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Las relaciones entre Rumanía y Hungría, al borde de la ruptura

Las relaciones entre Rumanía y Hungría se hallan al borde de la ruptura después de la decisión del presidente rumano, Nicolae Ceaucescu, de ordenar el cierre del consulado húngaro en la ciudad transilvana de Cluj y la amenaza de cerrar la Embajada rumana de Budapest en reacción a la multitudinaria manifestación del lunes en la capital húngara contra la política represiva de Bucarest. Medios políticos húngaros consideran que la única posibilidad de frenar la escalada del conflicto está en una firme presión soviética sobre Ceaucescu y una campaña de los Gobiernos europeos contra los planes del dirigente rumano.

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Se duda de que la URSS pueda influir hoy sobre un líder comunista "cuya política despótica presenta cada vez signos más evidentes de enajenación mental", según medios de la capital húngara.El Parlamento húngaro, reunido desde ayer en sesión extraordinaria, tratará hoy una resolución sobre el proyecto de destrucción de pueblos en Rumanía. En Budapest hay gran expectación ante esta declaración oficial húngara sobre Transilvania, que podría provocar una nueva reacción de Ceaucescu en contra del régimen húngaro.

Ante un pleno del Comité Central del Partido Comunista Rumano, Ceaucescu declaró el martes que la manifestación celebrada en Budapest fue "antisocialista, chauvinista y antirrumana". Según dijo, "está justificado el preguntarse si se dan las condiciones para mantener una Embajada en Budapest".

Las relaciones entre Hungría y Rumanía, en continuo deterioro desde hace años por el trato que otorga Bucarest a la minoría húngara en la región de Transilvania, alcanza así un grado de tensión sin precedentes e insólito entre dos países socialistas. Dado que las protestas contra la política de Ceaucescu van a continuar en Hungría y ante el debate parlamentario de hoy sobre Transilvania, medios políticos de Budapest no descartan una "huida hacia adelante" de Ceaucescu, incluso con la ruptura de relaciones diplomáticas entre los dos países vecinos.

Los dos Estados comunistas, aliados en el Pacto de Varsovia, tienen congeladas sus relaciones políticas. En Hungría, la población ejerce una gran presión sobre las autoridades para que se enfrenten abiertamente a los planes de Ceaucescu de eliminar 8.000 pueblos en Rumanía y concentrar a la población en nuevos "centros agroindustriales". Este programa supondría la liquidación de las minorías étnicas como comunidades culturales.

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Medios oficiales húngaros lo han calificado de "demencial". En la manifestación del lunes, cerca de 100.000 húngaros tacharon a Ceaucescu de "genocida similar a Iider y a Stalin".

La visita a Bucarest del jefe del partido comunista húngaro (POSH), Karoly Grosz, prevista en principio para esta semana, ha, sido aplazada indefinidamente. Grosz viajará en los próximos días a Moscú, donde se espera que pida la intervención soviética para frenar la aplicación en Rumanía de una política de destracción masiva de pueblos y monumentos y deportaciones forzosas de la población, que ya ha comenzado. "La única esperanza está ya en Moscú. Entre Hungría y Rumanía ya no existe posibilidad de diálogo", manifestó ayer un periodista húngaro.

Presidente de Hungría

Por otra parte, el Parlamento húngaro nombró ayer presidente de la República Popular a Bruno Straub, un bioquímico de 74 años que se convierte en el primer jefe de Estado no comunista en un país del Este europeo. Straub recibió 293 votos a favor, 36 en contra y 25 abstenciones, en una elección que demuestra de nuevo que el Parlamento húngaro ha dejado de ser una simple caja de resonancia para las decisiones del partido. Varios diputados expresaron su malestar por el hecho de que no se hubiera presentado un candidato alternativo al prestigioso científico independiente.Sancionó también el Parlamento el nombramiento de Imre Poszgay como ministro de Estado, un cargo de nueva creación que da nuevos poderes ejecutivos al más radical de los reformistas del Partido Comunista Húngaro.

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