hoy, tan altos y fuertes, han sido engendrados por padres bajitos que embaularon garbanzos cantidad. El problema es que hay una generación sin agarbanzar, la del desarrollismo, y veremos qué futuro depara.

La humanidad es víctima de siniestros personajes que dictan pautas de comportamiento, y en sólo 40 años le han hecho creer, alternativamente, que son benéficos o nocivos bienes tan dispares como sol, aceite de oliva, aceite de semillas, pescado azul, carne, papillas, fibras. Esos siniestros personajes lo mismo le cambian a la humanidad el menú que la ideología, según convenga a poderes aún más siniestros, amos del negocio universal.

Por lo demás, uno al garbanzo siempre le tuvo ley, mejor a la catalana o en cocido, y trasnoche, ropa vieja; al aceite de oliva; a bonitos, caballas y sardinas; a la caramesa en general; al puro coracero. Y tras mucho darles fiesta, ha podido comprobar que lo verdaderamente perjudicial para la salud son los disgustos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_